03. Nieve

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Los diminutos copos amenazaban con meterse en mis ojos. Estaba acostumbrada al frío y las tormentas heladas, pero aquello me seguía pareciendo extraño. Era la sensación de vacío y de soledad que me acompañaba a cada rincón que recorría.

Benjen se encontraba en algún lugar de alguna estancia, mientras yo caminaba en dirección al establo. Lady Catelyn me había explicado todas las tareas que debía hacer a partir de ahora. No sólo sería su ayudante de cámara, si no que además debía cuidar de mi caballo si iba a quedarse en Invernalia conmigo. También había dejado en claro la baja consideración que me tenía por el momento, para que no pensara que era una protegida, y añadió que cualquier miembro de su familia debía ser atendido por mí si así lo querían y si ella no precisaba de mi ayuda.

Una vez me había explicado lo que necesitaba saber por el momento me pidió que trenzase su cabello, ya que al parecer el rey Robbert se dirigía hacia allí en aquellos momentos por un asunto importante, y debía prepararse para la cena.

Los Lannister. Había leído tanto de ellos y a la vez sabía tan poco.

Nunca había peinado a nadie. Los peinados que sabía hacer eran los que había visto en los libros, y eran libros muy antiguos. Aprendí a hacerlos cuando mi pelo era tan largo que me molestaba, de este modo podía al menos retirarlo de mi cara mientras usaba el arco.

Abrí la gran puerta de madera y entré rápidamente. Varias velas estaban encendidas en el establo, y cogí la que parecía más grande, con su plato correspondiente.

Mire en cada cuadra, en busca del inconfundible color de Eskol. Aunque lo cierto es que la luz era poca, podía distinguir el negro pelaje de los caballos de Invernalia. Tal vez era porque estaba acostumbrada a ver caballos de todo tipo estando en el Muro, donde las personas que allí están llegan desde diferentes sitios.

Encontré a Eskol en la última cuadra. Sonreí levemente, cansada, e inmediatamente escuche su leve relinchar, que me decía que me había reconocido.

"Hola" susurré acariciando sus orejas y el principio de su crin. "He venido a verte, porque eres el único amigo que tengo aquí ahora mismo, y creo que será así por un largo tiempo" dije, dejando el plato de cerámica con la vela encima de un viejo banco de madera.

El viento sonaba cada vez que soplaba y se colaba entre los huecos de la madera. El silbido del aire y el sonido de los caballos era lo que me hacía sentir como en casa.

"Benjen tendrá que volver al Muro pronto. Ir y hablar con los cuervos sería un suicidio. Y aquí no conozco a nadie, estoy sola" sollocé. Estar lejos del Maestre me debilitaba. "¿Desde cuándo soy tan niña? ¿Por qué me quedo paralizada cuando siento una amenaza? No soy yo, Eskol. Algo me pasa" susurré tragando las lágrimas que querían salir.

"¿Hay alguien ahí?" Escuché que gritaban fuera. Pensé en ocultarme dentro de la cuadra, pero cuando quise reaccionar la puerta ya estaba abierta.

Me habían pillado. Así es cómo se empieza mal una nueva vida.

"¿Quién eres?" Preguntó el hombre mientras cerraba la puerta y se acercaba a mí. "No puedes estar aquí. Soy el responsable de los caballos, y si algo les pasa, soy el culpable" dijo con un serio tono de voz.

Me habría acobardado, de no ser porque no sonaba seguro, no parecía que sus propias palabras le convencieran. Era tímido.

No fue hasta que se situó delante de mí cuando lo reconocí. Era el chico que había calmado a Eskol hacía escasas horas.

"Oh. Lo siento. No sabía que erais vos" se rectificó rápidamente. Pude notar un pequeño rubor en sus mejillas.

"No debéis tratarme como alguien importante, no lo soy" respondí, ignorando la disculpa que mi cabeza gritaba pero mis labios se negaban a decir.

"Entonces yo tampoco merezco ser tratado así" respondió, ésta vez más relajado.

Nos quedamos allí, mirando como Eskol comía, hasta que el joven volvió a hablar.

"Soy Jon" se presentó.

"Dyanna".

"¿Sólo Dyanna?"

"¿Sólo Jon?" Pregunté de vuelta, alzando una ceja mientras le miraba de soslayo. Aquella pregunta le había puesto nervioso otra vez y podía notarlo.

"Soy el bastardo de Nedd Stark" su voz sonaba como si aquella frase hubiera salido millones de veces de sus labios antes que esa.

"Nieve..." Susurré más para mí que para él.

"¿Y tú?" Preguntó, ahora con más curiosidad que antes.

"White. Dyanna White" contesté girando mi cabeza en su dirección. "Aunque también debería ser Nieve. No nací en el lado equivocado de las sábanas*, pero es como si lo hubiera hecho. Me abandonaron al otro lado del Muro" expliqué, dejando de acariciar al caballo y acercándome a penas un paso hacia él, pudiendo observar así más detalles de su rostro: la poca barba que tenía, los gruesos y enrojecidos labios por culpa del frío, y la triste expresión de sus cejas.

"¿Has estado en el Muro?" Preguntó, y un atisbo de entusiasmo apareció en su cuestión.

"He vivido allí. Es el único hogar que conozco".

"Pero eres..."

"Una mujer, sí" le interrumpí. "Es por eso que he venido aquí, era una carga demasiado grande para el Maestre Aemon; muchas cosas por las que preocuparse".

"Ahora trabajas aquí. Era cierto que Lady Catelyn había pedido una ayuda de cámara" comentó de la nada.

"¿Por qué? ¿No te lo creías?" Pregunté divertida.

"Ninguno lo hacíamos. No creíamos que fuera a aceptar a una..." Se interrumpió, y su rostro cambió. No quería decirlo.

"Dilo" le animé. "Una salvaje. Soy una salvaje" respondí por él. "Puedes decirlo".

"No, no puedo. No cuando yo escucho cómo me llaman bastardo y odio el sonido que tiene esa palabra. No cuando puedo evitar decirlo. Lo lamento".

Sus nobles palabras me sorprendieron. Pocas personas me habían respetado como él lo estaba haciendo. Pocas personas no me habían juzgado sin conocerme.

"Yo sólo lamento no haber conocido más gente como tú, Jon Nieve".

***
N.a.:
*es una forma de decir 'bastardo', pero como una expresión más formal, por así decirlo.

Lady Invierno | Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora