Bajo la luz de aquel farol en la oscura calle de Londres, una sonriente joven jugueteaba con sus hermosos zapatos plateados, dando pequeños saltos sobre la acera y permitiendo que su largo vestido cubierto de lentejuelas reflejará la luz que de la pequeña caja metálica provenía.
Aquella noche no había luna ni se vislumbraba ninguna estrella, sin embrago la perfección era insignificante comparado con aquel momento en el que el silencio era opacado por el precioso sonido de su risa.
-Ven aquí -le había llamado la joven mientras jugaba con su dorado cabello-, sabes que no te haré daño.
-Jamás podrías hacerme daño, preciosa -le respondió él mientras ponía sus manos en la delicada cintura de la rubia-, a menos que tu amor se erradique.
-Te amo, Jace -le dijo la joven juntando sus frentes.
-Te amo, April -le respondió el rubio antes de juntar sus labios.
La joven era su adoración, su fortaleza y su vida entera, pero no podía continuar exponiéndola. Debía dejar de llevarla a ese horrible sitio, por mucho que ella se lo pidiera, él debía impedir que ella volviera a pisar Dark Place -el lugar en el que ambos se habían conocido- para que ese hombre no le pudiera hacer daño.
-Prométeme -le pidió Jace mientras tomaba el rostro pálido de April entre sus manos- que está fue la última vez. Él está comenzando a sospechar, preciosa, y no quiero que nadie te haga daño.
-No se enterará. He sido bastante cuidadosa, cariño, no te preocupes -le respondió ella con mirada cansada, ignorando la conversación como siempre que él comenzaba a sacar el tema.
-No, April, esta vez es en serio -le reclamó el cuando vio que su novia comenzaba a dar pequeños saltitos como minutos antes. Él se lamentaba por haberle permitido beber tanto champán, pero más se lamentaba por ser incapaz de controlarla, o influenciarla, o lo que sea que la chica sí lograba en el rubio.
-Como la vez anterior, y la anterior a esa -mencionó ella-, que esta vez se diera cuenta de que su dinero ha ido disminuyendo no quiere decir que sospeche de mi, Jace, tu tranquilízate.
-Es justo lo que... -pero no logró terminar aquella frase porque un auto negro se coló en la calle continúa, dirigiéndose a gran velocidad hacia la pareja.
La rubia comenzó a correr mientras Jace se llevó su mano a la cintura en busca del arma que había acostumbrado a cargar. Disparó a uno de los neumáticos delanteros del auto provocando que este patinara sobre la acera dándole un poco de tiempo para comenzar a correr, pero no contó con que otro auto ya se había detenido en el otro lado de la calle, permitiéndole vislumbrar tres grandes cuerpos que salían del vehículo para correr en su dirección.
Del primer auto también había salido un par de hombres que lo alcanzaron fácilmente, lo tomaron por los brazos haciéndolo soltar su arma, justo antes de hacerlo caer pecho al suelo y estampar su cabeza fuertemente contra el pavimento. Había sido un fuerte golpe, pero no lo suficiente como para permitirle perder el conocimiento.
-¡JACE! -el grito de April lo sobresaltó a niveles descomunales, causando que su pecho se oprimiera y que una adrenalina que jamás había sentido corriera por su cuerpo. Intentó levantarse pero uno de los hombres que lo habían derribado lo mantuvo acostado mientras ejercía la presión de su cuerpo en la espalda del rubio.
-¡April! -le gritó de vuelta, haciendo uso de la poca respiración que la situación le permitía.
No fue hasta que escuchó unos cuantos pasos, firmes y dispuestos, que su corazón se detuvo. Con aquellos pasos aumentó su desesperación y toda esperanza de escapar que habría alcanzado a tener se esfumó como la perfección de la noche.
-Es verdaderamente gracioso -dijo aquella voz, aquella que se reproducía miles de veces en sus pesadillas- que mi antigua amante y mi más preciado sobrino -detonó con sarcasmo- estén juntos -soltó una risa amarga-. Pero lo más gracioso aún es que intentaran verme la cara de imbecil.
> Estoy bastante decepcionado, Jace -le habló el hombre acuclillándose a su lado para ver su rostro-, mira que rebajarte a eso -le hizo una seña al hombre que lo mantenía en el suelo para que le diera la vuelta a su cabeza permitiéndole al rubio mirar a la joven que en aquellos momentos estaba tumbada en el suelo, prácticamente en la misma posición que él pero con el maquillaje corrido y un pañuelo impidiendo sus gritos mientras las lágrimas inundando su rostro.
-Déjala ir -logró decirle-, ella no tiene nada que ver en esto.
-No seas ridículo, Jace -le habló el hombre dirigiéndole una mirada macabra-, tú no tienes los cojones para estafarme -el hombre caminó a paso lento hasta la chica, tomando el lugar del hombre que la sujetaba y colocando una de sus manos en el rostro de la joven-. En cambio está preciosa puta no sólo tiene los cojones que a ti te faltan sino la estupidez que te sobra.
El hombre bajó la mano que en aquellos momentos se ubicaba en la mejilla de la chica, hasta llegar a la cremallera ubicada en la parte trasera de su vestido. De un rápido movimiento la despojó de este, convirtiendo lo que había sido un precioso vestido de lentejuelas en un destrozado pedazo de tela.
-¡NO LA TOQUES! -gritó el joven, permitiéndole a la rabia y la desesperación tomar posición de su cuerpo. Otro hombre se acomodó a su lado para amordazarlo y amarrar sus muñecas con una soga. El rubio comenzó a hiperventilar y a gritar lo poco que el pañuelo le permitía mientras veía al amor de su vida ser despojada de cada una de sus prendas.
-No te metas conmigo, zorra -le había dicho el hombre en un susurro justo antes de tocarla y abusar de ella, mientras le daba miradas y sonrisas malvadas a su sobrino que poco a poco se sentida más destruido e impotente.
Fue poco después de dejar a la joven tirada en el pavimento que sacó un revólver de su cinturón y le disparó hasta acabar con los nueve cartuchos con los que el revólver contaba.
El joven estaba inerte viendo a su tío. Sabía que era capaz de cometer muchas atrocidades, pero aquello superaría los límites de cualquiera.
-No te mataré, Jace... Eso sería muy fácil, y yo detesto las cosas fáciles -le había dicho al volver a guardar su arma-. Diría que tienes suficiente con esto pero, jamás es suficiente, querido sobrino.
>Desháganse del cuerpo -indicó-, y lleven a Jace a mi casa, tengo muchas cosas que hablar con él.
Charles era un monstruo, Jace lo había comprobado por sí mismo, pero eso no se quedaría así. Aunque no le quedaran ganas de confabular contra su tío, esperaría... Esperaría a que un día le llegara la hora de caer.