Diecisiete.

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Pero antes de olvidarte del todo me gustaría confesarte una cosa...

A veces, me siento tonta porque yo fui la que dejé lo que tuviéramos, pero lo hice con la esperanza de aclararme y suponiendo que seríamos tan amigos como lo habíamos sido siempre.

¿No te acuerdas de aquellas tardes de hace tres años? Siempre hemos sido amigos, e incluso hasta hemos pertenecido al mismo grupo sin ningún problema.

¿Por qué ahora no puede ser así?

Es cierto que hace dos años, la primera vez que me dijiste que te gustaba estuvimos un tiempo sin hablar, pero luego comenzamos a llevarnos incluso mejor.

¿Sabes cuál ha sido nuestro problema? Ambos hemos sido muy sinceros, demasiado. Nos lo contábamos todo y a la primera de cambio, cuando te dije que no estaba preparada, te cansaste de esperarme, te cansaste de perder el tiempo por mí.

Pero si te digo la verdad, no te guardo rencor.

De hecho, ahora solo sueño con ver tus ojos de nuevo. En cada cara que veo, te busco, no sé dónde estás.
Ni si quiera sé dónde estoy yo. Huí, como hago siempre cuando se trata de amar. Tengo una forma un tanto peculiar de afrontar ciertos problemas.

Hace unos meses me dio por pensar cuales eran mis miedos: algunas personas temen a las arañas; otras, a la oscuridad, yo, en cambio, tengo miedo al amor. No quiero sufrir, por lo que hago lo posible por evitarlo.

Me pongo una máscara que solo me quito con aquellos que me conocen bien, y tú estuviste a punto de quitármela, no lo pude soportar.

Tengo miedo, porque sé que me estoy convirtiendo en una persona fría, pero no lo puedo evitar. No sé cómo evitarlo.

¡Quédate! Y ya veremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora