CAPÍTULO XXI

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El sol ya se ocultó totalmente, y siguen sacando cadáveres de los escombros. Pedro también ayuda, pero no hemos encontrado al resto del escuadrón.

Alberto se acerca a mí para decirme:

-Lleva a los sobrevivientes adentro del estadio, eres la única que forma una autoridad enfrente de ellos, si sabes hablar fuerte y con firmeza, te has ganado su atención.

-¿Y qué harán en el estadio? –pregunto.

-Ahí dormiremos, no hay otro lugar –me dice, encogido de hombros.

-¿Y el búnker? –le pregunto-, ¿Por qué mientras atacaron el recinto, no pusiste a todos en el búnker?

-Fue falta de organización, Susana planeó todo muy bien...

-¿Y no puedes meter a los sobrevivientes ahora ahí?

-No hemos sacado los suficientes escombros para llegar hasta el búnker. No es tan fácil como crees.

Me doy media vuelta y empiezo a gritar:

-¡Todos, quiero su atención aquí! –se voltean hacia mí y entonces agrego-: Quiero que me sigan, por favor. Vayan ordenados.

Me dirijo al estadio, rodeándolo para llegar a la entrada. Abro la reja metálica y entro, las siguientes ciento treinta y tres personas sobrevivientes entran después de mí. Algunas están heridas, otras ya casi están agonizando. Duele ver, que la mayoría son niños los que están heridos.

-¡Acuéstense! Tenemos que dormir –digo lo más firme que puedo, acto seguido me siento en el pasto.

Todos hacen lo mismo que yo.

Horas después, todos ya están dormidos, pero yo sigo oyendo el sonido de las explosiones en mis oídos. Ahora que recuerdo, los GC llegaron en camionetas, entonces nos dejaron un pequeño regalo...

No puedo dormir si no sé dónde están mis primos, yo me propuse a mí misma que iba a averiguar dónde están mis tíos..., pero no puedo hacerlo sin ganas si mis primos están muertos.

Recuerdo que siempre que yo llegaba de la escuela, y mi padre estaba trabajando y no iba a regresar a casa hasta tarde, pues yo iba a casa de mis primos para pasarla bien... cocinábamos lo primero que se nos veía a la mente en la fogata, nos contábamos secretos, nos ayudábamos mutuamente a limpiar la casa... mientras mis tíos trabajaban.

Ahora todos esos momentos no se van a repetir, todo por culpa de Susana.

A veces, me pregunto si no es más fácil salir de la ciudad, de seguro hay más ciudades allá regadas por lo que antes era este país llamado México.

Cuando ya casi amanece, me despierto antes de todos, no porque no pueda dormir, sino porque tengo frío. Las manos me tiemblan, los pies no los siento, y mis orejas están más heladas que nunca.

Me levanto del pasto, mientras tiemblo del frío. Mientras camino, cruzo los brazos y me los sobo para entrar en calor. Me acerco a la reja metálica y salgo del estadio.

Rodeo el estadio y llego hasta donde está la cabaña para entrar a la Hermandad... pero varios hombres y mujeres siguen sacando escombros y cuerpos. Veo a Pedro a unos metros, contando una pila de cadáveres. Me acerco a él, y automáticamente lo abrazo.

Él me devuelve el cariño con un beso en los labios, en serio no lo esperaba. Mi primera reacción sería apartarme, pero no lo hago. Es un beso largo, y caliente. Los dos sabemos a coraje, enojo y cansancio. A los pocos segundos nos apartamos, y él agrega:

-¿Por qué te levantaste tan temprano?

-Quería verte –digo, sin soltarlo.

Entonces me besa en la frente.

-No puedo creer que todo esto esté pasando –digo, con la voz quebrada.

-Todo estará bien, por ahora Alberto te quiere en unas horas en el puente...

-¿Qué? –le pregunto, desconcertada-, ¿y mi escuadrón?

Él no dice palabra alguna hasta unos segundos después:

-Sólo hemos encontrado vivos a tu primo Óscar –suspiro-, Luis y a David... encontramos el cuerpo sin vida de Iván.

No puedo creerlo; Iván, mi "mejor amigo", ahora está muerto. Recuerdo los momentos que pasé con él junto con Diana y Belén, cuando todavía nuestras vidas eran normales y no teníamos ni la más remota idea de que todo lo que está pasando, podría pasar... no tengo palabras, no sé si llorar, o enojarme.

Aunque nos hayamos peleado hace unos días, él seguía siendo mi amigo, incluso seguía recordando nuestros momentos divertidos que tuvimos, y a veces yo quería buscarlo y hablarle de nuevo... pero ya no podré hacerlo.

Me arrepiento de no haberlo hecho. 


La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora