Mi nombre es Ast.

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El recuerdo más lejano que Ast tenía no era el más lindo del mundo. En ese entonces, aún no llevaba ese nombre, la conocían de otra forma, una que nunca más quiso volver a oír, inclusive cuando no llegó a comprender cómo era. Una mujer la tenía en brazos y la arrullaba esperando a que se durmiera. Ella era apenas una bebe de un año de edad. Luego vino aquel hombre, ella cree recordar su voz llamándola "hija", pero ella no cree que él fuera digno de llamarse su padre y a tan corta edad, los recuerdos siempre se ven un tanto borrosos.  Ese hombre la arrancó de esos brazos que la cobijaban haciéndola irrumpir en llantos mientras se rebatía para volver a aquellos brazos que le brindaban tanto calor, insistía en que era para asegurarle una buena educación, no confiaba en que su esposa fuera capaz de aquello, no con todas sus obligaciones. Quería lo mejor para su hija. Todo era una excusa, un embuste tramado para asegurarse de que su esposa lo atendiera, no confiaba en que ella pudiera distribuir su atención entre ambos, y teniendo que elegir entre la criatura y sí mismo, se escogió a él.  Se encargó personalmente de llevarla hasta un orfanato y dejarla en la puerta. Conociendo a su mujer como lo hacía, no dudaba de que ella querría ir a visitar a la niña, razón por la cual volvió llorando a la casa y desesperado le dijo que la pequeña había muerto en sus brazos, le dijo que no había sufrido, simplemente pareció dormirse y cuando quiso despertarla ya no latía su corazón. Su mujer, desconsolada y sintiéndose culpable por no haber podido tener una hija sana, decidió dedicarse plenamente a la atención de su marido, no permitiría que también pereciera por su falta de cuidados.

Pasó poco tiempo desde que la niña entró hasta que salió. Apenas había aprendido a hablar cuando una familia decidió adoptarla, había cumplido recientemente sus 4 años. La gente del lugar no pudo negarse, la niña era una huérfana más, y a pesar de que tenían una conexión muy fuerte con ella, sabían que lo que necesitaba era una familia, ya podía prescindir del cariño de aquellas monjas. La pequeña juntó en silencio sus pocas pertenencias y salió por la puerta. La nueva familia era muy cariñosa y no dejaba de mirarla con atención. Al llegar a la casa, ésta estaba repleta de símbolos y objetos extraños. Ast no se animaba a preguntar. Había llegado al hogar de los alquimistas. "Bienvenida a tu nuevo hogar, Ast" Dijeron rebautizándola bajo ese nombre. No era un nombre elegido al azar, Ast o también llamada "La gran Maga", fue el nombre con el cual se hizo llamar durante el resto de su larga vida.

El llanto de su madre tras perderla la despertó muchas noches cuando era aún una niña. Era una especie de pesadilla recurrente, lo que provocaba que aquel primer recuerdo nunca desapareciera de su mente. Sus padres, preocupados, la instruyeron para controlar aquello, no querían que su pequeña sufriera. Le enseñaron a dominar los siete chakras, cosa que le costó un buen par de años en poder trabajar al completo, pero aún seguía siendo joven, la ventaja de haber iniciado en la vida del alquimista a tan corta edad. Cuando tuvo edad para ser entregada en matrimonio, a eso de sus dieciséis años,  ya los dominaba por completo. Fue entonces que comenzaron a enseñarle la práctica de la transmutación. No le fue sencillo, pero tras varios años de práctica pudo conseguir algunos buenos resultados. A pesar de todo, sus intentos la dejaban agotada, requería de mucha energía para conseguirlo y luego de un muy largo descanso para recuperarse. Fue por eso que luego, cuando su madre murió, tardó en enterarse de ello, había quedado agotada tras varias sesiones. Ella había estado descansando mientras su madre seguía buscando algo con una intensidad excesiva. Quería crear una máquina capaz de llevarte de un sitio a otro en un santiamén. Un desperfecto en los cálculos de este artefacto produjo una explosión que le costó la vida. Al enterarse, Ast decidió continuar con el trabajo de su madre en el taller. Tomó los planos y comenzó a revisarlos para encontrar el error y saber en qué había fallado.

Mientras tanto, su verdadero padre decide que era el momento de buscar a su hija y sacarla del orfanato, la pediría en adopción. Habían pasado ya muchos años y debía de ser toda una señorita, preparada para hacerse cargo de una familia. Pero al llegar y no hallarla, se preocupó. Ninguna de las niñas tenía sus rasgos ni los de su esposa. Ninguna era SU hija, por lo cual, solo pudo pensar que realmente ella había muerto. Vuelve cabizbajo a su hogar y decide que pasaría el resto de su vida entristecido por la noticia y sabedor de que todo era su culpa. Le había causado sufrimiento a su mujer y a su hija, y a la última, incluso le había causado la muerte.

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