Estamos de camino hacia el despacho de Alberto porque Pedro me ha dicho que le avisó que me llevara hacia él, o sea hacia Alberto. No sé para qué pero tengo un presentimiento que será sobre una de las estúpidas misiones que me pone.
Si mi padre estuviera vivo, no le gustaría que yo tuviera una relación con un muchacho que me asaltó hace unas semanas. Sé que él no lo aceptaría, lo consideraría como un enemigo. Pero yo no lo considero así. Confío en lo que Pedro me dijo.
Cuando llegamos a la puerta del despacho de Alberto, esta vez no entro sin permiso porque Pedro toca la puerta. Es muy educado.
-Pasen –avisa la voz de Alberto.
Abro la puerta y veo a Alberto sentado en su escritorio, de repente me lo imagino como un enorme perro pelón.
-Buenas tardes, jóvenes.
-Hola –digo, seca mientras tomo asiento en una silla delante del escritorio. Pedro se sienta en la silla que está al lado.
-Le dije a Pedro ayer por la noche que te trajera aquí porque necesito de tu ayuda de nuevo –dice Alberto, con una voz muy tranquila.
-¿A qué? –pregunto.
-Mira, he estado con mis colegas, dialogando y hablando sobre lo que Susana está haciendo. Por lo que sabemos, Susana se llevó particularmente a la mayoría de personas con tez morena, ¿no?
Yo asiento con la cabeza y después él agrega:
-¿No crees que haya personas de tez blanca allá regados por la ciudad?
-Pero, ellos están refugiados ¿no? Digo, Susana se llevó a los de tez morena por algo, pero si no se llevó a los de tez blanca fue por algo. Creo que eso hace pensar que están seguros ¿no? –digo.
-No lo sabemos, tienes que ir con tu escuadrón en busca de personas de tez blanca por toda la ciudad y así traerlos acá a la Hermandad. Aquí sólo están seguros –me dice él, con tanta preocupación en su tono de voz que me preocupa si estará actuando o no.
No estoy de acuerdo, pero tengo que hacerle caso. Sé que todo lo que Alberto dice está muy raro pero tengo que seguir sus órdenes.
-Está bien, pero ¿Luis ya se recuperó? –le pregunto.
-No tanto pero creo que si podrá defenderte en cualquier caso de...emergencia.
Ahora que recuerdo, en todos estos "casos de emergencia" que hemos tenido, yo me he defendido sola.
-¿Cuándo empezamos? –pregunta Pedro.
-¿Empezamos? Espera, tú no estás en el escuadrón –le digo.
-Tengo entendido que te peleaste con uno de los integrantes de tu escuadrón hace unos días, ¿no?
-Es cierto, él podría reemplazar el lugar de Iván –dice Alberto con mucho entusiasmo.
Asiento con la cabeza y salgo del despacho de Alberto con un poco de nostalgia.
Recuerdo aquel día que discutí con Iván, de hecho fue por una estupidez. Recuerdo que fue el día que secuestramos esa camioneta de los GC, estábamos discutiendo a dónde íbamos a dirigirnos, y yo quería ir a mi antigua casa pero Iván pensaba que era mala idea ya que estaba muy cerca del Palacio, y ahora que lo pienso, él tenía razón.
Soy una estúpida.
Al siguiente día, me despierto antes que todos los que están en el dormitorio. Me bajo de la cama con los pies descalzos, pero vuelvo a subirme porque el piso está helado. Así que tomo prestadas unas sandalias de la persona que está acostada en la cama de al lado. Es una señora, de piel muy morena y me doy cuenta que es Karina.
Salgo del dormitorio y camino por el pasillo, arrastrando los pies. Llego a una esquina y bajo escaleras; no sé a dónde voy.
Cuando terminan las escaleras, me doy cuenta que estoy en una especie de bodega porque hay muchas cajas, escobas, verduras, legumbres, flores, armas, cubiertos, cobijas, almohadas, fierro viejo y muchas cosas más.
Me siento entre una caja llena de manzanas, por como huelen sé que están un poco podridas, pero no me importa porque agarro una y me la empiezo a comer.
Mi padre me enseñó que hay una especie de Dios poderoso que nos ve desde allá arriba, en el cielo. Se me hace un poco raro que una persona nos esté viendo desde el cielo, es que se me hace muy acosador.
Mi padre también me enseñó que hay que ir a misa cada domingo, rezar y pedir que nos cuide ese ser tan misterioso. Pero hay algo que nunca entendí, y eso el por qué hay cosas que son "inapropiadas", aunque creo que son de lo más normal, mi padre me ha enseñado que para Dios no es correcto. Y eso tarde o temprano se tiene que pagar.
Eso me hace un poco de ruido en mi cabeza porque vivo pensando en que las cosas que hago, lo pagaré en algo que mi papá llamaba "infierno". Si mi padre viera que me estoy enamorando de un muchacho que me asaltó hace unas semanas, sé que eso está mal para él.
¿Si estaría mal para mi padre, también estaría mal para Dios?
Si es así, creo que lo tendría que pagar en el infierno.
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La Hermandad (1)
AkcjaEn un México distópico después de la Tercera Guerra Mundial, queda completamente destruido y con fallas en su política que hacen destruir lo establecido: Las divisiones políticas entre provincias, la ideología y creencias aparte de la forma de gober...