– ¡Será guarra la muy zorra! ¡No le basta con uno rubio, no, ahora también quiere a uno moreno!
Irene no ha sido la única espectadora de aquella escena...
La noche anterior le despertó el ruido de una moto recorriendo la calle mayor de arriba abajo durante varios minutos, hasta que finalmente, entró en el parque. Alba observaba atenta al conductor desde la ventana de su habitación que tiene unas vistas perfectas de los columpios. ¿Quién sería aquel desequilibrado que deambulaba con una moto a las cuatro y media de la mañana? ¿No se daba cuenta de que había gente durmiendo? La chica estaba a punto de abrir la ventana y pegarle cuatro gritos a aquel enfermo cuando de repente el motorista se quitó el casco. Alba se quedó de piedra al reconocer al amigo de ciudad de Sara. El chico parecía tambalearse. De pronto se tumbó en el tobogán y se tapó con una chaqueta para quedarse completamente dormido a los pocos segundos.
Esa noche se durmió en el pequeño sillón que tiene colocado junto a la ventana, que a menudo usa para leer, mientras observaba al chico. ¿Cómo es que no dormía en casa de su amiga? Parecía un indigente ahí tumbado. Por un momento hasta le dio pena. Pero solo fueron unos breves segundos.
De pronto unos pasos le despertaron. Eran las siete y cuarenta y tres minutos de la mañana. Debería ser un delito penado con cárcel despertar a alguien a esas horas en verano. Se despejó, se acomodó en el sillón y mientras se masajeaba su dolorido cuello, asomó la cabeza entre las cortinas. Pronto retiró su pensamiento anterior al ver a Sara. Estaba mirando fijamente el parque. Inmóvil. Una increíble sensación de satisfacción personal le inundó el cuerpo. Cerró los ojos y mentalmente revivió el momento que protagonizaron las dos hace cuatro años en ese mismo parque. Respiró hondo y con una gran sonrisa los volvió a abrir. ¿Eh? ¿Dónde estaba Sara? La había perdido de vista. Se incorporó rápidamente y empezó a caminar pegando la cara a la ventana. Ajá, ahí estaba. ¡¿PERO QUÉÉÉÉ?! "No puede ser... ¿Se están besando?"
– ¡Pero está tía no es normal! ¡Es que no es normal! –grita por toda la habitación. – ¿Quiere estar con Marcos? Muy bien, pues no se va a acercar al novio de las demás, eso como que me llamo Alba María Rubio.
***
–Ay, yaya, muchísimas gracias –dice a la vez que se inclina y le abraza.
–De nada mi niña. Creo que sé cuál es la decisión que vas a tomar, pero prefiero callármela y esperar.
Sara sonríe, vuelve a abrazar a su abuela y se levanta.
– ¿Tú ahora qué vas a hacer? –pregunta preocupada.
–Tranquila que no me voy a ningún sitio. Bastante tiempo he estado fuera ya.
La chica respira con alivio. Ahora que ha recuperado a su abuela no puede volver a perderle. La necesita a su lado más que nunca.
– ¿Entonces?
–Vuelvo a casa –dice con una gran sonrisa. –Hace mucho tiempo que estoy fuera de mi hogar.
–Que feliz me hace escuchar eso, yaya.
La chica se inclina y vuelve a abrazar a su abuela. "Pase lo que pase yo estaré aquí, mi niña" le susurra. Sara sonríe triste. No quiere ni imaginar que algo salga mal. No tiene fuerzas para ningún disgusto más. Está agotada.
–Ah, yaya. Por favor, cuando vayas a casa cuéntale a Laura todo lo ocurrido. Esta mañana estaba dormida y no he tenido tiempo de contárselo yo misma.
– ¿Laura? ¿Tu amiga de ciudad?
–Sí. Ha venido conmigo. Ella fue la que me convenció para volver aquí. Le debo mucho.
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Dos amores de verano
RomansSara va a pasar las vacaciones de verano al pueblo que iba de pequeña, pero esta vez, no va por gusto propio. La última vez se fue sin despedirse de nadie ni avisar de que no volvería, lo que pasó fue demasiado para ella. Ahora cuatro largos años d...