Caer en el olvido

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Yo también le sonreí.
Estuvimos charlando un tiempo más hasta que me rugió todo el estómago y el chico comenzó a reír haciendo que yo me sintiera avergonzada.
-¿No hay nada para comer?-pregunté yo.
-Anda toma- se sacó del bolsillo una chocolatina y me la dió-¿estás segura de que no quieres volver?
Antes de que me rugiese la tripa, le había explicado a John, que así se llamaba él, lo que me había sucedido.
-No John, ya te lo he dicho. No quiero volver a verle nunca más.
-Bueno, si eso es lo que quieres... Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras.
-Gracias, sabía que lo entenderías.
Como me vio un poco desanimada me dijo que me iba a enseñar un pueblo muy bonito que había cerca de allí. Y yo acepté. Tiendas, gente por todas partes, era como una ciudad en miniatura. Llegamos a una plaza enorme, en la que había un puesto de sushi. El chino/japonés/loquesea hacía malabares con la comida mientras las cortaba. El caso es que decidimos probarlo pero tuvimos que tirarlo porque al parecer el sushi está echo de pescado crudo y a mí, no es que me guste mucho el pescado. A John parecía pasarle lo mismo que a mí, porque hizo unas muecas com queriendo vomitar y yo no pude evitar reír. A lo que él respondió:
-¿Ya estás bien? Y eso que he reservado lo mejor para el final.
Aquello que dijo me desconcertó. Fuimos corriendo hacia una carpa gigante que había en aquella plaza. Un circo. Me había llevado a un circo, yo nunca había ido a ninguno. Nos sentamos en primera fila. Acróbatas, payasos, leones... Hasta que llegó el turno de los elefantes. Hicieron su número, y una vez acabado este, el jefe de aquel lugar empezó a señalar gente para que se montases en los elefantes. Nos señaló a John y a mí.
-¡Vaya! Desde aquí todo se ve más pequeño- dije yo.
-¿A que es impresionante?-me preguntó John.
-Sí, la verdad es que...
Mi elefante empezó a hacer gestos muy raros y entonces se descontroló. No quería mirar y entonces vi como caía hacia el suelo, como alguien me agarraba de la cintura y como ese alguien me sonreía.
-La mala suerte te acompaña en todo momento- reía John.
-No es para reírse, casi me mato.
-Perdona princesa.
-No me llames así.
-Vale princesa.
-¡He dicho que no me llames así!- me aparté de él y salí corriendo hasta llegar al bosque en el que casi me pierdo una vez. El hecho de que no quisiese que me llamase así era porque así me llamaba mi madre antes de... abandonarnos a mi padre y a mí.
-¡ALICE! ¡LO SIENTO!
Era John que venía a escasos metros de mí.
-Lo siento ¿vale? No sé porque te molesta tanto, pero bueno, no te volveré a llamar así y ya no te enfadarás más.
Hice como si lo pensase, pero al momento lo miré con cara de aprobación y me reí. El se rio también y me abrazó. Que raro... sentí como si... Alex y todo lo demás... cayesen en el olvido.

|Mi 1/2 Limón|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora