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Pandora tenía cinco años cuando conoció a su mejor amiga, Gloria. Se chocó con la madre de esta, y las dos cayeron al suelo. La madre de Gloria empezó a llorar, y Pandora se asustó. Buscó ayuda en la otra niña, y ella simplemente la miró, con unos ojos profundos.

Después de que la madre de Gloria dejase de llorar, fueron a jugar al parque. En unas horas, se hicieron amigas. Cuando ella murió, Pandora estuvo para su amiga. Alquilaron un apartamento en el centro de la ciudad, y buscaron empleo, encontrándolo en un ultramarino bastante visitado en antaño.

Gloria nunca tuvo lo que puede considerarse, ''madre''. Así que, Pandora, asumió ese papel. La verdad es que la tenía cansada en ese aspecto, pero no lo quería admitir.

Alguien sabía todo esto. Alguien conocía todas las inquietudes que Pandora tenía.

Y le gustaba lo que veía.

Carne fresca.


La chica rubia dejó la bolsa de la compra en el suelo de la cocina.

El chico rubio clavó la navaja en la ardilla.

La chica rubia se desmayó en el acto.


-¿Estás bien? -preguntó Pandora a su amiga, cuando vio que abría los ojos.

-¿Qué ha pasado? -respondió ella.

-Te has desmayado.

Gloria observó a su amiga. Tenía ojeras, y hoy no llevaba maquillaje, dejando ver marquitas y granitos en la piel de su cara.

Parecía cansada, pensó.

Sin embargo, decidió no darle importancia.

-¿Te fijaste en el chico del otro día? -preguntó la rubia, rato después. Estaban en el sofá, viendo la televisión, aburridas.

-¿Cuál?

-El que tenía pintas de vagabundo.

-¿Alto y rubio?

-Sí.

Pandora calló un momento.

-Era raro -concluyó.

Y tan raro.

-Me preguntó que si quería salir a tomar algo.

Pandora miró a su amiga atentamente.

-¿En serio? -cuestionó. Gloria asintió.

En ese momento, llamaron a la puerta.


Anteriormente se había prometido no volver a la ciudad. Sin embargo, ahí estaba. Vagando, otra vez, sin rumbo, sin destino, guiándose por su, otra vez aparecida, ansiedad. Esta le llevó hasta un bonito parque, mediana mente lleno. Esta le llevó a mirar a un niño, cómo caía al suelo, desde un árbol, y se partía el brazo. Miró la escena, atentamente, fijándose en cada movimiento, en cada muestra de dolor, en todo. Llegó la madre, que cogió al niño en brazos, intentando calmarlo, con palabras dulces.

A él le hubiese gustado que su madre se comportase así cuando también se calló desde un árbol, cuando lloró y lloró hasta que se quedó sin lágrimas. Recordaba a su madre mirando desde la ventana, impasible. O quizás no.

Qué importaba.

Siguió con la mirada a la mujer, hasta que quedó fuera de su vista. Se sentó en el suelo, apoyándose en el tronco del árbol que el pequeño había caído. Y siguió observando.


-¡Mamá! -exclamó Pandora, al ver quién era la visitante. Esa palabra puso la piel de gallina a la otra chica, la cual trató de olvidarse de la suya.

La madre de Pandora y Gloria nunca habían congeniado del todo. No es que se cayesen mal, ni mucho menos. Simplemente sus maneras de ser eran demasiado adversas como para establecer una conversación que no resultase incómoda. En cierto modo, gracias a esta situación, se tenían un cariño y aprecio peculiar.

La chica de pelo negro abrazó a una mujer que rondaba los cincuenta años, bajita y un tanto regordeta (en lo único que se diferenciaban físicamente era en estas dos últimas cualidades). A continuación, la mayor abrazó a Gloria. Le pareció extraño, pero pensó que probablemente le habría echado de menos.

Se sentaron en el sofá, y hablaron de cosas triviales, de cómo le iba la vida a cada una, y de sus sentimientos. La chica rubia no tenía nunca demasiado que comentar en estas conversaciones, a si que siempre se quedaba callada, mirando a la ventana. No era un ventana enorme, ni demasiado pequeña; estaba completamente limpia -así le gustaban las cosas a su mejor amiga-. Era la única lámina de cristal de la casa por la que se podía ver el bosque, en la lejanía. Tan oscuro, tan frío, tan... horrible. Se estremeció gracias a aquellos pensamientos. ¿Cómo aquel chico podía soportar vivir en un sitio así? ¿No tenía padres? ¿Algún familiar? Después, recordó lo que le provocaba, y todo volvió a su sitio.

Nadie debería acercarse a Luke, si no quería problemas.



part iiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora