David mordió su trozo de tarta totalmente concentrado en ella, amándola con la mirada, saboreándola intensamente mientras Arthur jugaba con la cuchara dentro de la taza de té, esperando a que su amigo respondiera de una vez o a que se terminara la tarta, lo que llegara primero.
-¿Besarte? -Arthur asintió con el ceño fruncido. No se creía que Sam pudiera ser tan imbécil, ¿que quería besarlo? Sí, claro- ¿y qué hiciste?
-Reírme.
David asintió sin mirarlo en ningún momento y tal y como Arthur suponía, se terminó la tarta antes de volver a hablar, levantando la mirada entonces hacia él, con una sonrisita malvada en sus labios cortados. Era más que obvio donde había pasado la noche y por qué estaba tan relajado, o si no hubiera saltado cabreado en cuanto Arthur le había contado lo ocurrido en el hospital. Nadie había dicho demasiado acerca de lo del marisco porque estaba perfectamente, ni siquiera había estado un día allí y Sam y él había acordado no decirle nada a sus padres. Hacer como si nada hubiera pasado. A Sam le pareció una idea exageradamente buena, pero Arthur ignoró la efusividad de este por olvidar esa tarde.
-Le salió mal el plan, eh.
-¿Plan?
-Obvio, Arthur, seguro que tenía pensada alguna otra broma para ti.
Arthur dejó a un lado la taza y se apoyó en el respaldo de la silla, asintiendo. Claro, una broma, ¿por qué otra razón Sam le hubiera dicho aquello?
Los dos sonrieron, Arthur se sentía bien por haber pillado a Sam antes de que otro cubo de pintura cayera sobre él o algo mucho peor, solo porque a Sam le apetecía. Frunció los labios.
-Aunque no tendría que haber dado ese estúpido discurso de que estaba harto solo para eso.
-Era para darle credibilidad. -David movió la cabeza sonriendo como si él fuera un profesional -que no lo era- y se lo tuviera que explicar a su alumno para que lo entendiera, lo señaló con la cucharita que no había soltado en ningún momento y habló con obviedad- Si se hubiera lanzado a besarte hubiera sido bastante forzado, así que ha preferido tantear el terreno, ir poco a poco, como cuando te quieres ligar a un chica y le cuentas una trola para que te tenga pena.
Vale, en eso último David sí tenía algo de experiencia, aunque con su cara tuviera medio trabajo hecho. Quiso imaginar que aquello era mentira, pero por otro lado no encontraba otra explicación, así que suspiró e hizo caso a David. Sam solo quería gastarle una broma y Arthur no lo había dejado ni empezar.
-Es un imbécil, ni siquiera soy gay, ¿de verdad creía que iba a caer?
-Bueno, guapo es...
-¡David!
-Tú sabes que lo odio casi tanto como tú, pero hay que admitir que...
-¿Ahora te gustan los tíos?
David movió la cabeza bruscamente y lo volvió a señalar con la cuchara como si fuera una espada.
-Sea como sea, has superado al imbécil.
Asintiendo, Arthur cogió su cuchara y la junto con la de David, quien quiso comenzar una pelea entre las dos, pero Gustav llegó a ellos antes de que chocaran y estiró las manos para que se las dieran.
-Aguafiestas...
Arthur golpeó el hombro de David, riñéndole por hablar así de Gustav, quien se portaba con él como si fuera su abuelo o su tío, de los cuales no tenía ni un mínimo recuerdo. Puso los ojos en blanco cuando David fingió indignarse y se levantó para irse a su habitación.
-Bueno -cuando David canturreaba siempre era por algo- mañana es la boda.
-Ajá.
-Y...-subieron las escaleras sin prisa, sobre todo Arthur a quien comenzaban a molestarle las pausas de su amigo. Lo vio subir hasta arriba y esperarlo con las manos en los bolsillos- ¿vas a llevar traje? Porque mi madre ha visto unos geniales y podríamos ir esta tarde a comprarlos, aunque es un poco tarde pero...
ESTÁS LEYENDO
Hasta que el cuerpo aguante
Ficção AdolescenteArthur es un chico normal, con diecinueve años y estudiando en la universidad más barata de Londres, su único sueño es triunfar en la música. Pero su vida cambia cuando su madre se casa con el padre de Sam Lee, un arrogante cantante al que todos cre...