Capítulo 15: Ángel sin alas

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-Chicos ayudadme, por favor.

Berto no dudo ni un solo momento a colocar un brazo de Ángel encima de su hombro. Finalmente con la ayuda del camarero la muchacha pudo terminar de levantar del todo a su profesor de literatura.

-Por Dios Ángel ¿qué te ha pasado?- Pareció cómo si Desiré nunca le hubiese hablado al mestizo, la ignoró completamente.

-¿Porqué no miras al suelo?- Daniela se cruzó de brazos mientras rodaba sus ojos.

Desiré se volteo al momento y divisó una botella de whisky de la marca JB y justo en frente varias monedas que le habrían tirado la gente al ver su lamentable aspecto. Ángel vestía con una camisa de lino blanca, machada y sudada por todas partes. Su pelo estaba más oscuro de lo normal, eso marcaba que no se había duchado en días. Desiré había intentado encontrar sus ojos para saber si las tenía dilatadas, pero su aliento a alcohol le afirmaba que iba ebrio.

-Berto ¿nos puedes acercar hasta su casa?

-Claro, vamos.

-¿Nos? Espero que nos añada a los tres también en ese nos.

-Daniela, por favor. Ahora no.- Aunque el mayor peso del cuerpo medio dormido de Ángel lo llevase Berto, Desiré notaba cómo sus rodillas no podrían aguantar mucho tiempo esa presión de setenta quilos.

El cuarteto de amigos juntos con su profesor de literatura caminaron hasta el aparcamiento que había encontrado dos manzanas más abajo. Ese trayecto fue un horror para Desiré, ver cómo miles de ojos miraban con repugnancia del hombre que estaba completamente enamorada, le entraban unas inmensas ganas de clavar las horquillas que utilizaba Daniela para el muñeco vudú de Félix en los ojos de cada persona.

Cuando llegaron al Ford Focus azul marino de Berto sentaron a Ángel atrás al lado de la ventanilla por sí se despertaba y vomitaba. Desiré iba sentada a su lado y Diana los acompañaba. Daniela iba de copiloto y realmente Desiré lo prefería así, no soportaba escuchar las palabras que estaba empleando para cualificar al mestizo.

-¿Sabes llegar hasta su casa?

-Sí, yo te indicó.- La respuesta de la muchacha de cabellos oscuros hizo fruncir el ceño de la Desvergonzada del grupo. Desiré intentó ignorarla durante todo el camino, sabía que su actitud se debía por lo que Ángel le había hecho a ella la noche de la fiesta.

Una vez en el portal de los bloques del piso dónde vivía el mestizo, Berto la ayudó a subir por las escaleras. Ángel todavía parecía estar bastante confuso, realmente Desiré creía que no tenía ni idea que ella estaba allí con él, ayudándole. La muchacha buscó en los bolsillos de su profesor de literatura las llaves de casa, que por suerte llevaba. Una vez dentro, Desiré notó cómo si alguien le hubiese bañado en gasolina y encendiese delante de ella la chispa de sus recuerdos. Haciendo que arda de dolor tanto físicamente cómo mentalmente.

-¿Qué hacemos con él?- La chica miró a su amigo.

-A la bañera.

Desiré y Berto lo llevaron hasta el cuarto de baño. Ayudaron a desvestirlo hasta dejarlo en ropa interior (la cuál también estaba sucia). Una vez casi desnudo lo introdujeron dentro de la ducha. Desiré reguló el agua a fría y al primer lugar dónde fue a rociarle fue en la nuca. El mestizo con el contacto del helado líquido levantó su cabeza ligeramente y desprendió un gruñido.

-Voy a buscarle ropa limpia. Síguele aguantando el teléfono de la ducha, no creo que pueda sostenerlo por si sólo.- Y de esa forma, Desiré y Ángel se quedaron a solas. O al menos una parte de Ángel que comenzaba a despertar poco a poco.

-Estás loco.- Fue lo único que pudo susurrar la muchacha mientras pasaba el chorro de agua junto con sus dedos por el pelo enredado de su ángel protector. Escuchó un especie de sonido que salía de la garganta del mestizo, cómo si intentase decirle algo a la joven, pero seguía demasiado desorientado para emitir palabras al aire.

Perdona pero, te vas a enamorar de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora