Capítulo 1

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La furgoneta blanca avanza por el triste camino hacia el temido edificio de máxima seguridad. El silencio es mortal y asfixiante, aunque en este momento, para Stella es lo mejor.

No se podía creer la puñalada trapera que le había organizado Piper, justo a dos días de su salida. Ahora se enfrentaba a una ampliación de la condena y a tener que cumplirla en máxima seguridad, en donde seguro que no iba a tener la libertad que tenía antes.

No conocía a nadie allí. Podría haber de todo. Antes de llegar al edificio, ya había planeado una pequeña, pero eficaz, estrategia, tenía que arreglárselas para pasar inadvertida. Puede que así lograse reducir algo de la condena, incluso que la volviesen a trasladar para el edificio de seguridad media.

La furgoneta para en seco frente a un edificio exactamente igual a Litchfield, pero no parecía tener un área de recreo ni nada por el estilo.

Dos de los guardias que la acompañaban la agarraron, cada uno de un brazo y la empujaron hacia el interior del edificio.

Los pasillos están limpios, fríos y solos. No se escucha absolutamente nada.

Cuando llegan a la parte de los dormitorios, el escenario cambia respecto a Litchfield. Sólo hay hileras de claustrofobicos cubículos con una cama pegada a la pared.

Los funcionarios guían a Stella por un pasillo. Las presas están cada una a lo suyo, la mayoría están tiradas en sus camas, durmiendo o fingiendo dormir, otras están en el suelo, mirando la nada.

Se paran frente a la última celda de la fila y la abren. Le quitan las esposas a Stella y cierran los barrotes con fuerza.

Stella se derrumba sobre su cama, que no es muy diferente a la de su antiguo dormitorio, es fría, fina y vieja.

Se mira las muñecas y examina unas pequeñas marcas rojas que han quedado sobre la parte sin tatuajes de sus muñecas. Está parcialmente inchadas, pero no es nada de lo que preocuparse.

¿Qué se supone que iba a hacer ahora? Todos sus planes... se fueron a la mierda desde el momento en que pensó confiar en la amabilidad de Piper.

No se oye ni un suspiro. Es como si estuviera ella sola en todo el edificio. Además, aquí no iba a tener compañera de cuarto, cosa que le facilitaba el plan de pasar inadvertida.

Stella alza la cabeza y mira a su alrededor. Nada. Absolutamente nada. Ni siquiera hay pelusas en las esquinas, seguramente que han abandonado este cuarto hace poco.

El día ha sido demasiado largo y por fin, con el corazón herido, se rinde al sueño.

Una estruendosa sirena despierta a Stella de su descanso. Una luz roja inunda el pasillo y siente la necesidad de tirarse al suelo como en Litchfield, pero se contien, oye pasos acercándose a su celda y también escucha el quejido de los fríos barrotes al separarlos de la cerradura.

Enseguida aparece un guardia frente a su celda, que abre los barrotes y la deja salir.

Stella avanza por la celda con lentitud hasta que sale al exterior. Allí ve que todas las reclusas de ambas filas están en la misma situación que ella, a la espera en la puerta de sus celdas.

-Estas son las últimas. Podemos avanzar- Grita el funcionario que le ha abierto la puerta.

Hay tres hileras. La primera son presas, unas doce, que acaban con Stella, la segunda son funcionarios, todos armados con porras, uno por cada reclusa, y la tercera son otras doce presas.

Los funcionarios comienzan a moverse, y las presas les siguen, en un riguroso silencio.

Stella gira la mirada a su derecha y ve al funcionario y detrás, a una reclusa un poco más baja que ella, con el pelo rizoso alborotado, rubio y sin peinar que se distribuye arbitrariamente por su cabeza. Su mirada está perdida en el horizonte.

Stella suspira y se centra en seguir caminando hacia donde sea que las llevan.

Finalmente el paseo acaba en el comedor, donde les esperan unas bandejas con una comida similar a la de Litchfield. Genial, ni la comida iba a ser mejor.

Las presas se sientan según van llegando. A Stella le toca sentarse en la última mesa, frente a la interna rubia.

Para comer, sólo hay una cuchara de plástico y el puré marrón está frío. También hay un vaso de plástico, pero el agua no sabe mucho mejor.

Stella deja vagar la mirada por el comedor, hasta que un fuerte dolor hace que se concentre en la chica rubia que tiene delante.

Le había pegado una patada por debajo de la mesa, y Stella estuvo a punto de devolversela, por suerte, se fijó en lo que la interna llevaba escrito en su brazo.

Mira debajo de tu cama

Stella se quedó mirando el escrito un buen rato. La letra no era de lo más limpia que había visto, pero era algo.

En dos minutos, la misma sirena volvió a sonar, y los funcionarios se pusieron detrás de ellas, haciendo que todas se levantasen. Las volvieron a guiar hasta sus celdas, y una vez habían cerrado la celda de Stella, el funcionario gritó

-Ya está la última, vamos con el siguiente grupo.

Stella esperó a que los pasos de los guardias se hicieran más lejanos, y cuando volvió a oír la sirena, corrió a agacharse y buscó bajo su cama.

Le costó encontrar a lo que la interna se debía referir, pero al final, pudo encontrar un rotulador negro pegado con celo al hierro de la cama.

Con mucho cuidado, lo despega y se queda mirándolo un largo período de tiempo.

Al final, consigue llegar a la conclusión de que debe de ser así como se comunican las internas, con mensajes sobre la piel, intuitivamente se mira su brazo izquierdo y sonríe, demasiados tatuajes, le iba a costar escribir algo en los escasos espacios en blanco.

Un pequeño silbido atrae la atención de Stella hacia la celda de enfrente.

La chica rubia mantiene su brazo derecho en alto.

Lo primero que Stella lee es el mensaje de antes, pero hace un esfuerzo y lee más abajo.

Nicky

Stella sonríe sin fuerzas y empieza a grabatear su nombre en su brazo izquierdo.

Una vez que había acabado su obra, avanza de rodillas hasta los barrotes de la celda para facilitar la lectura a su compañera.

Esta sonríe y empieza a escribir algo en su otro brazo. Cuando acaba, se lo muestra.

Bienvenida a máxima seguridad, Stella

Orange Is The New Black. Máxima Seguridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora