Chapter 16: Paranoia

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Hay cosas que, como decía Einstein, son relativas. Los sentimientos son relativos. Nuestra percepción sobre las cosas son relativas. Pero el hecho de que mi hermano era gilipollas era una verdad absoluta. 

Liam se había puesto como un energúmeno en pleno ensayo, se había enfadado con todo el mundo y salió berreando, diciendo de una manera chulesca que ya no iba a ensayar más. Todos sabíamos que en cuanto hubieran pasado dos horas, Liam se comportaría como si nada, porque mi hermano tenía como nueve personalidades, y todas solían salir a la luz en el transcurso de veinticuatro horas. En el sótano hacía un calor asfixiante y una humedad que sospechábamos era nuestro propio sudor flotando en el ambiente, incluso parecía vibrar con el sonido de los amplis. Salimos de ahí entre risas poco después de que Liam nos dejara tirados y quedamos en vernos esa noche, en un pub de las afueras al que solíamos ir los sábados por la noche. Me encontré con mi hermano Paul saliendo de Sifter's con una bolsa en la mano, jurando en arameo por el calor que hacía.

-  Es lo que tiene ponerse una chaqueta de estrella de rock.

Me reí un poco, mofándome de él. Paul siempre había estado gordo, pero en los últimos años se había echado bastanes kilos encima, y definitivamente, la chaqueta de pelo que llevaba no le favorecía nada. "Es porque ahora que es un hombre, come más". Ya, claro.

- Que te jodan. Es nueva, Bowie lleva algo así.

Me eché a reír a más no poder y me encendí un cigarro que casi no podía llevarme a la boca de las carcajadas. Paul estaba rojo y fruncía el ceño mirando al frente, como si estuviera haciendo un esfuerzo enorme para no romperme la nariz. Aunque nunca lo haría, estaba seguro.

- Bowie llevaba eso en los setenta, cuando pesaba unos cuarenta kilos - dije al cabo de un rato, cuando ya no andábamos lejos de casa.

- Que te jodan, - repitió.

Pasado el cachondeo, me contó que iba a encargarse de la música para la fiesta de Rose. Fruncí el ceño y pensé en qué cojones pintaba él en la fiesta de Rose. Me contó que no era una simple festa de cumpleaños de una crías de dieciséis, sino que todo el mundo de nuestra edad iba a acudir también. Al parecer, Rose había escogido un día clave para montar su fiesta. Era el primer sábado de agosto, y en Manchester eso era como nuestra fiesta nacional. Todos acudíamos a "The Rough", donde nos pasábamos bebiendo hasta el día siguiente. Y Rose iba a celebrarlo ahí. No me gustaba un pelo, ahí la gente iba a desmadrarse, y mi hermana no tenía ni dieciséis. Bueno, si, los tendría. Pero seguía siendo una niña. Seguramente mamá no tenía ni idea y quizá hubiera sido mejor contárselo para no dejarla ir, pero primero tenía que hablar con ella. Como ya he dicho antes, hacía muchísimo calor, tanto que había empapado mi camiseta y subí a cambiarme antes de comer. 

Una vez en mi habitación, abrí el armario y cogí un polo rojo que me puse enseguida. Aun se me hacía raro volver a estar en mi habitación y no en la de un hotel, sin drogas y gente dormida en el suelo. Adoraba las giras, adoraba dormir en ese tipo de habitaciones, aunque apestaran a gato muerto porque eso significaba que algo estaba haciendo bien, y que sólo se podía ir para arriba. Aunque no había nada mejor que dormir entre unas sábanas limpias y con el estofado de mamá esperándote en la mesa. Estaba absorto en mis pensamientos cuando unas voces llamaron mi atención desde la parte trasera del jardín. Con el ceño fruncido, me acerqué a la ventana y asomé la cabeza, pero desde mi habitación sólo podía ver a algunos chicos en la verja de atrás. Pensé que serían amigos de Liam y no le di más importancia, así que bajé las escaleras buscando a Rose para hablar con ella y me encontré con mi hermano pequeño comiendo cereales salvajemente en la cocina. Volví a fruncir el ceño y miré a la puerta trasera que daba al jardín, confuso. Podría haberle preguntado a Liam si sabía donde estaba nuestra hermana, pero algo dentro de mi ya suponía dónde podría encontrarse. Con un par de zancadas largas, me dirigí a la puerta del jardín y la abrí de par en par. Una hilera de chicos no demasiado discretos, asomaban sus cabezas por encima de la verja, intentando mirar dentro de nuestro jardín. Reían y se daban codazos, por lo que poco que podía ver y uno de ellos se atrevió a silbar. Y entonces la vi.

