Prólogo

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La vida es impredecible. Da vueltas sin parar y a menudo nos devuelve al punto de partida sin que lo hayamos pedido. Pero al igual que es impredecible, es imparable. No depende de nosotros lo que nos vamos a encontrar en el camino, sólo nos pertenecen aquellas decisiones que tomemos sobre lo que hacemos con ello. Es algo que cuesta algo de tiempo comprender, pero una vez y lo haces, empiezas a dejarte arrastrar por el río sin forcejear a pesar de que este desemboque en un mar de dudas en la mayoría de los casos. 

  Marzo de 1942, Alemania nazi. 

Llevaba ya algunos años siendo entrenada por la URSS. Pretendían de mi que fuera el arma perfecta y para ello debían acabar con el 90% de mi humanidad, y desde luego, no se les daba nada mal romperla en pedazos poco a poco. Aprendí a fingir, a luchar, a matar e incluso a torturar. Olvidé por completo lo poco que pudiera recordar de mi infancia con Ivan Petrovich y me dediqué a entrenar a diario, haciendo las pausas necesarias para comer y dormir, aunque a veces, ni si quiera eso. Estuve expuesta a situaciones extremas más de una vez y era la mejor de mi promoción sin lugar a dudas. Pero aún así, mantenían la firme convicción de que no estaba preparada y era demasiado joven. 

Fui entrenada para cualquier tipo de misión en la que fuera requerida, pero mi especialidad siempre fue la de ser silenciosa, que nadie me viera entrar o salir de los lugares y con la información necesaria. Por eso, cuando me mandaron por fin mi primera misión real en un conflicto real no tuve claro como me sentía. Tal vez fuera una muestra de confianza, o tal vez fue una forma de deshacerse de mi. Lo que sí tengo claro, es que no había posibilidad de desobedecer órdenes de un superior y que al fin y al cabo, cualquier aprendizaje sería bueno para mi. Eso claro, si salía ilesa.

—Te infiltrarás en el campamento militar de Nuremberg y no es una sugerencia. Te harás pasar por enfermera con una nueva identidad y si haces caer a unos cuantos cientos de soldados tampoco los echaremos en falta...

Simple. Claro y conciso. No hacían falta muchas más instrucciones ni había cabida para preguntas sin que me cayera alguna recriminación encima. Sabía de sobra que en resumen se trataba de recopilar  y arrasar con lo que pudiera de la manera más sutil. Al fin y al cabo, cualquier información del ejército de Hitler era más que bienvenida y necesaria para ganar la guerra, una guerra que no hacía más que dejar víctimas y sufrimiento a su paso sin dejar muy claro quién era realmente el vencedor. Así pues, tras preparar todo lo necesario, me puse en marcha, tratando de mantener mi papel en todo momento y evitando que los nervios me superaran.

Al principio, a los superiores del campamento les pareció repentina la baja de la enfermera que se ocupaba del mismo, bastante mayor que yo y una veterana en eso de curar heridos de guerra. De cualquier manera, no me hicieron ascos a pesar de mi juventud, ya que, según suponen, es ayuda venida de su propia patria. Eso ayudado de un poco de poder de convicción y maestría a la hora de realizar vendajes.

Los primeros días se tornaron tensos y aburridos a partes iguales. Me costaba relajarme y actuar con naturalidad, aunque para mi suerte, los soldados pasan suficiente tiempo rodeados de otros hombres como para que pensaran en mi actitud por encima de mis atributos físicos. Lo más difícil, de hecho, era reprimir las arcadas que me producían ciertos comentarios. Me limité a dedicarme a mi trabajo como si realmente fuera una enfermera aplicada, pero me costaba integrarme y conseguir información útil. Así que, me armé de paciencia y decidí que iba a tener que mantenerme en el personaje el tiempo que fuera necesario, que no parecía ser poco.


They can't take that away from meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora