Tes y yo estamos sentados en el sofá mientras oímos cómo Noah termina de comer su cena. Sigo sin poder articular palabra porque no sé si lo que ha pasado y va a pasar es bueno o malo. Miro el predictor de nuevo, no he llegado a utilizarlo porque no he caído en la cuenta de que es demasiado pronto como para saberlo. Además, no puedo tomarme la píldora ya que soy alérgica a una sustancia que lleva. Por lo que sólo podemos esperar y rezar porque sea negativo. No me veo preparada ahora mismo para ser madre. Necesito tiempo, una relación un poco más estable con el hombre que está sentado a mi lado y no quiero tener a mi primer hijo de penalti.
-Aún es muy pronto para saberlo –consigo decir mirándole a los ojos. Tes se pasa las manos por la cabeza y se levanta del sofá sin mirarme siquiera. No sé lo que siente, no sé si está enfadado consigo mismo o con la situación.
Mis manos tiemblan sin control, y yo, nerviosa por saber qué es lo que va a pasar de aquí a unos días, no puedo pensar con claridad. Pero Tes me calma o al menos lo intenta, dándome un beso en la frente y susurrándome a cada segundo que todo va a salir bien y que esto vamos a afrontarlo juntos.
Metemos en la cama al pequeño Noah que se queda dormido enseguida. Supongo que tanto jugar, le ha cansado. Esperemos que no se despierte hasta mañana, aunque no creo que esta noche podamos dormir Tes y yo.
Me siento en el borde de mi cama y me acurruco de tal manera que me hago una bola. El policía se sienta a mi lado y me acaricia una de mis rodillas con ternura y con su otra mano, me roza la nuca delicadamente.
Me siento protegida y, a la vez, sola porque no sé qué va a pasar de aquí a unos días cuando el maldito predictor marque lo que yo más temo, positivo. No puedo dejar de pensar que va a salir el maldito color rosa y que toda mi vida va a cambiar por completo. No estoy preparada y mucho menos Tes. Aunque estemos en la treintena, nuestras mentes y almas se sienten muchísimo más jóvenes.
Es entonces cuando me doy cuenta de que no he hecho nada importante en toda mi vida, nada con lo que dejar boquiabiertos a mis hijos y nietos. Sólo puedo contarles mis citas desastrosas y mis borracheras de las que sólo recuerdo ciertas escenas que aparecen en mi mente como intermitentes flashes. No he hecho nada en mi vida por lo que merezca la pena ser recordada. Sólo he sido una mujer soltera de treinta años con novios y citas desastrosas y con una mayor presencia en el hospital que en un trabajo. Es jodidamente embarazoso y penoso. ¿Quién querría estar con alguien que tiene este currículum vitae?
Ya os lo digo yo, nadie. Siempre he tenido miedo de convertirme, con el paso del tiempo, en la loca de los gatos. Pero creo, que, sin darme cuenta, me he convertido en la loca de los novios también desequilibrados.
-Intenta dormir –me dice Tes intentando calmar mis nervios y sacándome de mis pensamientos. Me da un dulce beso en el hombro y mirándome con ternura, me ayuda a meterme entre las suaves sábanas de mi cama.
-¿No te irás? –le pregunto con voz de niña pequeña mirándole con mis ojos brillantes.
-Por supuesto que no. ¿Por qué crees eso?
-Porque tú no eres el que se queda embarazado. Sólo estás aquí porque te sientes culpable por haberme atropellado. No me quieres –Tes, al principio, me mira confuso y después, su rostro se torna rojo por la rabia.
-¿Y me crees tan hijo de la gran puta como para irme dejándote aquí con el regalo de navidad? Lana, yo te quiero, de verdad.
-¡No sé lo que creo! Estoy confusa y asustada.
-Lana, tienes los suficientes años como para comportarte como una mujer adulta.
-¿Y ahora te metes con mi edad? –estoy fuera de sí, lo reconozco pero no puedo evitarlo. El pánico me controla y no puedo ser racional.
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El amor a los 30 (En proceso)
HumorLana Jones, a sus 37 años, está soltera y desempleada. La locura de sus amigas le harán cometer la tontería de meterse a una web de citas. Amor, odio, sexo y humor le proporcionarán estos hombres a Lana. ¿Encontrará al hombre de sus sueños o tan só...