Le temblaban los dedos, sus uñas penetraban en la madera mordida del lapicero. Una y otra vez volvía a golpear la goma trasera contra la mesa mientras miraba taciturno al techo. Sus ojos iban cambiando de cromatismo a medida que el Sol se movía entre las blancas cortinas de tela de la habitación. Al rededor de su escritorio caían sus ideas despellejadas convertidas en virutas de goma. Seguía mordiéndose sus labios, reacio a mirar, a enfrentarse a aquello que tanto le atemorizaba. En las raíces de sus capilares se desprendía una gota de sudor suicida contra sus cejas, sus pómulos, su mueca de estrés, el dedo asesino que la apartaría de su camino. Seguía apartando la mirada del pozo de insatisfacción que tenía entre sus brazos. Se distraía mirando la ventana, envidioso de la perfecta naturaleza de la que nos quisimos desprender. El éxito a distancia de una idea, de varias trazadas de grafito. Sus ojos parecían ir descendiendo hacia su presa de fibra, acariciando la pared, adentrándose de nuevo en su escritorio, el boli, las anotaciones de la mesa, los raspones del tiempo y esa hoja en blanco que le ahogaba con su brillo. No saber quién era, qué sentía, sus motivos de existencia, a quién quería, qué le quitaba el sueño por las noches, solo blanco. Nada para taparlo salvo el arte, y éste no parecía desprenderse de sus dedos. A esto se temía verse reducido, después de tantas conversaciones, tantas distracciones, tantos fuegos artificiales, al nulo pensamiento. Antes jugaba con juguetes y ahora la norma era jugar con las palabras. Se había cansado de ellas, de repetirlas en el mismo orden con la misma fórmula, hasta olvidarse de lo que quería decir. Pretender comprar amigos, vender con frases, dar valor monetario a algo que no le pertenece ni le podrá pertenecer. Seguir el juego a la sociedad, construir la historia que todos olvidarán, sentirse especial sin ser nadie en absoluto. Quiso estampar el lapicero contra su papel hasta convertirlo en plastilina. La presión, su existencialismo, el odio, el remordimiento, su desaparición, su mente ingrávida sin ideas que la diesen un peso. Y en ese instante, las paredes de su habitación acontecieron a la mayor acuchillada del hombre a un papel. Lágrimas de impotencia cayeron pintando la hoja. Y ésta es la historia del cuadro más caro del mundo.
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El Caos de tus Pupilas
Short StoryRelatos cortos distintos a la norma de Wattpad, no te dejarán indiferente. Comienza por el que más te llame, no tienen conexión entre sí.