Prólogo

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Allí estaba el, atado con las manos a la espalda, de rodillas, suplicándome con la mirada que lo hiciera, mientras que sus palabras decían lo contrario. El panorama era deprimente a la par que irónico, el apestaba mas que la habitación oscura y fría en la que nos encontrábamos.

Observaba con paciencia su rostro, examinaba esos ojos miel que, aun en ese estado, seguían brillando como lo hacían antes de que el mundo acabara. El no tenia miedo, nunca lo tuvo, clavaba su mirada en mi como yo lo hacia con el. Eso aumentó mi nerviosismo. ¿Porque no tenia miedo? Tenia su vida en mis manos, podía terminarla allí y ahora, no tomaría mas que un segundo. Pero el no temía su final, parecía tenerlo muy asumido, incluso antes de encontrarse en esta patética situación, confiaba en que reuniera el valor suficiente y apretara el gatillo. 

Tenia la cara sucia y casi irreconocible gracias a su propia sangre y a la tierra. Su ceja derecha había sido partida, al igual que sus labios, que estaban recubiertos de sangre seca. Pelo sucio, enredado y mas oscuro que su color castaño original. Moratones causados por las palizas anteriormente recibidas, golpes dados especialmente por mi, se hacían presentes en su torso. Sus muñecas estaban rojas, pero no porque hubiera intentado forcejear, sino por la fricción de las cuerdas. El no se había resistido a esta situación, no había hecho nada para evitarla. Eso encendía mi rabia interna.

- No tienes los suficientes ovarios para hacer esto, Rayne. - repetía una y otra vez con voz firme, estaba desafiando mi paciencia. Pero no pensaba acabar con esto tan rápido, no sin intentarlo por ultima vez. Me agarraba a un clavo ardiendo que me había estado quemando mucho tiempo, podéis llamarme masoquista, pero realmente no quería que las cosas acabaran de esta forma.

- ¿Porque no tienes miedo? - conseguí decir yo. - Has sido arrastrado aquí, sin luchar, te has dejado pegar una paliza allí fuera por personas a las que consideras inútiles, seres inferiores. - dije casi gritando, señalando la puerta con la pistola que anteriormente apuntaba a su cabeza. Me ponía muy nerviosa no entender lo que sentía, no saber en lo que pensaba, no saber que planeaba en ese momento. - ¡Me tienes apuntándote en la cabeza con una puta pistola y aun así no haces nada para evitarlo! 

El se limitó a sonreír. Una sonrisa putrefacta que me causó un escalofrió y me provocó una arcada que guardé para mis adentros. En ese momento supe que ya no había marcha atrás. Se había ido completamente.

Bajé levemente el arma ante ese pensamiento y el, como si me hubiera leído la mente como solía hacer en los viejos tiempos, volvió a abrir la boca.

- ¿Ya lo has entendido, verdad? - me dijo sin dejar de mirarme a los ojos. - No puedes malgastar tu vida intentando recuperar algo que se ha ido. Lo has intentado y si, bravo por ti, te aplaudiría si pudiera, pero aquí las cosas no funcionan así, no puedes perder el tiempo en algo o en alguien que ya ha perdido el combate, hay que acabar con esa persona para que no te arrastre con ella. Y, reconozcámoslo, yo perdí el combate hace mucho tiempo. Puedes buscar en todo mi cuerpo y no encontraras rastro de haber sido ni siquiera tocado por una de esas cosas, pero lo único que me diferencia a mi de uno de esos bichos es que yo no como carne humana. - miró directamente al cañón de la pistola. - Mi vida también terminará si una bala impacta en mi cabeza, pero ellos no son conscientes de lo que han hecho para recibirla, yo soy completamente consciente de lo que he hecho, y créeme que no me arrepiento. - volvió a sonreír de aquella manera tan repugnante. Definitivamente el sabia que toda esta situación iba a terminar así, había tenido tiempo de sobra para mentalizarse, o quizá porque ya no le quedaban sentimientos y por eso no mostraba signos de nerviosismo o de miedo. Si, eso suena mas al Xander del presente.

- Eres repugnante. Me das asco. - ¿De verdad quería decirle estas cosas? 

- No te culpo, estas en todo tu derecho. Mírame, llevo sin afeitarme meses, huelo a perro muerto y el pelo hecho un asco... No todos tenemos tu suerte. - una cosa estaba clara, aun no había perdido su poco sentido del humor y del ridículo. En ese momento no supe si eso era un punto a favor o no.

- Sigues teniendo la misma poca gracia... - dije sin dejar de apuntarle. La mano me temblaba inconscientemente. 

- Ahora dime, ¿Tu tienes miedo, Rayne? - lo había notado, mierda. Solo le mantuve la mirada, sin hacer ningún gesto. - Tienes miedo, conozco todas tus caras. - esbozó una sonrisa. - Parece mentira que hace unos meses estábamos solos tu y yo bailando en el pasillo de casa, riendo y haciendo estupideces y míranos ahora...

- ¡Cállate! - grité mientras avanzaba hacia a el sin dejar de apuntarle con la pistola. - ¡Cállate, cállate! 

No lo soportaba, no lo quería soportar mas, no podía soportarlo.

- ¡No hables como si fueras Xander, tu no eres Xander! ¡Me niego a creer que sigue ahí, Xander se fue en cuanto tu apareciste! - el cañón de la pistola se había topado con su frente y sus ojos se habían vuelto a topar con los míos. No quería que me mirara, me producía repulsión. - Mándale saludos a Xander de mi parte. - una lágrima cayó por mis mejillas al quitar el seguro.

- Te quiero, hermanita.

Esto es lo último que querría hacer en mi vida.

Era la única persona a la que no quería tener que ver en esta situación, físicamente y psicológicamente hablando.

Pero, a veces, para hacer cosas buenas, hay que sacrificar una pequeña parte de ti. 

Click.



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⏰ Última actualización: Jul 09, 2016 ⏰

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