No había nada ni nadie que pudiera realmente hacerla feliz, es posible que la alegría invadiese algunos momentos de su vida, pero al contrario de lo que muchos creían, ella no era feliz.
No era que tuviese miedo de empezar de cero, sino de que le ocurriera lo mismo de nuevo. Tenía miedo de amar, de volver a sufrir, cuando ella lo consideraba innecesario, pero, lo que ella no sabía, o quizás de lo que no quería darse cuenta, era, que para recibir algo había que darlo primero, «es como un negocio», pensaba, para que salga adelante, primero había que invertir; pero estaba cansada de dar sin recibir nada a cambio, y en el fondo ella lo sabía, todo había sido culpa suya. Había dado a gente que no tenía alma, que ni siquiera tenía una pizca de amor para entregarle.
Así que, tomó la primera opción, y comenzó de nuevo, teniendo como conciencia a la razón en vez de al corazón, así pues, se convirtió en una persona fría, distante, y con dificultades para comunicarse, y sobre todo, que no confiaba en nadie.
Pero conseguir la felicidad tendría un coste...