Dulce de uva.

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Siempre fue fácil lograr que Atsushi hiciera lo que la pelinegra quisiera, llevarlo donde estuvieran solos para complacer así sus deseos carnales y el as de Yosen estaba dotado de un gran armamento que dejaba a la astuta Tatsuko en las nubes. Eran opuestos, Murasakibara llegaba a ser tan inocente a veces, que a la fémina solo le quedaba aprovechar la situación, y llevar consigo dulces para atrapar al gigante joven le hacia el trabajo simple. Le encantaba que él recorriera todo su cuerpo, que la besara en cada rincón y si para eso tenía que bañarse en chocolate o caramelo, lo hacía, engatusaba al joven iluso con golosinas, como a un niño pequeño, y lo excitaba a tal punto de que cayera también en ese juego lujurioso.

Pero Tatsuko estaba cansada de todo eso; Atsushi ni siquiera la miraba en clases, respondía a su saludo sin ganas y era tan poco detallista que incluso olvidó su cumpleaños. Tampoco era que fuesen novios, pero dios, se acostaban casi todo los días, era imposible que no existiera una conexión entre ellos que no fuese solo el sexo. Y esa conexión eran los dulces, la morena llevaba un arsenal de golosinas en su mochila, con ellas podía convencer de todo a Murasakibara (y no solo para tener relaciones) pero el dolor de espalda que tenía cada día por cargar aquello le fastidiaba. Por eso aquella tarde, esperó que el salón se quedara completamente solo para dejar libre de toda relación al iluso de Atsushi.

-Este será el último dulce que te dé, Atsushi. -Tatsuko sonrió y el cabello que cubría la mitad de su rostro se movió junto a ella cuando mostró la golosina entre sus manos.

Atsushi ni siquiera tomo atención a las palabras de la pelinegra, el confite entre las manos de la fémina lo tenía hipnotizado. Se acercó al objeto como si se tratase de un imán, y era que con las golosinas él no tenía autocontrol. Tatsuko retrocedió lentamente con el dulce en sus manos, haciendo así que el joven frente a ella la siguiera, chocó suavemente contra la muralla y Atsushi también lo hizo pero contra el menudo cuerpo de la chica. Ella llevó el caramelo hasta su mejilla, haciendo así que inconscientemente los labios del joven se movieran hacia su rostro, cuando estuvo lo suficientemente cerca, atrapó el cuello del basquetbolista con sus brazos y lo beso con intensidad.

Le había robado el aire al gigante frente a ella, los ojos malva del joven la miraron confundidos pero tranquilos, y fue entonces cuando se alejó de él extendiendo su regalo entre ambos.

- ¿El ultimo dulce...? -preguntó Atsushi. - ¿Muro-chin no me dará nunca más golosinas?

-Así es -respondió la chica suavemente -Ya no es necesario que te acerques a mí tampoco, no traeré dulces. Esto se acabó Atsushi, no nos volveremos a ver.

Él puso una expresión desconforme en su rostro, como a un niño que le quita su diversión para que fuese a hacer los deberes, pero era solo porque tendría que traer más caramelos a la escuela y así no estar hambriento.

/////

Un gemido suave salió de sus labios y enterró las uñas en la espalda del joven que yacía sobre ella. El hombre movía sus caderas mientras aun pensaba que todo aquello era un sueño; tener a Himuro Tatsuko entre sus brazos y haciéndole el amor era sin duda el sueño ardiente de muchos chicos de Yosen. La chica tenía unas expresiones muy sensuales al momento de la intimidad, cosa que hacia enrojecer al joven de tercer año más de lo que quisiera, Himuro no se quedaba atrás, mordía de vez en cuando los pectorales del chico y lamia su piel con lentitud, provocando que el castaño soltara más de un gemido.

Le encantaba el sexo, no lo negaba, pero era selectiva al momento de hacerlo. Después de terminar su juego con Atsushi enseguida planeó acostarse con ese castaño de tercero, un chico mayor que muchas veces se le había acercado a ella para invitarla a salir pero como estaba tan entretenida con la estrella del equipo de baloncesto, rechazó todas las invitaciones. Ahora quería olvidar a Atsushi, olvidar sus besos, las grandes manos acariciando sus senos blanquecidos y esos labios gruesos que a veces se perdían en su intimidad. Pero era imposible no comparar a ese joven con Murasakibara, podía fingir que estaba excitada, fingir un orgasmo... pero en su interior solo quería ser de Atsushi.

