Capítulo 20.

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Desde que vi a papi siendo el monstruo, las cosas no son como antes. Pasé tiempo con los abuelos, me dijeron que iban a llevar a papi al doctor, para que saquen a la bestia dentro de él.

De todas formas, cuando volví a casa, la hizo llorar a mami otra vez. Y eso me hizo llorar a mí.

Mami me dijo que no tengo que salir de mi habitación cuando la escuche así, porque es peligroso ya que los doctores no cumplieron con su trabajo, y ahora ella está tratando de arreglar el problema de papi.

Sin embargo, hoy, aunque el monstruo ataque otra vez, debo salir de mi habitación porque olvidé a mi peluchito en la cocina y no puedo dormir sin él.

Mientras abro la puerta lentamente y camino de puntitas para que no me escuchen, como aprendí de los dibujos que veo en la televisión, miro para todos lados así encuentro a dónde están mis papás. No los veo cerca, pero a los gritos los escucho muy bien.

Estoy muy asustada, pero sé que mami está haciendo esto para que papi se cure, y si ella es valiente, yo también lo soy.

Camino hacia la cocina y cuando llego los veo, como los vi la primera vez, mamá en el suelo, y papá con una botella en la mano y el monstruo en él.

Me dan ganas de llorar inmediatamente, porque mami lo está haciendo y me entristece.

Es entonces cuando decido ayudarla y combatir como ella.

Me paro entre medio de mis padres, y con todas mis fuerzas le grito a papá.

— ¡Sal de ahí, monstruo feo!

Pero lo único que hago, es enojarlo más, y por eso me pegó.

Me pegó tan fuerte que estoy en el suelo, y lo único que hago es llorar, llorar junto a mami en el suelo.

Desperté jadeando, desesperada, y sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas. Lloré inconscientemente durante el sueño, y lo seguí haciendo en mi sano juicio, tratando de liberar el dolor que sentí en esa noche.

Odiaba completamente las malditas pesadillas, y el simple hecho de pensar que ese maldito hombre estaba detrás de mi otra vez me causaba tanta rabia e impotencia que llorar se volvía mi única escapatoria otra vez.

Por alguna razón, aunque me hubiese retorcido como loca mientras dormía, y en ese momento me encontrara llorando desconsoladamente, Rydel seguía durmiendo de una manera totalmente pacífica.

Opté por dejar una nota explicando por qué me había ido para cuando ella despertara, y me dirigí a la habitación de Ross, casi por instinto.

Cuando llamé a la puerta, esperaba que me abriera uno, o dos minutos después. Sin embargo, me abrió al instante.

—Imagino que tú tampoco has pegado un ojo en toda la noche —dijo, mientras abría la puerta, siempre sin observar mi rostro.

Al menos supe que no había hecho eso, porque cuando nuestros ojos se encontraron, su semblante cambió ridículamente y lucía más preocupado que nunca.

—Cielo santo, Laura, ¿qué sucedió? —me preguntó, y me largué a llorar de nuevo.

Tal vez fue su voz, su presencia, o tener que responder a esa simple pregunta, pero el llanto había vuelto a mí.

Inmediatamente me abrazó, yo lo hice también, y él comenzó a acariciar mi cabello y a decirme que todo iba a estar bien.

Sus brazos protectores y sus palabras fueron surtiendo efecto poco a poco, y dejé de llorar, pero no quería salir de la posición en la que nos encontrábamos. La sensación de seguridad, serenidad, tranquilidad, y ese constante cosquilleo que me invadía cuando estaba junto a Ross eran tan placenteros que no quería dejarlo.

Tightrope. || Raura. || TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora