Maldición Turquesa

El nacimiento de una maldición.

Era una noche helada, la nieve caía lentamente cubriendo todo de un hermoso color blanco. Dentro de la casa una joven mujer daba a luz un pequeño niño. Cuando el niño nació tenía los ojos de hermosos color turquesa y el pelo dorado, como el oro.

Su madre se alegraba mucho de haber tenido un hijo tan hermoso. Sin embargo cuando su padre vio a aquel niño quedo aterrado. Su mujer le preguntaba por qué tenía esa cara y el negaba con la cabeza y fingía sonreír. Su mujer lo miraba confundido hasta que se olvidó de su cara y comenzó a consentir al niño.

El padre salió de la habitación y se puso a pensar en lo que había visto. Tiene los ojos turquesa, no, esto está mal, muy mal yo no quería traer al mundo una maldición. Pensó el hombre pero al verlo tan feliz y tierno con su madre olvido rápidamente lo que pensaba.

Criaron a su niño con cariño y amor, pero cuando cumplió 3 años el niño ocurrió un accidente. El niño llego corriendo y llorando a donde su padre.

-¡Papá! ¡Papá! A mamá le paso algo.

Su padre corrió a donde estaba la madre y al verla tendida en el suelo sintió un profundo miedo. Tenía una flecha incrustada muy cerca al corazón y otra en una pierna. Alrededor no parecía haber nadie. Ningún rastro de que alguien hubiera estado allí.

Rápidamente llamaron a un médico para a salvar a la mujer. El medico la reviso y dio sus resultados, ella viviría pero no podría usar la pierna más también tendría problemas respiratorios a causa de la flecha. Ya que esta tenía un veneno que provocaba el mal funcionamiento de los músculos.

El padre pregunto al niño qué había pasado y cómo se había dado cuenta de que su madre estaba allí. Él le dijo que estaba caminando por su madre por el jardín cuando de repente vio algo brillante acercarse, dijo que su madre lo había visto antes y cuando llego la atravesó a ella cubriéndolo. Su padre abrió los ojos al escuchar lo que decía el niño, lo intentaron matar ¿Por qué? Se preguntaba.

Recordó que a su hermana le había ocurrido lo mismo cuando cumplió los tres años, esa niña de ojos turquesa no volvió a mover su mano derecha por el accidente. ¿Era la maldición, la maldición de los que nacen con esos hermosos ojos? Pronto el padre tuvo miedo y empezó a excluir y a alejar al niño de él y de su madre.

Él niño no entendía lo que sucedía porque todos se alejaban de él de repente era su culpa que su madre no pudiera mover la pierna nunca más. ¿Qué fue lo que hizo mal? Sin embargo su madre no lo quería lejos de ella, lo abrazaba y lo besaba como siempre lo hacía, su padre solo intentaba poner obstáculos para evitar acercársele.

Lo terrible fue que los ataques no cesaron, varios días veían cosas rotan en la casa puertas flechas clavadas en las paredes y todas apuntaban a el niño. El padre tuvo más miedo y decidió que debía irse de allí. Sin embargo su madre se negaba a dejarlo ir.

-¡No me lo vas a quitar, él no tiene la culpa de esto!

Le gritaba a su esposo que cada vez sentía más miedo, hasta que un día intento matar a ese niño. Por la noche intento apuñalarlo pero al ver su cara dormida no tuvo la fuerza para cometer tal atrocidad. Suspiro y se acostó al lado de su amada.

Cuando abrió los ojos todo a su alrededor estaba en llamas, intento despertar a su amada rápidamente pero ella no despertaba. La cargo hasta la entrada y vio como unos hombres sostenían espadas frente a ellos. El niño estaba escondido en una esquina y el padre podía verlo. Los ojos de ese niño habían cambiado a un color diferente que le parecía aterrador en ese momento. Pero no se dio cuenta de que los hombres que portaban las espadas estaban muy cerca de él, no se dio cuenta de que diría sus últimas palabras.

-Debí matarte, naciste maldito.

Cayó al piso frente a los ojos del pequeño y su madre ya muerta por el veneno yacía a su lado, sin embargo los atacantes terminaron de matarla. El niño solo podía quedarse allí sin decir nada, asustado. Hasta que algo lo hiso reaccionar y salió corriendo hacia el bosque detrás de su casa. Ya lejos observó como todo ardía en llamas y sin poder contener más su voz lloro hasta que el cansancio y el humo que había aspirado lo hizo dormir.