- ¿Nos veremos mañana? -preguntó el castaño con una sonrisa avergonzada.

-Claro -respondió ella besando fugazmente sus labios, el chico de tercero se alejó feliz y avergonzado al mismo tiempo, pellizcándose mientras caminaba para confirmar que no fue un sueño.

El lugar estaba oscuro y el cuerpo casi desnudo de Tatsuko descansaba sobre las colchonetas del gimnasio. Le gustaba ese lugar para tener sexo, después que todo el mundo se iba, la bodega del lugar siempre estaba desierta y tan lejana a la escuela que nadie oiría sus gemidos, pero seguía pensando en Atsushi. Los dedos de su mano derecha bajaron a su entrepierna húmeda, se tocó lentamente el clítoris mientras recordaba las veces que los dedos del gigante habían estado allí. Con su mano libre masajeó uno de sus pechos, sintiendo casi como cuando Atsushi lamia el chocolate que ella ponía tan malvadamente allí para que el chico degustara. Comenzó a gemir nuevamente cuando subió la intensidad de los movimientos en su dedo, deseando que fuese el miembro de Murasakibara el que produjera ese placer pero él no estaba allí.

-Atsushi... -soltó entre gemidos el notar que había logrado llegar a su clímax, cuando de pronto una sombra alta se puso sobre ella.

Volvió a gritar el nombre del chico, cubriendo su cuerpo completamente mientras que los ojos vagos de él la recorrían.

-Muro-chin le dio dulces a ese chico ¿verdad? -preguntó agachando un poco su cabeza.

-Claro que no, ¿Por qué piensas eso? -soltó ella algo molesta.

-Mentirosa. Muro-chin es una mentirosa.

-Atsushi, te dije que no traería más dulces, para ti ni para nadie -explicó esta vez más calmada, después de todo tenía que hacer las cosas simples para que Murasakibara pudiese entenderlas.

-Los labios de Muro-chin están húmedos, y el olor de ese chico esta por todo tu cuerpo. Mentirosa, le diste dulces a ese chico. -las mejillas del chico se inflaron y su frente se arrugo, sin duda era algo adorable a los ojos de Himuro, pero debía contenerse.

-Te dije que no le di... -pero las palabras de Tatsuko se detuvieron cuando el titán frente a ella la beso, atrapando su cabeza con esas enormes manos.

- ¡No quiero que Muro-chin le de dulces a nadie! -confesó alejándose unos milímetros de la pelinegra.

Sus mejillas se sonrojaron pero no entendía del todo lo que decía Atsushi.

- ¿De qué dulces hablas?

-De tus dulces, Muro-chin. Estos -volvió a besar a la chica, con intensidad -Esos dulces de uva que siempre me dabas. No quiero que nadie más los pruebe. -protestó nuevamente.

Entonces cayó en conclusión que los "dulces" a los que Atsushi se refería eran realmente sus besos y sonrió como una adolescente estúpida.

-No son dulces Atsushi, son besos. -aclaró la chica mientras acariciaba la mejilla del gigante.

-Son dulces, saben a uvas. -movió su rostro, allí donde la chica deslizaba su mano y se llevó los dedos de esta a su boca -Todo lo de Muro-chin sabe a uvas -soltó mientras los lamia -eres mi dulce de uva y no quiero compartirte.

El basquetbolista quitó la blusa de Himuro, dejando que su cabello azabache cayera por sus pechos, Atsushi besó su cuello y lamio lentamente hasta llegar a los pezones, deteniéndose un rato allí para sentir ese sabor que tanto le gustaba. Ella soltó un gemido cuando sintió los dientes de Murasakibara cerrándose en su piel y hundió los dedos en su cabello malva. El titán se entretuvo lamiendo cada parte del cuerpo de Tatsuko, disfrutando de la calidez y el sabor natural de este, hasta cuando llegó a sus muslos y la joven ya enrojecida de la excitación lo detuvo.

-No tienes que hacerlo, -soltó la chica, ocultando su rostro avergonzado con su antebrazo - te dije que ya no me volverías a ver.

-Ya lo dije, no quiero que nadie pruebe a Muro-chin. Muro-chin es mía y nadie más puede comerla.



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