Vi a mi hermana tumbada en medio del césped, leyendo lo que parecía una revista mientras lo aspersores soltaban sus chorros de agua muy cerca de ella, haciendo que se mojara un poco y que el vestido se le pegara al cuerpo. Se me secó la garganta y me la quedé mirando unos segundos antes de volver a mirar a los cretinos de la verja. Salí directamente al jardín con cara de lo que supuse, mucha mala hostia, porque salieron todos pitando. Mi hermana todavía parecía no haberme visto, pero era imposible que no hubiera escuchado todo el jaleo, al fin y al cabo, estaba ahí tumbada. Entonces giró su rostro y me miró directamente, con cierto aire despistado. Estaba seguro de que mi hermana tenía un espacio mental único, para ella sola, y casi podía distinguir en qué momento había abandonado ese sitio para volver al mundo de los mortales. Se quitó el auricular de un oído y se me quedó mirando fijamente a los ojos, de una forma que me estaba empezando a inquietar. Un chorro del aspersor le dio de lleno en el costado y recorrió su figura desde las costillas a las piernas, pero ella no pareció alterarse una pizca, es más, se levantó un poco más el vestido y se puso boca arriba, manteniendo su una mirada llena de intriga. Sonrió, y entreabrió las piernas lentamente. Yo estaba aterrado, no sabía lo que pasaba, no tenía ni idea de por qué mi hermana estaba actuando así. Tenía ganas de vomitar y ganas de subir a masturbarme frenéticamente en mi habitación. Y arcadas otra vez. Así que simplemente salí del jardín con prisa, escuchando una risilla musical a mis espaldas que se taladraba en mi cabeza. ¿Por qué se reía? ¿qué estaba haciendo? Volvía a tener la misma sensación agobiante que había tenido hacía unas noches. Necesitaba mojarme. 

Estuve el resto de la tarde inquieto, sin pisar mi casa. Me paseaba por Manchester sin rumbo fijo, temblando a veces y fumando como no había fumado en mi vida. Tenía muchísimas cosas en la cabeza, frases inconexas, imágenes, y una sensación muy desagradable de asco. Estaba en una tienda y veía el pelo de Rose, húmedo, cayendo por su espalda hasta llegar a la curva del final de su espalda. Sacudía la cabeza y me volvía a encender un cigarro. Quedaba con los amigos y los imaginaba como a los cretinos que estaban espiando en el jardín. No podía. Si hubiera sido por mi, hubiera cogido un vuelo a las Canarias para no estar cerca de Manchester ni nada que me recordara a mi hermana. Me encontré con un tío que me dijo que Liam me estaba buscando, pero no le hice ni caso, porque lo último que necesitaba era encontrarme a Liam. Quizá le arreaba un puñetazo si me venía ya en plan chulo. Al final, fuimos a tomar unas pintas a un pub del centro, donde todo el mundo no paraba de hablar de la fiesta de aquella noche. Para colmo, Louise no vendría porque tenía turno de noche. Quizá lo mejor sería quedarme con ella, esperarla en su apartamento hasta que volviera y quedarme ahí el resto de días que estuviéramos en Manchester. Si, eso sería lo mejor.

Al salir del pub me despedí de mis colegas, que se volvían para Burnage y yo me dirigía hacia el trabajo de Lousie para que me pasara las llaves. Joder, ¿iba a contárselo? No, aunque fuera la persona con la que mejor me entendía, no tenía sentido contárselo ¿y si pensaba que estaba enfermo? ¿y si lo estaba? Levanté la mirada y me encontré con un poster enorme. Volví a mirarme los zapatos. Sería mejor que me callara esto. Primero, porque ni siquiera yo podía entender qué estaba pasando, como para hacérselo entender a los demás. Lo más seguro es que fuera el día, hacía mucho calor y eso. En el paso de cebra miré a ambos lados y me encontré con que en la pared de enfrente había otro de esos posters enormes. Crucé y volví a sumergirme en mis pensamientos. Sin querer, volví a acordarme del sueño del otro día y me entró un escalofrío.  Suspiré y torcí a la derecha, por un callejón estrecho que me llevaba hasta la calle del trabajo de Louise, y entonces alcé la cabeza. Aminoré la marcha y miré a todos esos pósters enormes que cubrían casi en su totalidad las paredes del callejón, superponiéndose unos sobre otros, con diferentes estilos de letras, enormes. Y todos ellos con las mismas palabras impresas.

"Morning Glory."





(What's the Story) Morning Rose?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora