Se negaba completamente a levantarse por mucho que Melany insistiera en que no era más que una sesión de fotos y luego podía volver a la comodidad de su cama, poniendo esa voz dulce con la que siempre conseguía convencerlo de trabajar por las noches. Hundió la cabeza en la almohada sin dejar de apretar el móvil contra la oreja, gruñendo como respuesta a cada palabra de su mánager, queriendo únicamente seguir durmiendo y que llegara la hora en que podría tomar los labios de Arthur otra vez.
No entendía lo que su hermanastro quería o sentía, pero él tenía unas ganas tremendas de besarlo cada vez que lo veía y deseaba que Arthur dejara de una vez su tozudez y aceptara que le gustaba. Pero tenía que tener paciencia, poco a poco, paso a paso, al menos ya había conseguido que le correspondiera, aunque hubiera jugado sucio, pero, ¿quién le hubiera dicho que Arthur sería tan fácil de chantajear? No había hecho falta nada más que un poco de «tienes miedo» esparcido en su conciencia.
-Dos horas, unas fotos y te ayudo para que puedas faltar mañana a la universidad.
-Siempre dices lo mismo. -ladeó la cabeza, bostezando, no era la primera vez que Melany lo hacía trabajar de noche y seguro que tampoco la última, pero tenía que hacerlo, ¿verdad?- Espérame en la puerta y…
-Ya estoy aquí.
Melany se rió desde el otro lado. Claro, ya lo sabía, ella estaba más que segura de que Sam iba a aceptar. Puso los ojos en blanco y se levantó.
-Pues ya voy.
Se puso un chándal cualquiera, las primeras zapatillas que encontró y metió las llaves y el móvil en un bolsillo, bostezando y frotándose los ojos mientras caminaba hacia la puerta, salía al pasillo y bajaba muy despacio las escaleras. Agradecía tanto al maquillaje en aquellos momentos.
Se rascó la cabeza mientras un bostezo se le perdía en un gruñido y sus pies se arrastraban hacia la puerta.
-¿A dónde vas?
Se giró todo lo rápido que el cansancio le permitió, encontrándose con Arthur en pijama y con un vaso de agua en la mano, mirándolo con curiosidad.
-A trabajar.
-¿A estas horas?
Los ojos marrones se abrieron con sorpresa y Sam asintió, más despierto, conteniendo mucho las ganas de acercarse a él y…¡no! Tenía que irse, ya pensaría en lo adorable que podía llegar a ser Arthur en otro momento.
-Es importante. -ahogó un bostezo en la mano y dio media vuelta, dispuesto a irse antes de perderse demasiado en la forma que la camisa se le caía por el hombro.
Joder.
-Ya entiendo por qué a veces tienes cara de muerto. -se mordió el labio y abrió la puerta y antes de que pudiera dar un paso fuera, Arthur le cogió del brazo. Lo miró de reojo y lo soltó, mirando el suelo- Yo… uh… ¿puedo acompañarte?
-¿Acompañarme? ¿A trabajar? -Arthur asintió- ¿Por qué?
-Ya sabes por qué.
Viendo el ceño fruncido de Arthur, asintió, lo sabía, por supuesto que lo sabía, igual que lo había sabido cuando lo había inducido a escribir una canción y a cantar juntos, porque si no lo hacía él, Arthur nunca iba a dar un paso más allá de los tontos ensayos en su habitación.
-Vale.
Arthur sonrió contento, dio media vuelta y se fue corriendo a cambiarse, y Sam se pasó una mano por la cara, arrepentido de haber aceptado. Primero se decía que no debía pensar en él porque debía concentrarse y de repente lo estaba esperando en la puerta y escribiéndole un mensaje a Melany antes de que dijera algo teniéndolo delante.
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Hasta que el cuerpo aguante
Teen FictionArthur es un chico normal, con diecinueve años y estudiando en la universidad más barata de Londres, su único sueño es triunfar en la música. Pero su vida cambia cuando su madre se casa con el padre de Sam Lee, un arrogante cantante al que todos cre...