LEYENDAS DE LÁCENOR: LA CIUDAD BLANCA de Joaquín Sanjuan

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Prólogo

Por Joaquin Sanjuan.

Año 977 de la Era de los Mortales.

Con el rostro perlado de sudor, Tach´or se adentró en la Estancia de las Sombras. Sabía que era absurdo a ojos ajenos, pero no podía evitar sentirse nervioso e intranquilo entre las tinieblas que daban nombre a la sala. Un éldayar, un elfo de las sombras como les llamaban los humanos, asustado por la oscuridad. Los esclavos se reirían de él si lo supieran. No obstante, sabía que era una experiencia terrorífica para la mayoría de sus hermanos aunque no hablasen de ello. Su pueblo conocía bien la Oscuridad y lo que se ocultaba tras ella.

 Ese era el único lugar que enlazaba el mundo de los mortales con el Inframundo, el único lugar en el que ambos estaban tan cerca el uno del otro que bastaba muy poco para rasgar el débil Velo que los separaba. Una legión incontable de seres demoníacos nacidos de la propia Oscuridad arañaban con sus espectrales garras los debilitados muros de la realidad, anhelando encontrar una abertura que les permitiese alimentarse de las almas y la sangre de los mortales. Tach´or sabía que la misma magia oscura que les permitía mantener abierto tan terrible portal era la que contenía a las criaturas de las sombras y les impedía traspasar el umbral a su mundo. Las sacerdotisas de los éldayar, fieles devotas del Oscuro, utilizaban los favores que les otorgaba su dios con ese fin, consiguiendo así acceso a los terribles poderes del Inframundo. Mientras más próxima se encontraba una de estas devotas a la Estancia de las Sombras, mayor era su poder. En su interior nada de este mundo podía enfrentarse a ellas. «Nada de este mundo», reflexionó Tach’or con un escalofrío mientras sentía las invisibles garras de los seres de las sombras arañando la realidad a su alrededor. Nada de este mundo, pero ¿quién sino el Oscuro sabe qué poderes se ocultan más allá del Velo?

Tach´or tomó aliento y se sobrepuso a su nerviosismo. Si alguna de ellas lo percibía... No quiso ni pensarlo. Se limpió el sudor de la frente y continuó adentrándose en las sombras de la estancia. Mientras caminaba,observó fascinado el espectáculo que se desplegaba ante él. En la enorme sala podía verse media docena de hermosas sacerdotisas elfas semicubiertas por vaporosos vestidos de seda que dejaban entrever sin dificultad aquello que supuestamente ocultaban. Las sacerdotisas llevaban a cabo distintos rituales para ganar los favores de su siniestro dios: algunas realizaban sacrificios de víctimas gimoteantes, otras se postraban en rezos con los que se les permitía realizar poderosos conjuros... Resultaba fascinante la dedicación de esas devotas del Oscuro que, a diferencia de los hechiceros, necesitaban contar con los favores de su señor para poder utilizar su magia.

El elfo buscó con la mirada entre ellas mientras admiraba los distintos rituales que llevaban a cabo. En una lucha por dominar el terror que le producía estar allí, encontró finalmente a quien buscaba.

−Lamshala –susurró arrodillándose. Al escuchar el respetuoso saludo éldayar la esbelta figura se volvió hacia él.

−Qué apropiado que estés aquí, Tach’or. Empezaba a tener hambre –sus labios dibujaron una seductora sonrisa. El aludido trató por todos los medios de evitar mirarla a los ojos, pero no fue capaz. Unos insondables pozos oscuros le atraparon y lo arrastraron hacia un estado semi–hipnótico mientras la elfa se arrodillaba a su lado mordisqueándose los rojos labios.

–Ya eres mío –susurró. Sus uñas se clavaron en el indefenso éldayar haciendo brotar la sangre mientras le besaba con lasciva pasión. La mujer interrumpió el beso tan bruscamente como lo había comenzado y se puso de nuevo en pie mientras se relamía.

Tach´or cayó hacia delante, manteniéndose a gatas a duras penas mientras jadeaba mareado a consecuencia de la energía vital que le había sido robada en tan aparentemente inofensivo beso.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2013 ⏰

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