Siento algo, es como si una corriente eléctrica me recorriera la pierna. Tropiezo. Tengo la sensación de caer lentamente. En cuento puedo me pongo en pie, están más cerca, ahora no puedo parar. La pierna me sigue doliendo, seguramente sea un calambre, mis músculos están agotados, pero al menos puedo seguir con la huida. Estoy corriendo cada vez más rápido y soportando un gran dolor, pero ellos están más cerca.
Tres figuras, por la musculatura hombres, se bajan del todoterreno. Corren detrás de mí. En poco acabarán con la corte distancia que no separa. Sé que no tengo salida. Tendré que hacer lo que me digan, y eso no me gusta.
Al mirar atrás veo que están armados, y me caigo. Ya no hay distancia que salvar. Todos llevan la cara tapada, será para no revelar su identidad, o para protegerse de la arena que lleva el viento.
Dos tienen una estatura parecida, parecen adultos y ambos tienen los ojos marrones, solo que los de uno parecen un abismo, son casi negros y fríos. El último es más bajito, pero aun así me supera, y sus ojos son de un azul imposible. Se agacha, me coge del codo y me ayuda a levantarme.
Ninguno dice una palabra y yo no opongo resistencia.
Llegamos al todoterreno. Allí hay un cuarto hombre que no lleva la cara cubierta pero si cubre sus ojos con unas gafas oscuras, de sol.
El conductor gira la cabeza, sé que está recorriendo con sus ojos mis fracciones, lo noto, no lo podría saber con más certeza ni aunque se quitara las gafas.
El hombre de los ojos marrones claros, me venda.
Dentro del todoterreno todo es silencio. Se oye un chasquido, han cerrado las puertas, podría ser para que no salte en marcha. También se oye el ruidito de unas llaves entrechocar y el rugir del motor, después, nada, silencio nuevamente.
Ya no nos movemos, por un momento creo que me van a dejar en medio del inmenso mar de arena. Creo que me han bajado del todoterreno. Uno de ellos se acerca, oigo sus pisadas. Me dice en un ronco susurro que no trate de huir, a la vez sus manos desatan el nudo de la venda que me ciega.
El sol ya no es tan luminoso, quizás haya perdido la noción del tiempo o habré dormido en el todoterreno, lo que sí que sé es que me muero por un trago de agua. El conductor me pilla mirando su cantimplora y ríe.
El de los ojos azules se acerca, me da de beber de su cantimplora. Nunca olvidaré esta sensación, está fresca y me recorre la garganta haciéndome sentir mejor. Ojalá me dejara beber todo lo que me gustaría, pero retira la cantimplora. Me cae una gota por la comisura del labio y él la retira con sus dedos. Lo que me habría hecho sonrojar de no estar cabreada. A fin de cuentas, ¡me han secuestrado!
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Mar de arena [En pausa]
Teen FictionAcabo de despertar, estoy desorientada, cansada, pero necesito ponerme en pie. Solo veo arena, arena y más arena. Es cálida, tostada y parece un desierto. Me pongo en pie, tan solo sigo viendo arena. Portada hecha por @wattpcovers ____________ Regis...