2: Neigh's story - Part 1

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Los labios de la morena rozaban mi cuello con suma delicadeza y deseo. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral y solté un jadeo exagerado. Sus ojos cafés se deleitaron al darse cuenta de la reacción en mi cuerpo y brillaron como dos enormes diamantes bajo la luz de la enorme luna.

-¿Seguro que no sientes nada? -murmuró contra mi oreja, exhalando el cálido aire de su boca.

Mordí mi lengua hasta sentir el sabor de la sangre en mi boca. No te dejes llevar, me repetí, cerrando los ojos para evitar verla y caer en sus encantos latinos. Mi respiración ya se encontraba entrecortada. Mis manos estaban sudadas y nerviosas.

Leigh jugueteó con mi cabello por unos segundos y luego sacó los lentes de mi cara. El peso de éstas desapareció dejándome picazón en el puente de la nariz.

-Devuélvemelas -le exigí en un gruñido ronco. Mi garganta se encontraba seca por la falta de agua y esa palabra me había quitado la poca humedad que tenía.

-Vamos -dijo divertida volviendo a acariciar mi cabello con suavidad, enterrando sus dedos en mi cabeza y proporcionándole relajadores masajes. Volví a jadear-. Amor, abre tus hermosos ojos.

No pude resistir la tentación. La luz golpeó mis retinas con tanta fuerza que me obligó a entrecerrarlos por unos instantes. Todo se encontraba tal como lo recordaba: los cuadros de mujeres exóticas posando en ropa interior sobre las paredes manteca; la ventana, entreabierta lo suficiente como para que las cortinas fueran levantadas por la brisa nocturna; la cama en perfecto estado con su colcha verde manzana sin ninguna arruga. No había movido nada de su lugar, ni siquiera la ropa del suelo.

-Niall, Niall, que ojos más azules tienes -susurró, apareciendo frente a mi como una sombra. Mis lentes de pasta colgaban ahora sobre su nariz dándole un toque más intelectual. Y sexy.

-Son para verte mejor -contesté, hechizado por sus ojos cafés.

-Que manos más fuertes tienes -prosiguió, acariciándolas con la punta de sus dedos

-Son para sostenerte mejor.

Sus uñas pintadas de azul repiqueteaban contra mis mejillas. Se había acercado a mi lo suficiente como para poder sentir su perfume: Chanel N°5; casi podía saborearlo con mi lengua. Nuestras respiraciones se fusionaron por la cercanía dejándonos compartir el mismo aire.

-Que labios más rojos tienes.

Sonreí, eliminando la última pisca de cordura en mi cuerpo.

-Son para besarte mejor.

Me levanté de la silla de un salto y tomé a Leigh con ambos brazos levantándola del suelo. Sus piernas se enredaron alrededor de mi cadera para evitar caer. Sin perder más tiempo, tomé posesión de sus labios. Primero, con lentitud; saboreé de ña manera más lenta posible aquellos delgados pedazos de carne. Luego, dejé la pasión y el deseo dominarme por completo y dejé pasar mi lengua por el orificio de su boca. Sus manos se aferraron con más fuerza a mi espalda, dejando rastros de arañazos bajo sus uñas.

-Siempre fuiste mi juguete favorito -ronroneó, mordiendo con suavidad el lóbulo de mi oreja.

Me detuve repentinamente. Las manos que sujetan sus muslos se volvieron débiles y tuve que soltarla, por lo que tan solo se quedó enganchada en mi cintura por unos segundos hasta tocar el suelo con los pies. La miré confundido.

-¿Qué? -Un nudo se había originado en mi garganta por lo que la pregunta sonó en un tono más agudo de lo que quería-. ¿Juguete? -repetí, levantando la voz.

Leigh-Anne me miraba en silencio de forma furiosa. Los cabellos negros le caían sobre la frente tapándole los ojos, pero eso no impedía ver las llamas que comenzaban a arder en ellos.

-¿Qué esperabas? -preguntó, soltándome con un empujón. Retrocedí un paso-. ¿Por qué crees que te invité a mi departamento?

-Dijiste que tendríamos una cita -me defendí, apretando los labios mientras recreaba la escena en mi cabeza-. Dijiste que yo te atraía. Que querías algo conmigo.

-¿No es eso lo que estamos haciendo?

-Yo no me refería a una escena de las Cincuenta Sombras de Grey cuando me refiero a eso. Yo imagino salir a un restaurante, mirar una película, pasear por el parque...

-¿Para qué? -me cortó desafiante-. Todos sabemos que ocurre luego. Nos ponemos calientes, nos volvemos locos y vamos a la cama. Ya no es importante ser romántico cuando lo único que sientes es atracción física. Madura.

Me coloqué la camisa tirada en el suelo y luego los zapatos. Ella observaba cada uno de mis movimientos sin decir nada, pero con los ojos aun echando chispas de enojo.

-¿Ahora vas a largarte? ¿Por qué te dije juguete? -preguntó, cruzándose de brazos. Su voz sonaba fuerte y clara como siempre, pero había comenzado a temblar-. Aún tengo tus anteojos -agregó.

Me di la vuelta para tomar la perilla de la puerta. Ya no me importaban los lentes. Aunque veía algo borroso, encontraría la salida por medios de los letreros. Cuando había terminado de girar la manija, sentí su mano sobre mi brazo apretándolo con fuerza. Me detuve.

-¿Por qué te vas? -siseó con la mandíbula apretada.

Tomé una bocanada de aire tomando coraje y me giré. Sus ojos, a los que se le había consumido cualquier rastro de calor -por parte de la furia y de la excitación- se mantenían fijos sobre los míos sin pestañear. Parecía una de esas estatuas por lo quieta que estaba.

-Entre tú y yo existe una diferencia -comencé-. Una pequeña, pero importante diferencia -remarqué-. Tal vez a ti solo te guste... esto -meneé mis manos por todo mi cuerpo-, pero a mí no. A mí no me gusta tan solo tu figura, a mí me gusta y ya. Me gusta tu sonrisa, me gusta tu sentido del humor, me gusta tu inteligencia con las computadoras... Por Dios, ¿cuántas veces he soñado que me toques como tocas esa máquina? -me pregunté-. Yo quiero más que besos ardientes y palabras pervertidas, quiero tomarte de la mano y presentarte a mi familia. Estoy enamorado de ti, ¿por qué no lo ves?

Cuando terminé, exhalé un jadeo. Había estado conteniéndome por semanas hasta finalmente poder soltar todo lo que sentía. Inclusive había escrito un discurso donde resaltaba las partes más importantes y mis puntos de vista, seguidos de los de Louis y Jade que estaban al tanto de todo. Pero me había olvidado completamente de él, incluso cuando me había aprendido de memoria cada punto y coma. La única parte buena de no haberlo dicho fue que omití la parte de "quiero abrazarte todas las noches mientras miramos las estrellas"; eso sonada demasiado cursi.

Leigh-Anne se quedó mirando con los ojos aguados la pared sin moverse siquiera un milímetro de su lugar. Sus manos se abrían y se cerraban en sincronía mientras continuaba estática en su lugar. Entonces comenzó a temblar.

Miré la hora de mi reloj. Ya era tarde. Mañana debía trabajar y no estaría al 100% mientras me quedara despierto discutiendo con una mujer que solo me quería como stripper personal.

-Debo irme -le informé, tomando mi abrigo de la silla. Sus ojos se deslizaron hacia mí sin mover la cabeza-. Nos vemos -agregué por educación y salí de habitación.


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