𝑺𝒕𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆 // Bᴇɴ Cʜɪʟᴡᴇʟʟ

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➴ 𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 𝐈𝐧𝐠𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫𝐫𝐚; 𝟎𝟔 𝐝𝐞 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟏.

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—¿Seguro qué no quieres venir? Tengo otra entrada.

Sobresaltada, apagó el teléfono móvil y lo lanzó contra el colchón, asustando a Napoleón. Leah la contemplaba desde el marco de la puerta, a la espera de una contestación.

—Llevarás el diecinueve a la espalda, ¿no? —ignorando la pregunta de su amiga, formuló una duda para la que ya tenía respuesta. Steele enrojeció.

—Él me invitó y me regaló las entradas. Qué mínimo que llevar su dorsal, ¿no?

—¿Aún no habéis hablado de sentimientos y...esas cosas? —segunda duda. Para aquella desconocía la respuesta.

—No. Y no me cambies de tema, Diack. ¿Seguro que no quieres venir?

Suspiró y negó. La respuesta seguía siendo un no. No iba a presentarse en el Stamford Bridge a ver el encuentro entre el Chelsea y el Burnley.

—Entonces, ¿se acabó? —Amelie, ya preparada para abandonar el cuarto A, se posicionó junto a Leah. A diferencia de Steele, la nativa de Liverpool no vestía la camiseta del equipo londinense—. ¿Volveréis a ser dos extraños?

—El partido empieza en hora y media, ¿no deberíais iros ya? —no deseaba volver a entablar aquella conversación, y sus amigas se percataron de inmediato.

—Nos vamos. Pásatelo bien haciendo...lo que sea que vayas a hacer.

—Verme un maratón de capítulos de Friends junto a Napoleón —sentenció, satisfecha con su plan—. Chandler y Joey son mejor cita que el Stamford Bridge para un sábado.

—Leah te lo discutirá. Allí tiene a su chico, y aquí...

—No es mi chico —negó de manera brusca. Se separó del marco de la puerta y contempló a Ashley por última vez—. Hasta mañana, Diack.

—Hasta mañana. Pasadlo bien. Y... —con inocencia, sonrió— ...si podéis, un autógrafo de N'Golo Kanté estaría bien.

Amelie y Leah negaron, divertidas. No era un sí, pero tampoco era un no; y a Ashley le bastó.

—Otra vez solos, general —de reojo, observó al felino—. ¿Quieres ser mi pinche?

La cocina no era su don ni su punto fuerte; pero la noche se le iba a hacer larga, y no perdía nada intentando recrear alguna receta extraída de un vídeo tutorial de Internet.

Volvió a capturar el portátil, y tras minimizar la ventana en la que tenía abierta la cuenta de HBO MAX con la serie norteamericana de los 90's y abrir otra, tecleó en el buscador de Google: recetas sencillas.

—Ensaladas. Más ensaladas. Aún más ensaladas —poco a poco, fue bajando de receta en receta en busca de una que lograse llamar su atención—. Crema de verduras. Sopas. Recetas vegetarianas. ¿Qué es todo esto?

No era fan de las verduras —ya fueran cocidas, crudas, asadas o al vapor— ni de nada procedente del huerto. Y mucho menos era fan de los purés o cremas.

—¡Bingo! ¿Te apetece pasta con atún? —de reojo, observó al felino—. ¿Por qué sigo hablando contigo?

Ante la indiferencia del british shorthair, Ash se puso en pie y se dirigió a la cocina con el ordenador en las manos. Posó el aparato sobre la encimera y, con calma, comenzó a extraer de los armarios lo necesario para elaborar su cena. Ante el sonido de cubiertos y plásticos, la pasividad de Napoleón se convirtió en curiosidad.