Capítulo 18.

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*Narra Marnie*


Eran las cuatro de la mañana cuando comencé a oir golpes. Mierda, las putas cervezas. Salté de la cama lo más rápido que pude y me dirigí al lugar de donde provenían los golpes. Evidentemente, allí estaba mi hermano, gritándole a mi madre y tirando cosas.

- ¡TORA BASTA!

- ¡N-NO... N-NO ESTOY B-BO... BORRACHO M-MA-MAMÁ...!

Dios, estaba horrible, tan horrible que daba miedo. Le estaba tirando cosas a mi madre, de entre ellas una foto con mi difunto padre. Corrí hacia él y le agarré, con tan mala pata que se giró y me dio un golpe con un jarrón.

- ¡TORA HIJO! ¿¡QUÉ HACES!?

- M-MA-MAM-MAMÁ...

Me soltó y yo caí al suelo, aún traspuesta por culpa del golpe.

- Cariño...

Mi madre se arrodilló a mi lado y me acarició la cara. No podía verla con claridad, pero tenía magulladuras por toda la cara.

- E-esta n-niña... del... del diablo... ¡M-MUÉRETE!

Ignoré ese comentario, tan común en él. Intenté levantarme pero seguía bastante mareada.

- Mamá... llama a la policía...

- ¡NIÑA DEL D-DIABLO! ¡N-NO LLAMA-LLAMARÁS...

Antes de que pudiera terminar la frase, un grupo de policías irrumpió en el dormitorio de mi madre y con muchos esfuerzos, consiguieron llevarse a mi hermano. Las dos nos quedamos en el suelo, mi madre llorando y mi cabeza sangrando como una fuente.

- Perdone señora...

- Dígame.

- ¿Ese joven tiene algún parentesco con ustedes?

- Es mi hijo...

- Gracias. ¿Su nombre?

- Él es Tora Hashimoto. Mi hija se llama Marnie Madarame, yo soy Naomi.

- Sus apellidos...

- Lo sé, no tienen el mismo padre... ¿Pueden mirarle la herida a mi hija por favor?

- Claro, disculpe señora...

Al cabo de unos minutos un señor vino y me vendó la cabeza entera, media hora después me habían puesto puntos y estábamos en una habitación en el hospital. Mi herida no era lo peor, a mi madre le había roto un brazo, y además todos aquellos moratones no se curarían rápido.

- Perdone, Naomi, ¿puede dejarme a solas con su hija?

- Claro, ahora mismo salgo.

El policía se acercó a mi camilla y se sentó en uno de los sillones.

- ¿Tu edad?

- Veinte, recién cumplidos.

- ¿Ésto ocurre mucho?

- Cada día, es una pesadilla.

- ¿Por qué no llamaron antes?

- Digamos que mi madre no era capaz de ver que su hijito se había convertido en un demonio...

- ¿Qué sucedió exactamente?

- Yo estaba durmiendo, entonces escuché golpes, me levanté corriendo y entonces vi que él estaba... bueno, tirándole cosas a mi madre y gritándole... me llamó niña del diablo, como siempre, y entonces al intentar hacerle parar me estampó un jarrón en la cabeza.

Maldita concienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora