Capítulo XVI: El Castigo

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Cuando todos aparecimos en la puerta, la habitación se sumió en un rotundo silencio. No era de extrañar, pues todos nos encontrábamos llenos de barro y mugre, por no añadir sangre al caso de Harry y el mío.

Entonces alguien quebró el incómodo momento con un grito:

— ¡Ginny! —era la señora Weasley, tenía su rostro lleno de lágrimas. 

Ella y su esposo se pusieron de pie de un salto y se abalanzaron hacia su hija.

Fawkes se posó por tercera vez en mi hombro, me dio una caricia con su cabecita y voló hasta el hombro de Dumbledore. El viejito come dulces de limón se encontraba en la parte trasera de la habitación, con una enorme sonrisa, y a su lado yacía la profesora McGonagall angustiada con una mano en su pecho.

— ¡La han salvado! ¡La han salvado! ¿Cómo lo hicieron? —gritó Molly y encerró a mis mejores amigos en un apretado abrazo.

Me mordí la mejilla para no reírme, era un tanto humillante para mí encontrarme de pie en aquel lugar, rodeada de personas de Gryffindor y un profesor que no recuerda ni su nombre.

— Creo que a todos nos encantaría enterarnos —dijo McGonagall en un hilo de voz, mirándome insegura.

Harry se separó del abrazo de la señora Weasley y se acercó al escritorio para dejar el Sombrero Seleccionador, la espada de rubíes y lo que quedaba del diario de Ryddle. Luego se posó a mi lado y relató rápidamente el descubrimiento de Hermione, nuestro encuentro con las arañas, que ambos escuchábamos al basilisco por las tuberías, que habíamos adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos se encontraba en sus baños.

— Muy bien —habló McGonagall cuando mi mejor amigo hizo una pausa para recuperar el aliento— , así que averiguaron dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios consiguieron salir con vida, Potter? —estaba aterrada, no cabía en sí.

— Dumbledore —respondí automáticamente y lo miramos. El director tan sólo sonreía.

Entonces Harry comenzó a narrar la llegada de Fawkes y del sombrero.

— Lo que más me intriga —dijo el director, afable— es cómo se las arregló Lord Voldemort para embrujar a Ginny, cuando mis fuentes me indican que actualmente se halla oculto en los bosques de Albania.

— ¿Q-Qué? —preguntó el señor Weasley, atónito— . ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no... Ginny no ha sido... ¿verdad?

— Sí, lo fue, gracias al diario —apunté la mesa en donde se encontraba— . Ryddle lo escribió en sus años de colegio, cuando tenía dieciséis, y se conservó como un recuerdo.

Dumbledore lo tomó entre sus manos e inspeccionó sus hojas totalmente destruidas.

— Soberbio —sonreí ante su comentario— . Por supuesto, él ha sido probablemente el alumno más inteligente que ha tenido nunca Hogwarts —se volvió hacia los padres de Ron, que lo miraban perplejos— . Muy pocos saben que Lord Voldemort se llamó antes Tom Ryddle. Yo mismo le di clase, hace cincuenta años, en Hogwarts. Desapareció tras abandonar el colegio... Recorrió el mundo..., profundizó en las Artes Oscuras, tuvo trato con los peores de entre los nuestros, acometió peligros, transformaciones mágicas, hasta tal punto que cuando surgió Lord Voldemort resultaba irreconocible. Prácticamente nadie relacionó a Lord Voldemort con el muchacho inteligente y encantador que recibió aquí el Premio Anual.

— Pero Ginny —inició la señora Weasley— . ¿Qué tiene que ver nuestra Ginny con él?

— ¡Su... su diario! —respondió su hija, sollozando— . He estado es-escribiendo en él, y m-me ha estado contestando du-durante todo el curso...

Sirrah Black & la Cámara Secreta | SBLAH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora