La única actividad que realicé con mi teléfono la última media hora, fue mover la pantalla principal de un lado a otro. Levanté la vista del aparato y encontré que Michelle seguía concentrada en su libro. Cada vez que el almuerzo concluía, ella utilizaba el tiempo libre en venir a la biblioteca para entretenerse con la lectura. Al descubrir esto, empecé a venir aquí también. Una frustrante necesidad en mí de querer estar cerca de ella me empujaba a hacerlo muy en contra de mi verdadera voluntad.
Después de reencontrarla, estuve perdido. Esperaba una reacción violenta de mi parte, incluso la esfumación del límite que se interponía entre la destrucción total y yo... pero no. Simplemente me encerré en mí mismo. Ni siquiera sufrí pesadillas porque no dormí mucho y cuando lograba hacerlo el cansancio apagaba mi cerebro por completo. Estas dos últimas semanas no tuve mucha noción de lo que ocurría afuera.
Pero ahora, un nuevo sentimiento me traía a la vida otra vez: la curiosidad. Porque Michelle y yo habíamos intercambiado rápidas miradas por encima de las mesas y los libros de la biblioteca, y aun así ninguna expresión de reconocimiento impactaba su rostro. Al principio pensé que solo no me asociaba con el recuerdo de esa situación que posiblemente la torturara todos los días.
Ayer, en clase de salud, ella estaba en la misma fila de bancos que yo, y no paraba de charlar con sus amigos. El profesor, harto, separó a su grupo, llevándosela al otro extremo del salón de clases. La observé (porque era la única cosa que hacía en las clases) como garabateaba algo en un papel, lo hacía un bollo y dispuso su brazo para lanzar la nota a su amigo. Me acomodé hacia el frente para que no me notara, pero su tiro falló y su recado golpeó mi nuca. La miré, y ella fingió examinar una mancha de humedad en la pared. No tardo mucho antes de que llevara sus ojos a mí de nuevo, y cuando hicimos contacto visual, sonrió nerviosamente.
Lo supe.
No me recordaba.
No me recordaba en absoluto.
La lluvia seguía cayendo y se podía apreciar el sonido de las gotas golpeando el techo. Michelle se apoyó en el respaldo del asiento, dejando a la vista la tapa del libro que capturaba su atención. Se trataba de Romeo y Julieta. Bueno, yo no sabía una mierda de ellos pero sé que su historia es un clásico, y que Leonardo DiCaprio actúa en su película (mi prima solía dejarla cuando la pasaban en el cable). Como muchas otras veces, una reacción en mi cuerpo me incitaba a levantarme y acercarme a hablarle, pero no me atrevía. Si ella no me reconocía ahora, lo haría en cuanto le dijera mi nombre, y no quería cagarla así después de ver cuan normal y feliz era la vida que logró construir.
Una pequeña sonrisa curvó sus labios y suspiró. Eso fue más de lo que mi impulso pudo soportar.
Me encontré parado a su lado antes de saber lo que estaba haciendo, y cuando levantó sus ojos y los fijo en los míos, me quedé sin aire.
¿Pero qué carajo estoy haciendo?
-Ambos mueren.
Solté lo primero que vino a mi cabeza al recordar el libro en sus manos.
Soy tan estúpido. Voy a golpearme muy duro a mí mismo cuando salga de aquí.
Pero lo sorprendente era que no me sentía de esa forma por estar arriesgándome a lastimar su presente con nuestro pasado, si no que me molestaba sentirme vulnerable frente a su reacción, como si me preocupara no impresionarla.
Un punto más de estupidez para este idiota.
Entonces Michelle levantó sus cejas, y dijo:
-¿En serio? ¡No tenía idea! ¿Cómo?
Su contestación me relajó al instante.
Estaba enfrentándome con la normalidad que nadie utilizó nunca para dirigirse a mí.
Me encogí de hombros y recordé la película que Mandy adoraba:
-DiCaprio se envenena a sí mismo y la otra era una actriz terrible.
Afirmé.
Sus ojos se disiparon de la molestia que antes denotaban y sonrió. Mostró sus dientes con genuina diversión. Me estaba sonriendo a mí. Algo falló en mi corazón, seguramente fueran los nervios de esta extraña situación, pero entonces me encontré devolviéndole la sonrisa.
Yo. Estaba mostrando una verdadera sonrisa. Yo.
-Eres Justin ¿cierto?
Inquirió, cerrando el libro y corriendo la silla que se encontraba a su lado.
Me senté porque entendí la indirecta, pero también porque mis piernas no parecían tener fuerza suficiente para sostenerme por más tiempo.
-Si. Justin Bieber.
Respondí, evitando mirarla.
-Yo soy Michelle. Y ni se te ocurra llamarme Michelle. Soy Michi.
Se presentó, como si nada.
Fruncí el ceño confundido, pero ella siguió hablando:
-Nunca te veo acompañado de nadie. No sé si eres uno de esos solitarios o si los rumores que dicen sobre ti son ciertos, pero la verdad no me importa, serás más que bienvenido en mi grupo.
Por más que esto fuera totalmente retorcido y no entendiera porqué las cosas estaban dándose así, sonreí todo el tiempo que estuvo contándome cosas de sus amigos, gesticulando con sus manos y su cara. Como siempre lo hizo.
-Y ten por seguro que tú puedes arruinarme el final de cualquier libro cuando quieras.
Bromeó, levantando el ejemplar de Romeo y Julieta que reposaba frente a ella y empezando a reír.
Es hermosa.
Lamí mis labios y asentí.
-Lo haré.
Love is Possible (Bieber is Back #2)
Tatiana Romina
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Love is Possible -《Bieber is Back 2》
Novela JuvenilJustin Bieber es un adolescente atormentado que anhela su propia destrucción. En la secundaria, se reencuentra con lo único de su horrible pasado que nunca quiso olvidar: Michelle Mileston, su mejor amiga de la infancia. Ambos se involucran en u...