Capítulo 5.

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El transcurso de las horas iba marcado en el reloj de la pared, acorde con el que tenía Daniel en su muñeca, pero por más que miraba ambos, parecía que se habían detenido de manera estrepitosa y el tiempo no parecía pasar nunca. Deseaba que dieran por fin las seis, esperaba que su hermana bajara de una vez de su cuarto y pudieran irse cuanto antes.

Apenas faltaban cinco minutos para la hora, pero si de algo carecía él, era de esa virtud llamada "paciencia". El corazón le taladraba en el pecho con cada latido y a cada instante, se agobiaba más que el anterior en el sitio. El silencio reinante en toda la casa, aceleraba y engullía este sentimiento, haciéndolo más fuerte.

Así que, en cuanto el silencio fue interrumpido por un sonido, él respiró aliviado. Necesitó acercarse hasta las escaleras para cerciorarse que el ruido no era otra cosa que Helena bajando, lista para irse. Pero, en seguida vio la realidad. Allí no había nadie y su nerviosismo creció más aún. La llamó varias veces, pero no hubo respuesta alguna. Miró de nuevo el reloj de su muñeca y corroboró aquella hora con la que estaba sobre la pared. Seguía estando todo bien. Observó que entonces, el ruido fue en el otro lado de la casa y que una Helena ligeramente sonriente, aparecía detrás suyo con calma.

Y sin embargo, no estaba sola. Fue su acompañante la que detuvo las palabras del chico, para quedarse en silencio unos minutos, a pesar de todo lo que deseaba decir en alto a su hermana. Helena les miró unos segundos y lanzó un suspiro mientras se disculpaba para subir a cambiarse.

En aquel momento, ambos se quedaron solos, con un matiz de desamparo que les cubría el rostro. Llevaban sin verse desde la última vez que discutieron, menos aún, compartido más palabras desde entonces. Durante los primeros dos minutos, que sonaron a una auténtica hora, el silencio los rodeó de manera indiscriminada, haciendo que la comodidad reinante, se evaporara con Helena, escaleras arriba.

Finalmente, él consiguió recomponerse, intentando tragarse todo el orgullo que fue posible.

— ¿Cómo te va por biología? —Preguntó con tanta suavidad, que ni siquiera él mismo creyó ser quien había preguntado.

Ella pareció dudar más a la hora de si debería hablar y entablar tranquilamente una conversación. Se había auto-concienciado de no volver a verle, al menos, pasado bastante tiempo, y comprendió porqué se había auto-impuesto aquella silenciosa y coherente norma.

— Bien. —Terminó por contestar y despegó su mirada de él para posarla en cualquier escalón de las escaleras.— ¿Y derecho?

— No me va mal. Podré llevarlo.

Ella hizo un breve movimiento positivo con la cabeza, pero nada más allá. El silencio amenazaba con hundirles otra vez, y Daniel sabía que no podía dejarle volver, o perdería la oportunidad que tenía, tras mucho tiempo, de estar con ella. De volver a intentarlo una vez más.

— Sara... —Comenzó, pero en seguida, los ojos de la chica, se cerraron como una silenciosa suplica de que no dijera las palabras que sabía, irían a continuación.— Sé que no vas a creerme, que he roto la confianza que tenías en mí, pero por favor, si te queda algo, perdóname.

La mirada atenuante de ella, se posó en seguida sobre él. Quería creerle, sabía que no podía mentir, pero una vez lo había hecho y eso era lo que había conseguido que se encontraran en aquella situación. Su mente le gritaba que tuviera coherencia, dignidad, un poco de orgullo y dejara pasar todo aquello. Necesitaba olvidar. Empezar de cero, con alguien nuevo y con menos historia de la que ambos tenían, que hacía que si todo terminaba mal, costara aún más olvidar.

— No puedo. —Susurró ella de manera suave, rota.— No me queda nada dentro. Ni confianza, ni fe.

Eso cogió completamente desprevenido al chico, que la miró detenidamente, como si le fuera la vida en ello, y volcó todos los sentimientos ahogados durante meses, sobre esa mirada que le estaba dedicando única y exclusivamente, a ella. En un acto de valor, se acercó hasta ella y rozó su mano con suavidad.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora