Andrew tenía una nueva invitada en sus aposentos. Su pequeño estudio de pintura albergaba ahora una nueva musa a la que bosquejar..., y cortejar.
—¡Sus cuadros son una maravilla! —exclamaba Angie mientras Andrew le separaba el pelo para encontrar su cuello.
—Puedes llamarme Andrew.
—Andrew..., llegaron a mis oídos que de todos los hijos, eras el raro de la familia...
—¿El raro? Se confunden conmigo. Me gusta la soledad, tener mi libertad para hacer y deshacer a mi gusto...
—Entonces, no es cierto eso que dicen de que... ¿no te gustan las mujeres?
—A la vista está que se confunden, ¿no crees? Andrew atrapó los pechos de Angie con sutileza.
—¡Andrew...! —exclamó ella haciéndose la remolona.
—Te he sacado de los campos de maíz para algo más que enseñarte mi colección privada.
Angie miró a Andrew, que la observaba con ojos lascivos, desnudándola con la mirada.
—¿Llevas mucho sin estar con una mujer? —preguntó ella con sensualidad.
—Demasiado —confesó él.
—¿Y si ahora yo te dijera que no, qué harías?
—Posiblemente... obligarte.
—No hay nada que me guste más que sentirme dominada por un hombre. Un hombre como tú. Tómame.
Andrew besó su cuello y luego buscó sus labios. La llevó a la cama arrastrados por una extraña pasión. Tan excitada estaba, que se contorneaba bajo las manos del artista como una serpiente recién cazada por un zorro del desierto.
—No pensé que fueras tan varonil como...
—...mi hermano. Ese paleto imbécil no sabe lo que se pierde.
—Por supuesto que no. Él es más dado a acostarse con sus vacas, sean humanas o no.
—Cierto —dijo él manoseándola—. Su gusto por las mujeres comenzó a menguar desde el momento en el que empezó a respirar argón.
Angie rió forzada su ocurrencia.
—¿No piensas desnudarme? —preguntó ella.
—Espera...
—Vamos, ¿acaso no quieres sentir mi piel en tus labios? Mis pechos esperan tu boca con ansiedad. Bésame.
Andrew acarició sus muslos, buscando separarlos, cegando los pensamientos de Angie, que sólo tenía en mente ser tomada cuanto antes. Intercambiaron susurros y palabras cortas.
—Házmelo ya, estoy ardiendo...
—Tranquila... Todo llegará.
—Soy impaciente cuando tengo un hombre como tú sobre mí.
—Como quieras... Pensé que los preliminares eran importantes...
—¿Preliminares? ¡Ataca, vaquero!
Andrew desnudó lentamente a Angie.
—Mi madre hizo bien sacándote de ahí. Una mujer como tú no se merece eso.
—Gracias, Andrew. Pero ya sabes que en tu familia, James está en lo alto de la pirámide.
—Por poco tiempo...
—¿A qué te refieres? —preguntó entre dientes, ayudando a Andrew a quitarle la ropa interior.
—Está sumido en una grave depresión, como Claudia. Poco le queda ya al cargo de la compañía. Cosa que no lamento, obviamente.