Capítulo 17

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Arthur se cruzó de brazos tozudo, enfadado y sin embargo ruborizado, lo que lo hacía sentir rabia contra sí mismo casi tanto como contra el imbécil que insistía desde el otro lado de la puerta, movió la cabeza como si éste pudiera verlo aunque sabía y esperaba que no. Sam golpeaba suavemente la puerta una y otra vez y Arthur rompió el aire por la fuerza en la que bajó los brazos, tan bruscamente que las mangas de la camisa del pijama se extendieron hasta su longitud original, tapándole las manos. Sacudió la cabeza, fingiendo que no lo oía y siguió buscando el CD de baile que continuaba ensayando cuando disponía de tiempo libre y que llevaba bastante tiempo sin mirar. Había pensando también en la opción de seguir aprendiendo piano, pero para ello tendría que salir de la habitación o hacerlo sin instrumento y no tenía ganas de ninguna de las dos cosas.

-Arthur…

Metió el CD en el DVD y encendió la televisión, dejándola sonar mientras corría al armario a por ropa cómoda. Las voces y la música no opacaban los golpes y la voz de Sam por mucho que deseara que así fuera, igual que pararse delante de la televisión y comenzar a repetir la coreografía tampoco lo ayudó a olvidar que acababa de suspirar -¡dos veces!- bajo los labios de Sam.

-Arthur, abre la puerta.

-¡Vete!

-Entraré a la fuerza como no me abras. -miró de reojo la silla que impedía que las palabras de Sam pudieran hacerse ciertas, tropezándose con su propio pie, maldiciendo y chasqueó la lengua.

-Rómpete el hombro si quieres.

Fue un alivio que Sam se diera cuenta de lo que significaban esas palabras y Arthur logró concentrarse en el vídeo, en el baile y en la coordinación de su cuerpo, parando solo cuando David lo llamó, gritándole con la voz suplicante de perdón que no debería haberlo dejado solo. Fue una conversación corta porque David tenía resaca, pero Arthur no le dio demasiada importancia y siguió con el baile, terminando sudado hasta en lugares que desconocía.

El baño caliente le relajó cada músculo y por desgracia también le dio tiempo para pensar, sacudir la cabeza mil veces, frotarse la cara y limpiarse los labios con la mano. No quería un solo rastro de que había llegado a ceder ante Sam, ni siquiera quería recordarlo, prefería pensar en que una borracha había intentado ligar con él y lo había besado que en que Sam lo había acorralado -otra vez- contra una pared y lo había vuelto a besar. No quería ni imaginarse el mes que iba a pasar si al imbécil se le ocurría seguir con eso mientras estuvieran solos. Sería horrible.

Volvió a ponerse el pijama igual que aquella mañana, sin preocuparse demasiado por su aspecto, bajó rápidamente  a la cocina y no cogió más que una manzana como cena, porque estaba agotado y quería dormir, abrazarse a la almohada e imaginar que había pasado todo el día ensayando… Solo ensayando. Mientras la mordía, subió las escaleras, arrastrando los pies descalzos, llegó al pasillo y le dio muchísima rabia escuchar a Sam dando golpes contra lo que sonaba como un mueble, cantando con su preciosa voz. ¡Irritante!

Cerró la mano alrededor de la fruta, titubeando entre volver a su habitación o mandarlo callar, decidiéndose por lo segundo y yendo con paso firme hasta la habitación del coreano. Estiró el brazo para abrir la puerta mientras se reprendía a sí mismo ¿primero lo echaba de su habitación y ahora entraba en la de él?

-Me voy a dormir. -Sam lo miró desde su escritorio, con el teclado a un lado, las manos sobre la mesa y la libreta abierta junto a ellas- Cállate.

-Estoy componiendo, y cuando la inspiración viene hay que complacerla para que no se vaya.

-¡Pues complácela en silencio! -mordió la manzana con rabia, girando sobre sus talones para volver a su habitación y seguramente cerrar de un portazo que expresaría lo molesto que se encontraba.

Hasta que el cuerpo aguanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora