Capítulo 1

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Exactamente 257 asesinatos en dos años. Joder, hasta me siento orgullosa de que todo el mundo me tema. Desde que empezó la guerra hace exactamente 2 años y 4 meses me he alistado a prácticamente todos los ataques, he liderado tropas y hasta he propuesto nuevas formas de tortura para que los rebeldes suelten la información en tiempo récord. Aunque no es todo mérito mío el invento de las torturas, debo agradecérselo a mis sueños.
Mañana, 5 de julio, que rápido pasa el tiempo. Nada menos que 17 años. La soldado/asesina/psicopata más famosa de la Tercera Guardia cumple nada menos que 17 años en compañía de su queridísima hermana de 5 años, Nataly. Que ignorante es la gente, todos temen por mi pobre hermana, ya ni siquiera cuento el número de demandas y denuncias que me han acusado de maltrato hacia Nataly. Mi propia hermana, la única persona en el mundo a la que no tocaría. La única persona en este mundo que no está manchada de mierda por todos lados. Ridículo. Si algún día me entero de quienes han sido van a faltar cámaras de tortura en este país.
Son las 5 de la mañana y me preparo un café mientras hecho un vistazo a Nataly que duerme plácidamente en su pequeño dormitorio rosa chicle. Su cara es la viva imagen de la tranquilidad y la alegría. Siempre que entro me fijo en la esquina izquierda de la pared, simplemente me recuerda a malos tiempos. Cierro la puerta y le dejo un pequeño post-it en su puerta diciéndole que debo ir a trabajar y volveré a tiempo para recogerla del colegio. Siempre me dice que no hace falta que le ponga las notas pero es uno de los pocos pequeños detalles cariñosos que realizo al cabo de día y me siento en la obligación de hacerlo. Vuelvo a la cocina recojo mi café con y me lo bebo en dos tragos. Me coloco el uniforme y recargo una de mis pistolas mientras busco con la mirada la pequeña navaja que me regaló Nataly cuando cumplí 15. La deposito en mi bolsillo y salgo silenciosamente por la puerta de camino a Las Celdas.
Cuando entro en mi jeep me recuesto en el asiento del conductor y me permito cerrar los ojos cinco minutos. Ha sido una noche muy larga, una de las peores pesadillas que he tenido sin duda. Empiezo a pensar en el sistema de celdas para distraerme mientras arranco el coche. Hace 7 meses si no recuerdo mal, uno de los jefes de la Guardia propuso un sistema bastante interesante a la hora de almacenar rehenes o rebeldes. Un sistema de celdas las cuales se dividían en dos secciones: unas para sospechosos y otras para sentenciados. En la celda de los sospechosos se encontraban unas subceldas dedicadas exclusivamente a la tortura (donde pedí tajantemente que me asignaran) . Las celdas para sentenciados eran más peliagudas, y para mi sorpresa, me resultan bastante repugnantes. La mecánica de las celdas consisten en, una vez sentenciado el acusado, se le selecciona un castigo, según su delito el castigo puede ser mayor o menor, pero bajo cualquier circunstancia este se pudre en la cárcel. Los castigos siempre se le aplican a los sentidos humanos: pérdida de la vista, levantamiento de piel, amputación de miembros, desquitarles de su salud... Pero el peor de todos es despojarlos de su humanidad, que les hace odiar a todos, odiarse a sí mismo y autodestruirse. Más o menos como yo.

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