Sus ojos cafés siempre me miraban fijamente, me seguían por toda la habitación analizando cada pequeño movimiento que hacía. A veces, incluso solo se quedaban fijos en mí, con un brillo que los hacía ver más claros de lo que realmente eran. Su boca se movía, como si tratara de pronunciar algo, pero ningún sonido lograba escucharse de sus labios. Solo no teníamos el uno al otro, ella era mi mundo y yo era el suyo, no necesitábamos más que el uno del otro para sobrevivir, aún así en las noches me acercaba a su habitación y la escuchaba llorar a través de la puerta, escuchaba como trataba de ahogar sus sollozos en su almohada, pero no lo lograba. Cansado de escucharla sufrir una noche decidí entrar a su habitación. Abrí la puerta de repente y su llanto se detuvo, sus ojos se posaron en mi y sin querer empecé a retener mi respiración, mi corazón de aceleró de tal manera que sentía que se iba a salir de mi pecho, pero me contuve y me acerqué a ella cautelosamente, sus ojos no se despegaban de mi ni por un segundo. Veía esa misma mirada que tenía desde el día en que la conocí, con cuidado me acerqué a su cama y me senté a su lado. Cada movimiento que comencé a hacer fue mecánico, como si su piel llamara a la mía. Con mis dedos acaricie su mejilla tratando de secar las lagrimas que caían por estas. Odiaba verla llorar, me partía el alma verla sufrir. Podía sentir su cuerpo temblar bajo mi tacto, estaba tan nerviosa como yo. Sin pensarlo demasiado me incline y la bese, me atravesó una corriente de energía en el momento que mis labios se posaron sobre los de ella, fue algo instintivo y necesitaba probarla más a fondo, me incline sobre ella y quedamos los dos acostados en su cama, la besaba mientras con mis manos sentía cada parte de su silueta, disfrutando cada pequeña parte de su cuerpo. Ella se movía bajo mi cuerpo, desesperada por el placer. Me separe por un momento para poder tomar aire y la mire, sus ojos me miraban con desesperación, llenos de lagrimas de la emoción. Verla así solo me daban ganas de hacerla mía, así que no lo dude más y seguí, cuando por fin estaba a punto de unirnos como uno su voz quebró el silencio.
-Detente, por favor. -dijo con la voz cortada.
En ese momento mi cuerpo se puso rígido y la mire, estaba temblando y llorando. Estaba asustada.
-No quiero esto, por favor... -sollozó
Me levanté lo más rápido que pude, estaba nervioso por su reacción y salí de la habitación desorientado. Todo a mi alrededor daba vueltas, se me hizo un nudo en la garganta. Ella no era feliz, ¿eso es lo que estaba pasando? Pero si yo era el único que la podía hacer feliz y aún así no lo era, entonces jamás lo iba a ser, jamás sería una persona feliz. ¿Qué hice mal? Entre la confusión logré llegar a la cocina donde me apoyé sobre el mesón para poder respirar con más facilidad. Todo mi cuerpo me pesaba, el mundo se estaba cayendo a mis pies. Lo había hecho todo por ella, la había rescatado de esa casa donde esas personas abusaban de ella, la hacían llorar y donde sufría tanto. La había traído a mi casa para darle todo el amor que ella se merecía, le había hecho un cuarto para ella sola y solo le daba de mi amor, pero aun así no era feliz. No puedo permitir que sea infeliz, ella no quiere nada de esto, si eso la hará feliz entonces tengo que hacer lo que este en mis manos para cumplir sus deseos.
Me acerque a su habitación sin dudar, entre a su cuarto. Ella estaba acostada en su cama mirando a la pared mientras se aferraba a una almohada, cuando sintió mi presencia su cuerpo se tensó, rápidamente se sentó en la cama y poso sus ojos en mí.
-Quiero que seas feliz.
Esas fueras las únicas palabras que lograron salir de mi garganta. Su mirada se lleno de confusión, hasta que esos ojitos cafés notaron el cuchillo que había en mi mano, su mirada se torno opaca, todo el brillo que tenían sus ojos desapareció y su expresión paso a ser de pánico, rápidamente se levanto de la cama lista para salir corriendo, pero yo era más rápido y solo tomo unos cuantos pasos para estar frente a ella, mientras sus ojos se encontraron los míos no dude y clave el cuchillo en su corazón. Sin dejar de mirarla a los ojos vi como la vida se escapaba de su cuerpo, con fuerza saque el cuchillo y lo clave de nuevo, lo saque y lo introduje otra vez y otra vez y otra vez y otra vez hasta que sus ojos se quedaron sin brillo, sin vida.
-Espero que así seas feliz.