Macarons

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El secreto de la receta para la eterna felicidad.
Debemos dejar el tabú a un lado, vivimos en un mundo artificial donde tanto el problema como la solución menos demandante de recursos es dañina a un punto ciego común de una circunstancia x; los científicos creen que consumir azúcares produce efectos ligados al sentimiento en el cuerpo humano, así pues se puede creer que consumir dulces artificiales producirá una "alegría artificial".
A todo esto podemos sumar también el efecto de color terapia que se aprecia en la apariencia de cada postre que comenzamos a devorar. Primero los colores nos convencen de consumir una cosa tras otra, para que luego, esta paleta de colores se haga una con los ingredientes de nuestros pedacitos de paraíso y se mezcle todo para crear una sola tonalidad gris.
Alguna vez se me ocurrió probar los poderes de estas discretas drogas frente a mi capacidad cognitiva, me encontré frente a una mesa llena de delicias.
En el centro de esta reposaba un plato lleno de macarons de todos colores. Comencé entonces con mi singular experimento; en primer lugar, noté que los postres menos llamativos, a pesar de ser los más deliciosos (a mi gusto) fueron de los últimos que escogí, esto gracias a un argumento lógico que reposa en casi todas nuestras mentes:
"Si se ve bien, sabe bien", lo cual, muchas veces, es erróneo.
Otro dato importante es que reservé parte de los macarons para el final.
Cada uno de los colores de estas singulares galletas francesas me resaltaba acciones o emociones interpretadas al color del que estaban teñidas,momentos de relajación con el blanco, de desquicia con el gris, el famoso luto vestido de morado, y la embriaguez del alegre amarillo.
Volviendo a la hipótesis anteriormente planteada, sí, el color y el sabor son dos factores importantes a la hora de afectar nuestro organismo, pero esto depende también del consentimiento que le brindemos a los estímulos (a cierto punto involuntarios, pero NO incontrolables) de nuestra mente.
Así por ejemplo, si queremos recibir felicidad a cambio de olvidar algo, si nos dejamos llevar, ese algo va a aparecer intermitentemente en nuestra conciencia, la felicidad se convertirá en depresión. Entonces ahora podemos apreciar que somos nosotros mismos quienes decidimos al final que cualidades le queremos dar a casi todo lo que nos rodea, si por x circunstancia yo asocio el rojo con violencia, es obvio que los impulsos de mi mente se mostrarán inquietos y a cierto punto violentos también, pero si me auto-corrijo el efecto será distinto. ¿Simple, verdad?
Como conclusión podemos preguntarnos,
¿Nos estamos alimentando de nuestras propias emociones? ¿Nuestra vida es igual de artificial que lo que consumimos? ¿Acaso son estos postres 'quienes' tienen la capacidad de controlarnos o somos nosotros quienes les brindamos esa posibilidad?

Nota: El experimento fue llevado a cabo en una de mis clases en 8vo año, con una "tarde de postres" como un inicio de las vacaciones de mediados de año.

Jueves 10 de Julio,2013.

Ilusionistas EngañadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora