1: Zerrie's story

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Zerrie

-¿Falta mucho? -preguntó ansiosa, apretando con menos fuerza las manos de sus ojos.
-Solo unos minutos más. No seas impaciente.

La nieve nos llegaba ahora hasta los talones y era más difícil seguir con la caminata. La ayudé con cuidado a atravesar el resto de césped congelado hasta llegar al camino de cemento que conducía hacia nuestro destino. Sentí mi corazón latiendo con fuerza dentro de mi pecho por la emoción que llevaba dentro de mí por meses.

-Abre los ojos -susurré contra su pequeña oreja, dejando un beso en su lóbulo. Su cuerpo se estremeció ante el contacto de mis labios contra su piel y reí. Retiré las manos dejándola ver la sorpresa. Su sonrisa descendió lentamente a una mueca al ver el edificio frente a nosotros-. ¿Qué te parece?

Sus labios, pálidos por el frío, se movieron inquietos mientras observaba la enorme cruz roja frente a nosotros con aspecto confundido. Sonreí divertido al ver que no tenía ni la menor idea de porqué estábamos aquí.

-Zayn, ¿qué hacemos en el hospital? -preguntó decepcionada, girándose a verme. Podía ver sus grandes ojos azules bajo la luz blanca de la farola
-Tu solo sígueme -tomé su mano, cubierta por un guante azul, y la entrelacé con la mía, dirigiéndome al interior del pulcro establecimiento tirando de ella.

Una enfermera, en la cual su placa indicaba el nombre de Serena, nos sonrió a los dos. Había estado hablado con ella durante los últimas visitas al hospital y le había explicado sobre mi relación con Perrie y nuestro problema para que pudiera ayudarnos.

La pelirroja le dio la vuelta al escritorio y caminó hacia nosotros con una planilla en sus manos. Le hice un gesto en la cabeza como saludo y ella respondió con otro, dándose la vuelta para que la siguiéramos.

-¿Quién es ella? -Preguntó Perrie en voz baja y disgustada, mirando a Serena por el rabillo del ojo-. ¿Por qué parece que te conoce?

Me mordí la lengua para evitar reír. Podía oler sus celos desde la distancia y la forma en la que miraba a la enfermera reforzaba mi hipótesis. Si, Serena tenía un buen cuerpo y además era joven, pero engañar a la mujer que amaba no se encontraba en mis planes para esta noche. Ni se encontrarían nunca.

-Tú sabes que me gustan las rubias -le contesté, dándole un sabe apretón a su mano. La mirada que me dio podría haber congelado el desierto. Entré en alerta-. Ella no tiene nada que ver conmigo. Lo juro.

No respondió y seguimos caminando. Los pasillos del hospital eran largos y amplios para que toda la gente tuviera espacio pudiera circular. Las paredes estaban pintadas de un color manteca ya desgastado. Sobre ellas, habían colgado letreros sobre prevenir el cáncer, "fumar puede matar" y pequeños carteles color verde que indicaban las salidas de emergencia. Las puertas tenían colocadas placas de bronce con el nombre del doctor y su ocupación. Pasamos delante de "Bromatología", "Laboratorio" y "Kinesiología".

Serena se detuvo frente a una doble puerta y se giró a vernos.

-La doctora Parkins las guiará el resto del camino. Señor Malik, sus papeles -dijo, entregándome la planilla que había cargado durante todo el camino.
-Muchas gracias -le respondí, tirando otra vez de la mano de Perrie para que continuara caminando.
-¡Buena suerte! -gritó antes de que las puertas se cerraran detrás de nosotros.
-¿Suerte con qué? -preguntó la rubia confundida.
-Solo camina y lo verás.

La sala en la que estábamos era un poco más ruidosa y más amplia que el pasillo. Había un par de sillones negros en toda la habitación donde gente estaba sentada esperando la gran noticia. Perrie tiró de mi mano en busca de una explicación.

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