Día 1: Se siente su ausencia. Silencio, soledad. Que repentino el abandono que los socorre cada vez que uno de los dos se aleja. Este es el mortal juego del amor. Amor ciego. Quien pierde, muere.
Día 2: "Ya volverá..." pensaban los dos. Indiferentes. Ilusos. Actúan como si no se conocieran, mintiéndole a sus corazones. Parecía una guerra entre lo que sentían contra lo que pensaban. Lo correcto daña, lo incorrecto alegra.
Día 3: ¿Qué están esperando? Cegados de orgullo y dignidad, deseando que el otro tome la iniciativa. Son iguales en verdad, pero tan diferentes a la vez. Se podía sentir la tensión y la culpabilidad remota que transmitían.
Día 4: Enojo, molestias. No se entendían, ni siquiera ellos mismos. En realidad nadie los entendía. Uno era predecible, el otro era sorprendente. O quizá, ambos a la vez. El orgullo los hace desear pretensiones absurdas. Resignación.
Día 5: Monotonía mental. Ellos vivían diariamente una fantasía con sentimientos reales. Les hacía daño, pero eran felices. Que masoquistas. Necesitaban distracciones para tratar de olvidar. Pero era en vano, se extrañaban.
Día 6: Los pensamientos que abundan sus mentes los están matando. No había un día en que no se piensen entre sí. La necesidad de tenerse, de tocarse, de sentirse, superaba el rencor entre ellos. Se necesitaban.
Día 7: Las horas pasan, los días vuelan sin cambio alguno. El orgullo siempre presente en esta ruin batalla. Los recuerdos mantenían sus mentes aún esperanzadas antes de la resignación final. El final de la fantasía. Nada tenía sentido sin sus constantes atenciones.
Día 8: Ninguno de los dos llevaba ventaja en este juego tan intenso y extremista. Estaban en iguales condiciones. Muy mal. No sólo mentalmente atrapados en una eterna confusión, el dolor de la ausencia influía en su estado físico. El dolor del amor. Se amaban.
Día 9: Querían darse por vencidos. Era demasiado fuerte, inexplicable, para ellos. La sensación de carencia de algo o, más bien, de alguien impedía que siguieran viviendo normalmente sus vidas. Pero la dignidad ante todo. Que idiotas. Temían a los riesgos de perder. Cobardes.
Día 10: El día llegó y el juego acabó. Dos ganadores. Un perdedor, el orgullo.