XXV (parte II)

1.5K 81 36
                                    

Kate.

Recuerdo que cuando era pequeña solía enojarme una gran cantidad de veces con mamá, la razón siempre fue la misma: trabajaba demasiado.

Llegué a odiar su profesión, me quejaba constantemente con mi padre y con Lou, ya que incluso cuando estaba aquí, solía salir corriendo cuando había alguna clase de emergencia que requiriera su presencia inmediata.

Una noche decidí esperarla despierta. Sabía que ése era el día en que regresaba a casa después de haber cumplido las horas que le designaban de guardia en el hospital, así que esperé... esperé a que Lou se quedara dormido y a que mi padre cerrará la puerta de su habitación para poder escabullirme hacia la estancia, dónde mamá sin duda notaría mi presencia.

Al llegar la media noche, mamá apareció... luciendo ligeramente ojerosa y despeinada; sin embargo, la sorpresa en su mirar al encontrarme sentada y envuelta en mi cobija de princesas no abandonó su rostro por un buen rato.

-¿Qué haces aquí a éstas horas, campanita? –preguntó con cierto reproche impregnado en su voz.

-Te esperaba, mami –respondí somnolienta. Su rostro se relajó un segundo después de observarme bostezar-. Tengo que hablar contigo.

-Ya veo- asintió ligeramente divertida-. ¿Y qué es eso tan importante que tienes que decir que no pudo esperar a mañana en la mañana?

-Bueno, quiero hablar contigo sobre tu trabajo... no me gusta tu trabajo, Boo y yo te extrañamos mucho, y sí, sé que papá está con nosotros, pero tú siempre nos haces falta. He decidido que debes renunciar lo más pronto posible –hablé sin poder interrumpirme a mí misma, sin dudas ni titubeos. Mamá abrió los ojos con gran sorpresa, frunciendo levemente el entrecejo. Algo en mí terminó por romper su compostura, y comenzó a reír.

-Campanita, no puedo renunciar a mi trabajo...

-Sí puedes, he visto que en la televisión renuncian fácilmente. De hecho ahí todo es fácil.

-Kate, todo lo que ves en televisión es ficticio, no existe. Papá y yo te lo hemos explicado. No puedo renunciar así como así a mi trabajo; estamos hablando de un asunto serio.

-Pero... ¿qué hay de nosotros? –murmuré dolida. En ése momento sentí que para ella lo más importante era su trabajo, y que nosotros estábamos en segundo plano.

-Es por ustedes por quienes trabajo. Katie, ahorita eres pequeña y no te das cuenta de muchas cosas que hacemos los adultos por el bienestar de nuestros hijos. Pero puedo asegurarte que no hay nada ni nadie que me importe más que tú y tu hermano.

-Y papá –agregué. La mirada de mamá se desvió por un instante, perdiéndose en algún punto detrás de mí. Finalmente asintió y se acercó a mí, levantándome en sus brazos.

-Y papá -accedió depositando un beso en mi frente-. Recuerda que mamá se encarga de reparar las tonterías que cometen algunas personas, poniendo en riesgo sus vidas y las de otras personas, además de que puedo ayudar a aquellos que no se sienten bien, y no pueden continuar con sus vidas del modo en que nosotros lo hacemos. Siempre es bueno ayudar a los demás, Katie. Yo no he criado a una niña egoísta, eh campanita. No me defraudes.

Asentí una vez más, metiendo mi rostro avergonzado en el hueco entre su cuello y su hombro.

-Ahora bien, tú y yo debemos ir a la cama a dormir, ¿te parece?

-Con una condición, mami.

-¿Cuál sería esa condición?

-Ya que no renunciarás a ser doctora, tienes que hacer que la tía Karen deje jugar a Liam hasta más tarde aquí en casa, conmigo y con Lou.

El ¿Odioso?... Amigo de mi hermano. (Liam Payne).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora