Capítulo veintiuno

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El sábado por la madrugada mi padre llegó por mí. La sonrisa en su rostro demostraba la felicidad que él sentía al volver a su pueblo natal, a su vieja casa que ya no era suya, al volver a verme después de tanto tiempo. No supe cómo reaccionar al ver la mirada de mi madre conectarse con la de mi padre. Se notaba muchísimo que ella todavía sentía muchas cosas por él y que él en el fondo también la seguía queriendo. Pensé todo el viaje en eso, tendría que encontrar alguna buena forma de que John confesara que todavía quería a Alice. Pero no encontré ninguna. 
- Llegamos – me dijo cuándo estacionó su auto frente a mi antigua casa después de un largo viaje en avión –. Yo sé que nada de esto es fácil para ti, pero te pido que lo hagas por mí. 
- ¿Frente a tus hijastros tengo que actuar que quiero a su madre? – él asintió y yo eché a reír. Pero al ver su rostro sentí que de verdad debía hacerlo por él –. Está bien, lo haré. ¡Pero te costará caro, eh! – sonreí y bajé del auto. Respiré hondo antes de entrar y sonreí falsamente. 
- ¡Llegamos! – gritó John entrando a su casa. Mi casa. Cuántos recuerdos invadían mi mente en este momento. 
- ¡Emily! ¡Bienvenida! – me dijo Deborah al verme. Me abrazó y me sonrió falsa –. Me encantaría que conozcas a mis hijos. Ellos viven en New York con su padre y vinieron este fin de semana a visitarme. 
Fuimos hasta la concina y allí pude ver a tres personas. Dos chicos y una chica. Cuando se dieron vuelta lo volví a ver. Nunca pensé que pasaría. Estaba allí. Me quedé muda y paralizada desde que sus ojos se posaron en los míos, no sabía qué hacer ni qué decir. Con todas mis fuerzas aparté mis ojos de los suyos y les sonreí a los hijos de Deborah. 
- Ella es Melissa y él es Louis – los presentó Deborah –, ella es Emily, la hija de John. 
- Gusto en conocerte, Emily. Él es mi novio Harry – me dijo Melissa. 
Sentí un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Sonreí y pregunté si mi habitación seguía igual para poder ir a dejar mis cosas. En realidad, no sólo quería dejar mis cosas sino que quería alejarme de Harry y pensar en qué me estaba pasando. ¿Por qué sentí que el mundo se me derrumbaba cuando escuché que era el novio de Melissa? ¿Por qué sentí unos estúpidos celos y una estúpida angustia? ¿Lo seguía queriendo? Soy la mujer más idiota del mundo. 

Luego de unos cuantos minutos alguien tocó mi puerta. Respiré dejando de mirar los libros que llevaría a Rosewood. Pregunté quién era y al escuchar su voz dulce cerré los ojos y sonreí estúpidamente. 
- ¿Qué necesitas, Harry? – dije sin abrir la puerta. No sé qué haría si la abría. 
- Hablar contigo un segundo. 
- ¿De qué? Estás con tu novia, no es bueno que la dejes sola en la casa de su madre. 
- Melissa fue de compras con Deborah, así que no está. ¿Podemos hablar sí o no? – abrí la puerta intentando no llorar y no perder el control de mi sentimientos. 
- ¿De qué rayos quieres hablar? No hay nada de qué hablar, Harry. Hace mucho tiempo que todo terminó y no necesito ninguna explicación de tu parte. Tú puedes hacer y deshacer las cosas que quieras con quien quieras, al igual que yo. No voy a negar que es raro verte en mi casa otra vez y encima con la hija de la esposa de mi padre, pero, como ya te dije, todo terminó y no necesito explicaciones – hablé rápido como siempre. 
- Aunque no las quieras te las voy a dar igual. Yo no sabía que Melissa era hija de Deborah y mucho menos que Deborah seguía con John. Para mí tampoco es fácil volver a verte después de todo lo que pasó. Sabes que siempre te quise muchísimo y más allá de mi gran error nunca pude olvidarte. 
El corazón empezó a latir con más frecuencia, tanto que parecía que se me iba a salir del pecho. No le podía decir que yo tampoco lo olvidé, pero no quería volver a equivocarme. Una persona que te ama no te engaña. 
- Tengo fe en que un día lo harás como yo lo hice – dije cerrando la puerta. 
Una lágrima rodó por mi mejilla y mi corazón seguía latiendo con fuerza. Escuché desde mi habitación a Melissa llamando a Harry al grito de ‘mi amor, ¿dónde estás?’. Él le decía ‘aquí estoy, mi vida’, tal y como me decía a mí. Todos los recuerdos a su lado vinieron a mi mente, nunca deseé más perder la memoria. 
Un mensaje llegó a mi celular. ¿Cómo una persona con unas simples palabras puede alegrarte el momento? "Espero que hayas llegado bien y que no hagas papelones, jajaja. Te quiero y extraño. Ian". Sonreí y contesté: "Llegué bien, no voy a hacer nada. Yo también te quiero y extraño. Ya quiero volver. Emily". 

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora