I [Mi vida]

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*Narra ________*

Siempre he sido una persona incapaz de sentir cualquier emoción u afecto por alguien, tal vez por eso nunca he sentido ese sentimiento al que llaman ¿amor?.
¿Era así?, creo que sí...

Mucha gente lo encuentra maravilloso e increíble, tanto que ni siquiera ellos mismos sabrían siquiera explicarlo ya que para cada uno es un mundo totalmente distinto.
Quizás por eso es un tema tan desconocido y tan absolutamente subjetivo, nunca podrás saber qué es hasta que lo vivas por tu propia cuenta.

Aún así, eso no quiere decir que yo no haya sacado ya mis propias conclusiones, todos tenemos nuestra propia forma de pensar y la mía quizás es algo más negativa en comparación al resto. Para mí siempre ha sido un sufrimiento continuo, un auténtico cuento de hadas aunque a veces no pierdo la esperanza y pienso que ese sueño puede volverse realidad y que todavía no se ha cumplido porque no he encontrado a la persona correcta. Pero cada vez que digo eso, mi teoría se desmorona por completo. A veces no sé si pensar si el amor de verdad sería algo para mí...

A mis 27 años de vida, he salido con montones de chicos.
Pero no uno, ni dos, ni tres sino decenas de ellos y con todos ellos igual: "No es por tí, es por mí...", "quien bien te quiere te hará llorar", "no eres mi tipo pero eres una belleza de persona" y una gran variedad de excusas más que podría seguir nombrando hasta que One Piece termine.

Aun así, me acuerdo de una vez en la que todo esto fue al revés, cuando un chico en concreto me resultó bastante interesante hasta el punto de atraerme por completo. Y creo que yo también le gustaba a él. Aunque quien sabe, tal vez fuera por mis hormonas las cuales estaban un tanto revolucionadas por aquella época y sólo era fruto de mi imaginación. El caso es que aquel chico, era muy especial pero también me hizo mucho daño. Pero no por culpa suya, sino mía...

Cuando sucedió todo aquello, me encontraba en bachillerato, a principios de primero. Recuerdo perfectamente el día en que él vino como un alumno nuevo a nuestro instituto.
Había viajado desde Madrid hasta Valencia, mi ciudad natal, ya que habían trasladado a su padre a una oficina situada justamente en el centro.

Tez pálida, cabello algo largo de color azabache y de cuerpo alto y delgado. Aunque al presentarse a la clase se notaba cómo unos ligeros tembleques dominaban su cuerpo y él intentaba controlarlos.
Me dió la impresión de ser un chico tímido, alegre, simpático y tal vez, algo guapo. Aún así, ese último aspecto no era algo que me importara mucho en esa época.

Al principio le costó bastante adaptarse al centro, a sus nuevos compañeros, materias, horarios... aunque creo que era de lo más normal, tenía pinta de estar muy desubicado. Y por eso, decidí acercarme a él, quería que se sintiera cómodo y que incluso nos pudiéramos a llegar a convertir en amigos.

Asi que poco a poco se cumplió mi deseo y fuimos formando un pequeño pero unido grupo junto a algunos compañeros más. Siempre había sido la única chica del grupo pero no me incomodaba, al contrario, prefería eso a tener que estar con las demás chicas que eran bastante chismosas y alejadas de mi ideología.
Solian llamarnos frikis o raros y todo esto simplemente por el hecho de que nuestros gustos fueran algo diferentes a los del resto. Solíamos ver anime, leer manga o jugar de vez en cuando algún que otro videojuego.

A pesar de sufrir tantas burlas e insultos, aquello nos daba igual, éramos especiales a nuestra manera, eso era lo que importaba. Me sentía orgullosa de tener unos amigos tan especiales como los que tenía y de haber podido entablar amistad con aquel chico nuevo.


Entonces, no sé cómo pero me empezó a gustar, tal vez porque era como yo y aceptaba mi forma de ser, cosa que era muy difícil normalmente con el resto de chicos a excepción de mi grupo.
Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, me surgía un intenso dolor en el pecho, indocándome que aquella relación me resultaba algo más que amistad, por lo que poco a poco fui tomándole afecto, hasta que un momento llegó a ser demasiado. Todo lo bueno se acababa y lo sabía perfectamente, otra cosa es que mi corazón quisiera aceptarlo... Y qué seguramente llegaría un día, en el que nos tendríamos que alejar y olvidarnos.

Tras todos estos y muchísimos más sucesos típicos de esta complicada pero hermosa edad, llegó el ansiado día de graduación, el día en que cada uno tomaría las riendas de su destino.
Pero también, el principio del fin. Aquel día que sabía que iba a llegar pero que ni quería aceptar.

Asi que eso significaba que nuestros caminos se iban a separar completamente, y a pesar de haberlo premeditado todo durante casi un año, me fui sin haber tenido la ocasión de haberle confesado mis sentimientos.
El peor recuerdo que tengo de esos días, fue la despedida, un simple "Adiós, que te vaya bien", nada más, una palmadita en la espalda y cada uno por su lado.


- Ni un beso, ni un abrazo, un "te quiero" o un "no me olvides". Nada.
¡Absolutamente nada de nada! -grité mientras golpeaba la cama debido a los agridulces sentimientos de frustración y nostalgia que recorrían mi cuerpo-

- Hija, ya hemos hablado de esto... - recordó mi madre desde la cocina harta de mis paranoyas mentales-


Vale, me relajo, no me viene bien recordar que no se puede nacer en un shojo, y menos en España.


Sigamos con mi historia de desamor.

Él se fue a estudiar informática de nuevo a Madrid y yo, me quedaba en Valencia estudiando bellas artes.

Desde aquel día no lo volví a ver más, ni siquiera intercambiamos números de teléfono.
Al parecer esos dos años, todos aquellos memorables y alegres momentos, todas nuestras fotos, miradas, sentimientos,... no significaron absolutamente nada para él.

Me gustaría que algún día nuestros caminos se vuelvan a cruzar aunque solo sea para verlo de nuevo, con un simple segundo, me bastaría para no poder olvidarlo en toda una vida.
Te sigo queriendo y no puedo olvidarte, ¿cómo puedo lidiar con esto...?
No puedo sacarte de mi cabeza y cada vez que te olvido, no sé cómo lo haces que vuelves a entrar...

Cómo ya habéis podido presenciar antes, sigo viviendo con mi madre.
A veces pienso que soy un verdadero estorbo para ella y más aún cuándo me encuentro en este estado. Deprimida, recordando y peor aún, consumida por el terrible e imparable paro. Últimamente es muy difícil para una artista como yo encontrar un buen trabajo...


Años después, tras esta serie de preocupaciones, no sé cómo pero ha vuelto a nacer un amor similar a aquel dentro de mí, pero no es hacia una persona a la que pueda ser precisamente muy accesible. No es un "amor normal", es más bien lo que se llama "amor platónico".
Es un youtuber madrileño, su nombre artístico es Kalathras (de su verdadero nombre todavía no hay pista alguna).

¿Y por qué me gusta?
Me gusta porque los dos somos otakus y además, con cada vídeo suyo me hace más y más feliz haciendo que olvide mis numerosas preocupaciones de persona ya adulta. Hace que esa pequeña espina que tengo clavada en el corazón desaparezca momentáneamente, pudiendo sonreír y sentir que soy algo que perdí hace mucho, feliz.
Además tiene un carácter que me resulta algo familiar, pero no sabría decir conforme a qué, me resulta alguien muy especial.

Pronto va a venir a una expo en Valencia y no pienso cometer el mismo error que hace años, esta va a ser mi ocasión para poder conocerlo y sin contenerme, por loco que parezca, pienso declararme.

"Maldita sea, te amo..." (Kalathras y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora