LIII. Confiaba en él con mi vida.

44 3 0
                                    

Lo que quedaba de tarde pasó lenta y la noche pasó más lenta todavía, pues aunque Trisha preparó la habitación de su hijo para que descansara acabé en el salón tumbada en el sofá pasando canal y canales de la televisión para poder desconectar mi mente de la investigación que estaban llevando en la cocina Yaser y sus compañeros sobre dónde estaría la casa de campo de los Gabbana.

Había dicho más de diez veces que me dejaran llamar a Carlo para preguntarle donde se situaba la casa pero cada vez que abría la boca, me callaban; según ellos no podía confiar en nadie de aquella familia tras lo que le habían hecho a su hijo, a mi familia, a Stephen y al otro chico. Pero lo que no sabían es que yo ya no confiaba en aquella familia, solo en Carlo.

Carlo había estado ahí para mí siempre que lo había necesitado, al igual que yo, y anteriormente muchas veces habíamos antepuesto nuestra amistad a nuestras mismas familias.

Confiaba en él con mi vida.

Me negaba a creer que él también estuviera en aquel embrollo.

Pero parecía ser que Yaser estaba muy conciencia que hasta sus abuelos estaban metidos en el ajo; prueba de ello era el momento en que me incautó el teléfono móvil y el ordenador portátil, que había dejado en mi habitación.

Di gracias de haberme dejado la tablet de Travis en casa de Louis, a él no irían a preguntarle dónde demonios estaba la maldita casa.

- Debería estar durmiendo, señorita – dijo el agente volviendo a la casa tras haber ido al veinticuatro horas más cercano a por más café para la cafetera, pues en lo que llevaban de noche se habían acabado los dos paquetes que habían en la cocina; intenté no reír cuando lo mandaron al ser el más joven del grupo.

- Ustedes deberían dejarme llamar a mi amigo; él nos puede ayudar y estaríamos ya en Nápoles – le dije con una sonrisa falsa – y no aquí perdiendo el tiempo.

- Su amigo es el hijo del que al perecer es el secuestrador, no podemos confiar en él, señorita – mientras hablaba me fijé en sus ojos verdes adornados por unas increíbles bolsas negras a causa del cansancio.

- Ustedes no lo conocen.

- ¿Y usted sí? – tragué saliva – Dígame una sola cosa por la que deberíamos confiar en su amigo.

- Su familia ha estado haciéndole la vida imposible desde que se enteraron de su orientación sexual, siempre ha estado buscando la forma de devolverles tantas cicatrices causadas – expliqué.

Aunque en realidad no era toda su familia, Vera y Lia eran las únicas que les daba igual la orientación sexual de Carlo siempre y cuando él fuera feliz; y ellas también las veía incapaces de estar en la mafia, al igual que mi madre.

- ¿Su familia le ha hecho la vida imposible por no ser heterosexual? – asentí – Estamos en 2015, ¡por el amor de Dios!

- Parece ser que para el ministro de Interior no ve conveniente que uno de sus hijos sea homosexual.

- ¿Son personas del Estado? Puedo llegar a entenderlo pero eso no les da derecho a hacerle eso a su propio hijo – sonreí, se notaba que aquel agente era joven y era de mente abierta.

- ¿Qué ocurre? – preguntó Yaser saliendo de la cocina – ¿Y ese café, chico?

- Superintendente, dele el teléfono a la chica, por favor – pidió el agente; ahogué un grito de la sorpresa.

- ¿Por qué debería hacer eso? – me preguntó a mí.

- El chico nos puede ayudar – respondió el agente me nuevo.

- Confío en Carlo como en mí misma, Yaser, por favor – supliqué.

El hombre nos miró al agente a mí reiteradas veces, primero a él y luego a mí, y tras varios minutos reflexionando para tomar la decisión acertada fue a la cocina y volvió con mi teléfono en mano; en cuanto lo tuve entre las más busqué como loca el contacto de Carlo.

- ¿Se lo coge? – preguntó el otro agente que estaba en la cocina y lo mandé callar rápidamente.

- ¿Se puede saber qué mierdas quieres a las seis de la mañana, imbécil? – gritó Carlo y tuve que quitarme el altavoz de la oreja para no quedarme literalmente sorda.

- Carlo, lo siento pero te tengo que hacer una pregunta súper importante – dije mientras empezaba a buscar algo para escribir la dirección.

- Clary un día te voy a matar – oí como se levantaba de la cama quedándose sentando en ella –. ¿Qué quieres saber?

- Tu casa de campo, ¿dónde está?

- ¿La calle y eso?

- Sí – exclamé y a continuación escribí la dirección con letra temblorosa por los nervios.

- Dígale si nos puede acompañar cuando vayamos a liberar a su familia y al resto – dijo el agente recién llegado.

- ¿Estás de vacaciones? – le pregunté a Carlo mirando a los agentes.

- Sí, ¿por?

- ¿Puedes ir al aeropuerto en cuanto te vuelva a llamar?

- Claro que puedo ir pero ¿para qué?

- Te cuento luego – colgué antes de darle la oportunidad de hablar de nuevo –. En cuanto le vuelva a llamar estará en el aeropuerto esperándonos – les informé.

- De acuerdo, vístete mientras nosotros preparamos el viaje y la operación – me mandó Yaser y subí de dos en dos corriendo la escalera, intentando no matarme.

Una vez en la habitación de Zayn cambié el chándal que me cogí de su armario y me visto nuevamente con mi ropa saliendo de la habitación más rápido de lo que esperaba.

- Nos podemos ir – exclamó el agente joven en cuanto me ve por la escalera.

- ¿Y Trisha? – a la mujer le haría mucha ilusión ser la primera en ver a su hijo.

- He hablado con ella, le he dicho de quedarse con las niñas – informó Yaser.

Metí el teléfono en el bolsillo de mi chaqueta, no estaba dispuesta a que me lo cogieran otra vez, y nos pusimos rumbo al aeropuerto, donde ya nos esperaba un avión con destino a Nápoles.

- ¿Té o café? – me pregunta el agente joven, ni siquiera sé los nombres de los que nos acompañan a Yaser y a mí, cuando llevamos un rato en el avión.

- Té negro, agente...

- Markus – ya decía yo que tenía pinta del norte soviético.

Markus me preparó el té increíblemente rápido, y buenísimo, y a continuación se sentó a mi lado para finalizar el vuelo.

- No sé si las películas y la vida real se parece mucho pero en los rescates siempre hay un montón de policías fuera del sitio donde está el secuestrado o secuestrada y cuando son en otro país se habla con la embajada – dije obvia mientras me tomaba el té; Markus rió.

- Mientras se cambiaba nos hemos encargado de eso y el superintendente está terminando los trámites para que la Arma del Carabinieri nos ayude – explicó.

- Es l'Arma dei Carabinieri – pronuncié correctamente intentando no reír – y tutéame, por favor, sino parece que tenga la edad de mi madre – él volvió a reír.

- Tengo que hablarte así por el respeto pero si me lo pides así – ambos reímos.

—————————————————————————
Lots of love

The afraid of falling in love ➳ z.m. punk [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora