Tan cerca de la felicidad.

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Debo advertir que esta no es una historia romántica con final feliz.




Fue un día cualquiera, un martes para ser exacta, cuando todo esto comenzó.
Estábamos en el mismo lugar, no sé si por obra del destino, o por casualidad, pero fue ahí donde lo conocí, recuerdo muy bien que él se acercó hablarme y llamó tanto mi atención, pero pensaba que jamás volvería a saber de él, ya que él vivía a dos horas de la ciudad donde yo vivía.
Una semana después de haberlo conocido, me agrego a una de mis redes sociales, debo aceptar que fue una grata sorpresa, pero seguía pensando en que nada podía pasar entre nosotros, ya que no estábamos tan cerca y siempre he sido de la mentalidad que las relaciones a distancia no funcionan, así que simplemente lo acepte, como un amigo más del montón.
Días más tarde me escribió, y sin darme cuenta, ya hablábamos todos los días, todo el día, lo comencé a ver con más frecuencia y aún así me resistía a pensar que podría suceder algo, pero entre mi resistencia muy en el fondo ya comenzaba a suceder.
Comencé a conocer más de él, era tan diferente, al menos para mí.
Hasta que en una de nuestras varias citas, después de él haber tenido muchos intentos fallidos por robarme un beso, lo besé. Y fuese ese tipo de beso, en el que te das cuenta que es esa persona con la que quieres estar el resto de tu vida, que son esos labios que quieres besar por siempre. Y entonces acepté escribir una historia de amor con él, aunque en ese momento pensaba que nunca tendría un final, y muchos menos de la nada.
Sin darme cuenta, en tan poco tiempo me enamoré, por qué era justamente el tipo de chico que siempre quise encontrar, sincero, romántico, Maduro y guapo. Pero desafortunadamente no pude ver más allá de todo eso y creí que era el momento de enamorarme, pero dejando a un lado todo lo feo de nuestra historia, no puedo evitar pensar en las cosas que me encantaban de él.
Sus ojos, podría jurar que siempre lo decían todo, y ahora que lo pienso esas últimas semanas trataron de decírmelo pero no lo entendí. Si había algo que me encantaba de él eran esos ojitos, tan vivos, tan café, podría verlos toda una vida, acompañado de sus pestañas, tenía una forma tan especial de mirarme, que podía ponerme tan nerviosa, no sé porque me da una ansiedad de llorar al escribir esto, pero la última ocasión que lo vi, sus ojos no se veían como antes, aún no logro percibir que es, o quizá sólo son especulaciones.
Su sonrisa, caramba, es la sonrisa más hermosa que he besado, podía sentirme de la fregada pero su sonrisa lo arreglaba todo, o esa sonrisa tan pilluela que ponía cuando estábamos solos.
Su aroma, y no hablo de su perfume, hablo de su aroma corporal, tenía algo especial que me encantaba, podría estar todo el día en su cuello oliéndolo, sintiendo como su barba me hacía cosquillas en la nariz.
Sus manos acariciandome, de forma tan inocente y con tanto amor, cuando tomaba mi mano podía sentirme tan segura, me hacía creer que nunca me haría falta sus manos entre las mías.
Creo que si sigo escribiendo lo mucho que él me encanta no terminaría, porque en realidad todo él me encanta, hasta su mal humor.
Solo él me hacía sentir tan niña y tan mujer al mismo tiempo, y realmente no sé si eso sea bueno, pero debo aceptar que era muy feliz a su lado.

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