Capítulo 16

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Rechazó el tercer o cuarto vaso de alcohol que David le ofrecía, levantando la mano y moviéndola de lado a lado, y apoyó el codo en la barra del bar de la discoteca, que estaba llena de una esquina a la otra, a pesar de las decenas de personas que bailaban por todas partes y ni siquiera se animaba a contar las de la segunda planta o las parejas que se escapaban para tener sexo. Se había negado a ir al baño en ese antro desde que había visto a una chica salir del baño de mujeres con su novio -o lo que fuera- detrás, mientras se terminaba de subir la ropa interior; tal vez nadie los hubiera visto, pero el chico tenía pintalabios por toda la boca. Él no era nadie para negarles que hicieran lo que quisieran pero un poco de decoro tampoco hubiera estado mal.
Soltó un bufido lleno de aburrimiento y miró de reojo a David, que hablaba algo más que animado con una chica y llevaba encima su quinto vaso de vodka, ginebra o cómo se llamara esa cosa tan asquerosa que Arthur había repudiado al primer trago. Se pasó las manos por el pelo, girando en el taburete que hacía que sus pies colgaran a varios centímetros del suelo, cosa que a David también le pasaba y que ellas parecían encontrar adorable solo en él. ¿Por qué no se le acercaba nadie? ¿Acaso tenía que estar borracho para recibir la atención de una chica?
-¿De verdad no quieres? -volvió a rechazar la bebida, frunciendo el rostro tan solo con olerlo y David bufó, haciéndole una señal a la chica para que lo esperara cinco minutos, se giró hacia él y se inclinó para poder hablarle en susurros sobre la música electrónica- Nadie se te va a acercar como no cambies esa cara.
-Es la única que tengo.
David puso los ojos en blanco y saltó del taburete, cogiéndole la mano y obligándolo a hacer lo mismo.
-Olvídate del imbécil de Sam y -le cogió las mejillas con las dos manos, apretándoselas- aprovecha esta belleza que tu madre te ha dado.
Sin dejarlo responder, David cogió su mano y tiró de él hacia la pista, llevándolo a donde estaba la chica con las que parecían ser sus amigas, lo dejó entre el grupo y se fue con la que había conocido en la barra a bailar. Arthur miró a su alrededor, nervioso, con el labio bajo los dientes y sin saber qué hacer o qué decir. No todos los días terminaba a su suerte en una discoteca, rodeado de chicas que no le prestaban la más mínima atención, con la garganta seca y un fuerte resentimiento a ese imbécil que lo había besado... otra vez.

Cerró los puños, enfadándose aún más. ¿Que lo pasara bien? Claro que lo iba a pasar bien, lo estaba pasando bien. ¡Genial! Aunque estuviera de pie y parado, rodeado de gente que se magreaba y se movía al son de la música o que bebía sin parar, se lo estaba pasando muy, muy bien. O al menos eso es lo que le quería hacer creer a Sam cuando volviera muy tarde a casa. No iba a permitir que se burlara de él por no saber cómo disfrutar en una discoteca.
Por Dios, sabía tan poco que se asustó cuando dos brazos se apoyaron sobre sus hombros y le rodearon el cuello. Parpadeó para centrarse en lo que tenía delante y se encontró con unos ojos tan claros que cambiaban de color junto con las luces estroboscópicas, más abajo unos labios llenos de brillo le dijeron algo pero estaba demasiado sorprendido para oírlo. Era un chica. Y se negó a seguir mirando para prestarle atención antes de que se arrepintiera.

-Soy Jennifer. -sus brazos desnudos se aferraron tanto a su cuello que Arthur pudo llegar a oler el alcohol que desprendía su aliento y frunció la nariz, dudando entre apartarla o dejarla continuar. Jennifer dio un paso más para pegar sus pechos a él y fue la primera vez que Arthur tenía a una chica tan, tan cerca y de una forma que parecía prometer algo más de un cruce de palabras.

-A-Arthur.

Jennifer asintió medio ida y Arthur se dio cuenta de que bien podría haberla insultado que ella no lo estaba escuchando, levantó las manos para apartarla de su cuerpo y los asquerosos y pegajosos labios se unieron inesperadamente a los suyos, enfadándolo, haciendo que la empujara con mucha facilidad, no como a ese imbécil que a parte de ser más alto también era más fuerte, aunque al menos sus labios no estaban llenos de brillo y su aliento no estaba impregnado de alcohol.

Hasta que el cuerpo aguanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora