Los sueños se hacen realidad

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-Dean. Eh Dean ¿me estas escuchando?


Mis ojos se centraron de nuevo en sus orbes verdes.

Últimamente me costaba cada vez más trabajo concentrarme cuando era Sammy el que hablaba.

No es que antes le prestara mucha atención cuando explicaba un caso pero, al menos, lo intentaba. Ahora solo era capaz de quedarme atontado mirando todo y, nada en particular, de su hermosa figura.

Me sentía hambriento siempre que Sam estaba en frente de mí. Incluso en aquel momento, en el que mis dedos estaban sosteniendo una deliciosa hamburguesa con beicon, deseaba algo más.

Algo dulce.

Así imaginaba sus labios. Dulces y perfectos, con sabor a melocotón.

Parpadeé un par de veces y mordí mi hamburguesa intentando disipar mis oscuros pensamientos.


-Sí, claro que sí- respondí con los carrillos llenos.

-Bueno... tiene toda la pinta de ser un vampiro ¿tú qué opinas?

-Que vamos a matar a esos cabrones.


Sammy alzó las cejas y los hombros como si no le importara mucho para luego levantarse de la mesa e ir de forma distraída al cuarto de baño.

Nos marchamos poco después ya que aún quedaba un día entero de viaje para llegar al pequeño pueblo de Texas.

Metallica sonaba a todo volumen y mis manos no podían evitar tamborilear sobre el volante al ritmo de la música.

La canción estaba en la parte más brutal cuando, de repente, Sam la paró mientras se llevaba las manos a la cabeza.


-Ya no soy capaz de aguantarlo más- dijo mientras se pasaba las manos por el pelo.


Yo tampoco, pensé mientras me fijaba en esos musculados brazos y en su adorable carita de enfado.


-Lo siento señorita, tal vez preferirías escuchar a Britney Spears...

-Dean... por favor. Me duele la cabeza.


Me fijé en que estaba sudando bastante y esta vez, preocupado, le pregunté.


-¿Te encuentras bien?

-Sí, es solo que estoy un poco mareado.

-No iras a vomitar ¿no?

-No, tranquilo, no ensuciaré la tapicería.

-Deberíamos parar, ya llevamos más de cuatro horas en el coche y no te ves muy bien. Tienes que descansar.

-Estoy bien, Dean.


Estiré el brazo para tocar su frente que, a pesar de estar perlada de un sudor frío, estaba hirviendo de fiebre.

Mi corazón se encogió en mi pecho.


-Estas enfermo y tienes que descansar Sammy, pararemos en el próximo motel que nos encontremos.

-Como quieras...- respondió cerrando los ojos mientras apoyaba la cabeza en el cristal de la ventanilla.


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