La profesora Renard

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En la sala común de Gryffindor, Harry tamborileaba inquieto los dedos sobre el brazo del sofá en el que estaba sentado. A su lado, Ron bostezó por quinta vez mientras leía una revista mágica especializada en escobas que Seamus le había prestado en la mañana, y Hermione... pues ella era un manojo de nervios que iban de aquí para allá una y otra vez frente a ellos.

-Espero que recuerde lo que hablamos sobre las Convenciones Internacionales de Brujos- balbuceaba preocupada más para sí misma que para sus amigos- Estoy segura de que estará en su examen junto con alguna que otra fecha de las guerras de gigantes. Son preguntas muy básicas del profesor Binns...

-Hermione...- intervino Ron alzando la mirada por encima de la revista.

Ella sólo lo ignoró, como había estado haciendo desde su poca fructífera conversación en las escaleras del séptimo piso de hace unos días atrás.

-Y ojalá no olvide que la esencia de belladona se pone en gotas ininterrumpidas. Tal vez no se lo repetí lo suficiente... es un ingrediente muy confuso...- siguió hablando sin dejar de caminar- Aunque quizá también le pidan usar raíces de valeriana y si...

-¡Hermione!- Ella levantó la cabeza y se enfrentó a un Ron disgustado- Si sigues dando vueltas por el mismo lugar acabarás haciendo un hoyo en medio de la sala común. Nos estás poniendo nerviosos a todos. Además no falta mucho para que...

Hermione alzó una ceja.

-Es que yo sí estoy preocupada por Ginny- respondió con un tono calmado, pero pretencioso-Ahora Ron... déjame caminar por donde me plazca.

Terminó cruzando los brazos sobre el pecho y dándole la espalda. Ron enrojeció de exasperación. No iba a aguantar mucho tiempo más la actitud indiferente de Hermione hacia él.

-Mira Hermio...- le iba a contestar cuando el retrato de la Señora Gorda se apartó para dejar entrar a un tropel de alumnos. Harry se levantó como un resorte para buscar a Ginny entre el gentío.

Algunos iban conversando entre sí como si nada, otros soltaban suspiros de decepción y unos pocos llegaron muy pálidos, como fue el caso de Neville Longbottom. Él llevaba la túnica llena de agujeros irregulares y se pasó de largo sin responder el saludo de Hermione, dirigiéndose directamente a las escaleras que conducen a los dormitorios de los chicos.

-¿Qué le habrá pasado?- preguntó Hermione preocupada.

-¿No te parece obvio?- repuso Ron viéndolo desaparecer escaleras arriba- Es Neville. Él y Pociones nunca han combinado bien.

Hermione puso los ojos en blanco.

-Por lo menos él tuvo las agallas de dar el examen que se le iba a complicar más.

-¿Perdón?- replicó Ron con una mueca entre inocente e incrédula- ¿No fuiste tú la que dijo que dar los exámenes era optar por el camino más sencillo?

-Basta- ordenó Harry atajando la respuesta de Hermione- Ahí viene.

Ginny fue una de las últimas en entrar a la sala común. Apareció por el agujero conversando con Dean y Harry trató de disimular su descontento alisándose la túnica. No es que desconfiara de Ginny, pero no podía evitar sentir celos cuando pensaba en ellos dos juntos. Ella y Dean habían tenido una relación unos años atrás que terminó intempestivamente gracias a un leve empujón y un sorbo de Felix Felicis. Semanas más tarde, Harry y Ginny terminaron dándose un beso en plena sala común, y desde entonces todos sabían que ellos terminarían juntos.

Lo que acabó sucediendo.

Sin embargo, las miradas anhelantes que a veces descubría en Dean cuando Ginny estaba cerca, incomodaban a Harry de sobremanera, y tenía el presentimiento de que su compañero de Gryffindor aún tenía sentimientos para la que ahora era su novia.

Harry Potter y el Legado MortífagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora