Samuel siempre había sido un gran fan de los domingos. Un día de descanso donde él principalmente permanecía en sus pijamas, pedía comida a domicilio, y actuaba como un perezoso.
Y los cobradores no llamaban los domingos.
Paso las manos por su corto y despeinado cabello y se arrastró al angosto y corto pasillo. Frotando el sueño fuera de sus ojos, tropezó con la mesa al lado del sofá que estaba tan necesitado de ser retapizado. Un dolor agudo se disparó por su pierna.
—¡Cristo en muletas! —Cojeó hacia un lado y chocó contra el estante para libros sobre apilado, derribando varios de ellos. Estos golpearon el suelo, cada uno causando que se estremeciera.
Pepsi, quien había estado tendido en el respaldo del sofá, se sobresaltó con el sonido de su voz. El pelo negro de su espalda se hizo rosa cuando se deslizó fuera del sofá, y golpeó la lámpara de la mesa, mientras el felino se disparó hacia el sillón reclinable cercano que había pertenecido a sus padres. La lámpara, la cual era lo suficientemente pesada para deformar el piso, se volcó.
Samuel maldijo y se lanzó hacia adelante, atrapando la pantalla de la lámpara. Polvo voló en el aire y se arrastró hasta su nariz.
Él estornudó.
Y sus estornudos no eran del tipo delicado que apenas eran un jadeo. Pobre Pepsi se volvió loco con la explosión nasal y se lanzó debajo de la mesa del centro. Desde ahí, dos ojos dorado-verdosos se asomaron.
Una vez que Samuel tuvo la lámpara derecha, retrocedió lentamente, antes de que algún otro mueble lo atacara. Mientras estuvo ahí no pudo evitar mirar alrededor a su estrecha sala de estar y pensar en todo el espacio en la sala de Willy.
Maldijo de nuevo.
No voy a pensar en él o en su magnífico apartamento donde en realidad había espacio para caminar. Y definitivamente no pensaré en su mágica boca y lengua. El mantra no había estado funcionando desde el viernes. Todo el día de ayer había evitado las llamadas de Alex sólo para no verse tentado de contarle lo que había pasado entre él y el amado mujeriego de la ciudad.
Pero una vez que su cerebro fue allí, realmente fue allí. Recuerdos de cómo Willy lo miró, la sensación de sus labios contra su piel, y esos dedos lo atormentaron con cada paso.
Deteniéndose en frente de la puerta, Samuel apretó sus ojos cerrados y sus manos en puños. ¿Estaban sus piernas temblando? Dios. Sí. Lo estaban. Por lo que probablemente fue la enésima vez en las ultimas treinta horas y algo, se dijo a sí mismo que había tomado la decisión correcta al abandonar a Willy. Llegada la mañana él seguramente se habría arrepentido de llevarlo a casa y honestamente, en esas pocas horas, Samuel ya había empezado a sentirse demasiado para él.
Demasiado.
El amor a primera vista no existía pero la lujuria a primera vista sí, y una poderosa lujuria podría rápidamente convertirse en algo más. La última cosa que Samuel necesitaba era un corazón roto junto a su billetera rota.
Abrió la puerta y rápidamente estiró su pierna hacia afuera. Pepsi, como era de esperarse, se disparó hacia la puerta. Cuando se encontró con el obstáculo de color morado y azul a cuadros, se sentó y puso sus orejas hacia atrás.
—Lo siento, amigo, es lo mejor —Inclinándose, recogió el periódico del domingo justo cuando la puerta frente a él se abrió.
William Hills estaba haciendo lo mismo, excepto que Samuel tenía un infierno de ropa más que él. Vestido solo en sus boxers a rayas rojas y azules, por supuesto, él tenía un cuerpo hecho para caminar en casi nada.
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Para Siempre - Fanfic Wigetta
FanfictionGuillermo Diaz, reconocido Youtuber español, es uno de los mejores jugadores dentro -y fuera- de los videojuegos. Y en este momento, el notorio chico malo quiere a Samuel de Luque. Pero con su increíble cuerpo y sarcásticas réplicas, el vivaz Youtub...