18. Enfrentando a tus demonios.

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Emilia's PoV.

Si queremos seguir adelante, hay que hacerlo juntos, yo te voy a ayudar, ¿vale? No importa lo que pase, me quedaré a tu lado siempre, hasta que todo esto acabe y seas totalmente feliz de nuevo. Es una promesa, y no estoy dispuesto a que me niegues eso.

Aún tengo sus palabras en mi cabeza, rondando constantemente mi memoria. No me creo que eso haya pasado ayer, me parece casi un sueño. Pero despierto, y el sentir la aspereza de las vendas en mis nudillos y al abrir los ojos, verlo atravesar mi puerta, no me deja ninguna duda de que es real. Él ha estado aquí, me ha visto derrumbarme y me ayudará a levantarme. Dios, es una de las mejores personas que he conocido en mi vida. ¿Por qué no hay más como él en el mundo?

—Buenos días, ¿dormiste bien? —saluda. En sus manos trae una bandeja que contiene lo que supongo es mi desayuno. La deja en la mesita al lado de mi cama y toma mis manos para revisarlas.

—Bien, están cicatrizando, eso es bueno. Come algo y vístete, tengo que mostrarte algo —deja un beso en mi frente y sale cerrando la puerta.

Me quedo sentada en la cama un momento tratando de procesarlo todo. ¿Cómo dejé que alguien se metiera de esa forma a mi vida? No me reconozco y definitivamente ni yo me entiendo. Tiempo atrás no habría permitido que eso pasara.

Me levanto, me estiro un poco para después ir al baño. Me muero del susto cuando, al verme en la pared, me doy cuenta de mi aspecto, y me da vergüenza que Joseph me haya visto así. Tengo los ojos hinchados, tanto que parezco una rubia asiática, mi cabello está desordenado y llevo puesto uno de mis gigantescos abrigos, que casi parece que no llevo nada más.

Por cierto, amo estos abrigos. Siempre los compro en tallas tres veces mayores que la mía, y también, iba a la sección de hombres en las tiendas para conseguir algunos. A veces esos son más cómodos, pero nunca uso ninguno fuera de casa. Sirven exclusivamente para quedarme sin hacer nada en días fríos, para leer o como pijama para dormir. Era mi pequeño capricho secreto.

Me arreglo lo más que puedo, como lo que Joseph me ha traído en la bandeja y cuando termino todo, bajo con ella en mis manos. Apenas pongo un pie en la planta baja, Shaun me abraza las piernas, desequilibrándome un poco. Por suerte, Jane agarra la bandeja antes de que algo caiga de ella y se la lleva a la cocina.

—Hey, buenos días —lo saludo revolviéndole el cabello —¿Qué te pasa, por qué el entusiasmo? ¿Carmen te dejó ponerle más azúcar al jugo o qué? —río, el también. No responde, solo me mira con una sonrisa en su cara y desaparece con rapidez a la cocina.

—Déjalo, solo está feliz —me dice Joseph, que ha visto la escena.

—Supongo... Bueno, ¿qué era lo que querías mostrarme?

—En sí, nada. ¿Recuerdas algo de lo de ayer?

Hago una mueca, claro que lo recuerdo. Él supo toda mi historia, y me prometió ayudarme a sobrepasar todo esto. Pero aún me siento cohibida por la forma en que lo hice, no me gusta descontrolar mis emociones. Detesto no tener el control de eso, sin embargo, no es algo sobre lo que realmente tengo poder de control.

—Sí, recuerdo una promesa —mascullo.

—Exacto, y voy a empezar a cumplirla —me toma del brazo y me lleva al porche de la casa.

—Empezaremos por aquí... —me dice al detenerse frente al objeto en la acera.

—No, empezaremos por otra cosa pero no por aquí, aun no estoy lista para esto —respondo nerviosa y temblorosamente.

—Lia, si deseamos acabar con esto, si TÚ deseas acabar con esto, hay que empezar por aquí. Uno de tus mayores miedos... —dice.

Trago saliva, apretujo su mano y finalmente asiento. Siento que puedo desmayarme en cualquier momento y el nudo en mi garganta está cada vez más apretado. Me mira en busca de una señal o algo que nos impida seguir, pero no encuentra nada.

Un corazón por sanarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora