Capitulo 9

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“Solo una habitación con una ventana y una silla en el medio. Yo estoy sentada en la silla. Me quiero levantar pero no puedo, miro al suelo y veo que mis pies están clavados al piso. Si, clavados, mucha sangre hay alrededor  pero ya no me duele –Quizá en algún momento me dolió-pensé. Pero mis manos, mis manos tampoco las podía mover quise ver pero no podía, la oscuridad era muy densa y no me permitía ver más allá del suelo.

Ya estaba con la respiración más agitada de lo normal -¿Qué hago aquí?- busqué la respuesta en mí misma pero lo la encontré. Era presa de la silla, no podía moverme, solo mi cuello podía –Tengo que salir de acá-dije en un hilo de voz solo para que yo lo escuchara.

Como no me duelen los clavos de los pies comencé a moverlos. No sentía dolor. Tire más fuerte para que el clavo atravesara completamente mi pie y pudiera salir, mi desesperación es enorme ¿Por qué me hacen esto? ¿Quién me lo hace? Pensé en Kate pero inmediatamente descarte la idea- No creo que sea tan enferma-pensé intentaba que el clavo atravesara mi pie.

Empezó el dolor, un dolor tan insoportable. Solo quería gritar por causa del dolor gritar, gritar y gritar más fuerte para desahogar mi cuerpo que sentí como se apretaba cada vez que el dolor aumentaba. Así como sentía dolor, también sentía que el clavo estaba atravesando mi pie. Era lento y comenzó a salir mucha sangre, más de la que ya estaba alrededor de mi pie que supuse que es mía.

Mi pie ya estaba casi libre del clavo solo faltaba unos centímetros para que se liberara y el dolor intenso cesara. Pero alguien abrió la puerta y detuve mi intento de escape. Un hombre alto, de espalda ancha y brazos largos. Se acercaba lento a mi lado, haciendo sonara  cada pisada que daba por la madera. Se acercaba mas y mas, mi respiración se volvió aun mas agitada, no querían que me hagan daño, pero sentía cierta conexión con mi secuestrador.

Estaba frente a mi cara pero no pude reconocerlo, la luz era escasa y densa. Podía dentir su respiración chocando con mi piel pero lentamente bajo. Si, bajo hacia mi pie; el que estaba intentando liberar, sentía como lo miraba y él sentía como yo temblaba del miedo. Tomó con delicadeza mi pie ¿Lo acariciaba? No lo sé, solo sabía que algo malo estaba a punto de suceder.

Tiene mi pie entre sus manos durante unos segundos. Yo temblaba y sudaba del miedo por lo que me iba a hacer, aunque no lo sabía sentía que me iba a doler. El hombre empujó mi pie con fuerza para que quedara clavado al suelo otra vez. Solté un grito de dolor que no lo pude contener y lágrimas comenzaban a salir de mis ojos.

-¿Por qué quieres escapar?-pregunto una voz que conocía era la voz de….Raimundo.

-¿Raimundo?-pregunte llorando.

-¡Te hice una pregunta y quiero que me la contestes!-grito al lado de mi oído. Raimundo no era así ¿Qué le pasa? El jamás me haría daño.

-Solo quería salir de aquí-dije llorando y con la voz entre cortada.

-¡Si sé que quieres salir de aquí!-dijo alterado- ¿Pero porque?-pregunto otra vez pero calmado.

-Porque tengo miedo, Raimundo ¿Qué clase de juego es este?-pregunte llorando.

-Esto no es un juego-dijo acercándose peligrosamente a mi- es por tu bien- ¿Por mi bien? Si era por mi bien no estaría clavada al suelo ni atada a una silla.

-Estás loco, Raimundo-sentí como su mano golpeó mi cara. Una cachetada que me dio vuelta la cara.

-¡Tú me prometiste que te cuidarías ¿recuerdas?!-dijo gritando en mi oído.

-No, no lo recuerdo-dije llorando, otra vez.

Raimundo me tomó los pies y los levanto con fuerza para que se liberaran. Me dolía, me dolí mucho lo que Raimundo me hacía, pero más que un dolor físico era un dolor del corazón. Quiero demasiado Raimundo y pensé que el igual a mi pero con esto me doy cuenta de que no es así.

Mis pies estaban libres pero mi sangre caía de estos, estaban blancos y temblaban. Raimundo se dirigió a mi manos con una cortapluma y cortó una cinta.

-¡Vete de aquí y anda a donde quieras!-dijo empujándome de la silla. Comencé a llorar de nuevo, pero esta vez tirada en el suelo sin poder moverme, me dolían demasiado mis pies, no podía apoyarlo y menos mantener mi peso sobre ellos-¡Dije que te fueras!-Raimundo estaba furioso. Me tomó entre sus brazos y me llevo fuera de la pequeña casa, me tiro al suelo una vez a fuera y tomó mi cara entre sus manos.-no te olvides de tener cuidado, Belén-esta vez sí pude ver su cara. Era la cara de un enfermo, sus ojos no eran verdes, eran negros, sus expresiones faciales eran mucho más duras de lo que en verdad eran y por último su forma de reaccionar, no era propia de él.

Me soltó la cara y se fue…”

-¿Belén estas bien?- Alfonso me despertó del sueño “Era un sueño, Belén. Raimundo jamás te haría daño” le dije a mi conciencia.

-Si estoy bien- salte a sus brazos en busca de un consuelo.

-Te vine a buscar para que me acompañaras a comprar unas cosas para comer y luego ir a comerlas a algún lugar-dijo abrazándome más fuerte-ya que hace 3 días que no nos vemos –dijo dándome un beso en la frente.

-¿Y mi mamá te dejó entrar?-dije ya más calmada.

-Sí, me cae muy bien y creo que yo a ella igual-respondió-vístete, te voy a esperar a fuera.

Me vestí lo más rápido que pude y salí en busca de Alfonso que me estaba esperando fuera de la casa.

-Adiós mamá-dije que estaba en la cocina preparando un té.

-Adiós, cuídate-dijo sin despegar la vista del té.

“Cuídate” esa palabra era la más usada por la gente que me rodea, y ahora, la que mas odio.

-No tengo mucho dinero-dijo sacando una monedas de su bolsillo-pero nos alcanza para una torta entera ¿Te gusta la torta?-pregunto mirándome.

-Sí, no sé. Jamás la he probado-dije mirándolo.

-Pues te encantará-dijo tomándome de la mano y llevándome en dirección a la panadería.

No había mas gente a parte de nosotros dos, la señora que atendía era vieja y arrugada, con ojeras hasta el suelo y con canas en todo el pelo.

-¿Qué quieren?-dijo sin despegar la vista de Alfonso.

-Una torta-dijo Alfonso acercándose a la señora.

-¿Una torta?-dijo la señora riendo-¿Cuánto llevas ahorrando para la torta?-dijo la señora sin despegar la vista de Alfonso.

-Que le importa solo démela-dijo Alfonso. La vieja señora entró a una habitación y cuando salió, salió con las dos manos sujetando una torta con cubierta de chocolate y chocolate blanco.

-Tome joven-dijo poniendo la torta en el mostrador-¿Son novios?- pregunto la vieja señora.

-Si-respondí orgullosa mientras Alfonso me miraba.

-El es muy guapo para ser tu novio ¿sabes?-dijo la anciana mirando con deseo a Alfonso.

-Señora, ¿Por qué no se consigue a alguien de sus edad o ya se extinguió sus especie?-dijo Alfonso colocando el dinero sobre el mostrador.

-¿Y por qué no creamos una nueva especie juntos?-dijo la anciana levantando las cejas dos veces seguidas.

-Usted está enferma-dijo Alfonso tomando la torta y saliendo del lugar, lo cual imité.

Al salir de la panadería empecé a reír por lo ocurrido.

-No te rias, no es chistoso-dijo Alfonso serio.

-Claro que lo es-dije sin parar de reír- hasta las ancianas te desean-seguí riendo.

-Si, pero yo solo deseo a una-dijo Alfonso mirándome de arriba abajo lo que me hizo sonrojarme.

Después de eso no hubo más conversación hasta llegar al lugar donde Alfonso quería. La playa.

En un lugar muy lejano.Where stories live. Discover now