¿Puedes sentir la oscuridad arrastrándose con tus pecados?

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     La absurda incapacidad de poder impedir un error tan grave era lo que le hacía sentir una profunda sensación de horror, tristeza, desolación, angustia.

¿Era realmente necesario?

El frió que recorría cada parte de sí, el viento que soplaba ferozmente haciendo que sus prendas se sacudan con fuerza, y por último la nieve que cubría todo a su alrededor. De alguna forma podía sentir todos y cada uno de los elementos mencionados, los sentía de una manera tan real, como si de una persona de carne y hueso se tratase.

Permanecía estático, llevaba así unos... 8 minutos, casi. Intentaba encontrar una reacción mas fuerte que sus propios sentimientos, mas fuerte que su dolor. Mantenía una simple interrogante dando vueltas por toda su cabeza, taladrando sus pensamientos de la manera mas tormentosa posible, dicha interrogante era... ¿Por qué?

¿Por qué lo hiciste, humano?

Cabizbajo, mirando fijamente un solo punto en el suelo. Hizo un pequeño amague con su mano izquierda, lentamente fue sacándola de uno de los bolsillos de su sudadera, y con esta ya libre se acercó aún mas al piso. Su idea era tan solo recoger la, ahora ya vieja y harapienta, bufanda roja. Si... aquella bufanda que formaba parte del traje que su hermano tanto adoraba y que con tanta dedicación había elaborado.

Sans apretó la bufanda roja con fuerza, luego se aferró a esta con sus dos manos. Ni si quiera él podía explicar como era que podía sentir lagrimas cubrir todo su rostro, o quizá tan solo era la fría nieve chocando contra este, de cualquier forma él las podía sentir.

Su cabeza le indicaba que se hallaba al borde de lanzar fuertes alaridos, estos pedían salir con la mayor de las desesperaciones, quería gritar, quería intentar encontrar la forma de desahogarse y escapar de toda la pesadumbre y malestar. Pero no lo hizo, tan solo permaneció inmóvil.

Había logrado observar los últimos segundos de vida de su hermano, había logrado observar como aquel vil y depravado humano lo apuñalaba sin compasión alguna, vio como este se volteó para dedicarle una macabra sonrisa asesina, y luego marcharse y desaparecer entre la helada tormenta de nieve.

En un simple parpadeo, Papyrus ya no estaba.

El esqueleto cayó de rodillas al suelo, aún se mantenía aferrado a la prenda de su hermano, después de todo, era lo único que quedaba de él, eso y sus memorias, las cuales procuraba no olvidar jamás.

-A pesar de todo lo que él hizo, a pesar de que él creyó en ti hasta el último momento... Él si merecía vivir, no tú.

No podía simplemente ignorar el hecho de todo lo que había escuchado, ¿Cómo era posible que después de todo lo que Papyrus había dicho ese humano se atreviese a acabar con su vida? Era demasiado...

Él era su compañero, era su amigo... Era su hermano.

Comenzó a recordar los momentos que ambos compartieron, toda una vida. Cuando sus chistes irritaban a su hermano, cuando lo ayudaba, cuando lo molestaba, cuando era regañado, cuando se burlaba de él, cuando comía spaghetti y lo mucho que adoraba esa comida. Cada memoria era dolorosamente satisfactoria, lo llenaba de sensaciones y tristeza.

Sans lanzó un suspiro y envolvió su cuello con la bufanda roja para consecuentemente alzar la mirada con decisión. Estaba dispuesto a intentar todo, a dar todo, incluso a romper aquella estúpida promesa de proteger a los humanos. Haría lo que fuera posible para que el asesino de su hermano pagase, aunque lo consideraba casi imposible, nada estaría al mismo alcance del dolor que se siente al perder a un ser tan querido.

-Humano... Prepárate para pasar un mal rato. Prepárate para vivir un verdadero infierno.

¿Puedes sentir la oscuridad arrastrándose con tus pecados?








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