Alejarse del sedentarismo, desafiarse, divertirse con amigos, vivir experiencias nuevas en pareja: todas razones por las que se encontraban reunidos en medio de la naturaleza. Esas personas mordieron el anzuelo. La publicidad era efectiva, los diez cupos por temporada se agotaban en cuestión de horas. ¿Quién con un mínimo espíritu aventurero no se anotaría en el reto de cruzar un valle sin ninguna clase de equipamiento más que algunos cambios de ropa? Era atractiva, más si el premio para los triunfadores era de cifras envidiables.
Llevaban unos cuatro días en la tarea, aún con el mismo entusiasmo de la primera hora en tierras inhabitadas por humanos. Eso se podía decir de nueve de ellos, pues el más joven del grupo, en contraste a la energía que se esperaría de él por sus dieciocho años, desde un principio tuvo una expresión que gritaba: "¡Devuélvanme a casa!". Por suerte no se la había contagiado a los demás, que sólo se quejaban de vez en cuando de su nulo ánimo. Eso sí, el trío de amigos no paraba de intentar sacarle el motivo para ese ceño fruncido las veinticuatro horas del día; no les importaba fastidiarlo por ser los segundos menores, incluso si eran cuatro años los de diferencia. Por su parte, dos más adultos lo trataban como a un hijo en su fase de rebeldía sin causa, a lo que el chico explotaba porque ni siquiera contaban con la edad para ser sus padres. Él era un misterio.
No era necesario permanecer unidos, tenían la libertad de separarse cuando quisieran, pero el veterano aconsejó no dividirse mientras se adaptaban a las condiciones del lugar. El mismo trío que molestaba al malhumorado lo apodaba "Talón", todo porque su nombre era esa palabra sin la tilde, y porque era gracioso cómo sus pantalones no cubrían sus talones. Lo hallaba irrespetuoso, mas se contenía de regañarlos para no encender la leña que provocaría el incendio forestal.
También había otros tres que apenas se hacían notar. No hablaban, seguían las órdenes de Talon y preguntaban si se les presentaba una duda. Originaban interrogantes como el adolescente, aunque al menos eran útiles; el muchacho no haría nada incluso si de eso dependía su cena. No lo expulsaban del equipo porque sentirían remordimiento si moría por guardar su actitud en solitario. Una explicación más del porqué no tomaban caminos distintos, nadie deseaba quedar a cargo del desmotivado, ni siquiera los callados.
El mediodía era la hora crítica: todos estaban hambrientos por lo pobres que solían ser los desayunos, pero todos estaban acalorados y por lo tanto, sin ganas de moverse lo suficiente para cazar o trepar; pescar no era una opción ya que no hallaban al río. El experto en excursionismo era el único que se atrevía a esforzarse, claro, nunca sin dejar de quejarse por los flojos con los que le tocó compartir.
—Ya sabemos que no te llegamos ni a los talones, Tendón de Aquiles —exhaló el hombre del trío, a lo que sus dos amigas rieron y el aludido bufó.
—Tengo entendido que el único que no es completamente adulto es Flannery, no tú, Misha. —Su respuesta volteó la situación. No sólo las dos chicas se burlaban de él, casi la totalidad reaccionó.
—¡Te llamó inmaduro! —resaltó la morena en medio de su risa.
—Yo creo que me dijo inútil —opinó monótono.
—Flann no es ningún inútil... —Comenzó a defender la mayor de las mujeres.
—¡No eres mi madre, Nat!
—... Flann sólo necesita un tiempo más para acostumbrarse —completó sin prestarle atención al grito—. No califiques si apenas nos conociste el lunes.
—Como sea, mamá. —Misha giró los ojos. Luego miró a Talon y susurró para sí mismo—: Me pregunto si será débil en los talones.
—¿Conseguiste suficiente fruta para todos? —cuestionó Nat.
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El valle de los lobos
AventuraPercatarse de ser usados como ratas de laboratorio era el primer paso para sobrevivir. Historia participante del desafío "Bajo el mismo título" de @dragonazulblue.